No solía salir de mi casa, eran muy bulliciosas esas personas, gritaban y hablaban incoherencias, se reían de tonterías, eran tontos.
Me divertía viendo las palabras que mamá decía. Tenía una vida genial. Madre genial. Todo genial.
Tenía buena memoria, todo lo que veía, recordaba y vaya que lo recordaba a la perfección, mamá decía que era un don. Recuerdo que un día mamá me llevó al parque de diversiones y pues solo me dijo que podía subirme a dos de ellas, pues el dinero no nos alcanzaba, le planteé que nos diéramos una vuelta por todo el parque y después le diría a cuál subirme, ninguno me gustó así que le dije a mamá que mejor me compre un helado. Y nos fuimos a casa.
Llegamos a casa y encontramos a mi primo Matías y también se dirigía a aquel parque de atracciones y le dije con toda sinceridad que ninguno valía la pena, su interrogante no fue de esperar, lo llevé a mi cuarto, le dibuje un croquis de todo el parque, cada uno con su nombre debajo de cada atracción, como llegar y que lugares había, me quedo mirando pasmado y me dijo:
- Crees que soy tonto.
- ¿Por qué? – dije sin entenderlo.
Tomó el croquis y se fue al parque, a las 2 horas volvió a darme un abrazo.
- ¡Eres fantástico!, el parque es tal como me lo dibujaste, imagínate, hubiera perdido mucho tiempo en buscar alguna atracción que me guste y por supuesto que si pierdo tiempo en un parque de atracciones sería un tremendo idiota. Gracias.
No sabía el porqué de las gracias si no hice nada fuera de lo normal, solo recordé bien nada más.
Usualmente me trataban de una forma diferente a los demás.
Su madre, la tía Noemí, era un tormento cada vez que venía. Cuando sonaba el timbre 2 veces por segundo más de lo normal, sabía que tenía que esconderme en algún sitio, pero siempre me encontraba, me miraba fijamente, detestaba eso... consiguiente a eso me apretaba mucho las mejillas hasta hacerlas enrojecer, no podía hacer nada al respecto. Luego tendría que soportar entre dos a tres horas seguidas de su voz diciendo incoherencias, pero no podía sentir nada de antipatía como decía mi hermana, casi ni sabía que era eso.
Desde pequeño se me hizo difícil entender los sentimientos y su significado, pero poco me importaban, no sé porque eran tan importantes para algunas personas.
Mi infancia fue algo complicada por así decirlo, fui insultado, golpeado por ser diferente a ellos, pero nunca reaccioné ante ello, aunque si había una sola persona que me importaba, era mi madre, no sé él porque me causaba esa sensación, el tan solo verla, o al ver una sonrisa en su rostro me hacía sentir igual a todos, me daban muchas ganas de decirle que la apreciaba mucho pero nunca lo hice; ¿razones?, desconocidas.
Pero eso no significara que no la apreciara, aunque mi madre risueña me preguntaba si la amaba o no, solo atinaba a menear la cabeza y responder con ella.
Recuerdo una vez que me miro y quebró en llanto diciéndome: "Dime que me amas hijo mío, dilo por lo que más quieras", no entiendo su reacción, pero aun así nunca pude decírselo. Ni hasta el día de su muerte, ella murió cuando yo tenía ocho años de edad, ella tenía solo treinta y cinco, ni aun en su sepultura pude decir lo que ella siempre me dijo que dijera: "te amo" ...
Después de su muerte me quedé solo, mi hermana se fue con su novio y a mí me dejo en un albergue para niños abandonados, aunque en cierta forma mi hermana eligió el lugar correcto para mí, estaba abandonado.
Crecí sabiendo sobre los mecanismos de toda variedad de objetos, tuve un profesor quien me enseño todo eso, él me decía que yo tenía una habilidad que me hacía muy especial entre todos y que tenía una misión en este mundo, que me haría cambiarlo de tal forma que todos me recordarían. Solía restarles importancia a sus palabras, no les encontraba sentido.
Pasé cerca de ocho años en el albergue, me convirtieron en el coordinador de mi piso, era el responsable de todo lo que sucediese en él, como quien botara basura, quien hiciera disturbios o no se duerman a las horas indicadas, lo cual era totalmente irónico ya que era el menos indicado para hacer cumplir esta última norma, ya que todas las noches me iba a la biblioteca a estudiar todos los libros que pudiera, me quedaba hasta muy tarde, en muchas ocasiones me encontraron dormido en dicho lugar. Era hermoso leer.
Cierto día mi profesor me indicó que llegaría alguien importante, era la persona que daba los principales ingresos del albergue directamente desde Argentina, y que tenía muchas ganas de conocerme ya que le habían contado sobre mí, de algún modo la noticia me satisfizo porque sentí después de un largo tiempo que no me trataban de forma diferente, aunque nunca encontré razones para que me traten de tal forma. Me dijeron que me alistara para la visita. Aunque no estaba muy acostumbradas a ellas, pues nunca había tenido una.
Para lo que era la sociabilidad era algo raro, no me gustaba mucho la idea de conversar con personas sobre temas que yo ya sabía e incluso cosas que no tienen sentido o peor aún, no tenían nada de conversar. Muchos de mis compañeros decían que era arrogante, no era así.
Cerca de las dos de la tarde, la directora del albergue me llamó a la dirección diciendo que ya había llegado la visita, se me hizo tarde, me apresuré lo más que pude, iba corriendo, viendo mi reloj a la vez, cuando abrí la puerta de la dirección habían pasado un minuto y cuarenta y seis segundos... tropecé, caí de forma brusca estrellando mi quijada al suelo.
Asimilé lo ocurrido y me levanté como es lo correcto, pero no logré levantarme porque algo me detuvo.
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ASPIE
RomanceUn aspie lucha contra su transtorno y nos enseña una visión distinta de lo que es el amor o lo más cercano a eso.