🄳🄸🄴🅉

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  Sólo veía oscuridad en una disipada niebla gris, oía voces confusas y sentía muchísimo miedo. Algo no andaba bien, una mala vibra le hacía cuestionarse todo aquel escenario. Eso, y el hecho de no poder distinguir ni siquiera una figura, también la dejaban intranquila.

  Se miró a ella misma, se encontraba flotando, como de costumbre, sobre esa extraña niebla. Intentó ver hacia abajo pero obtuvo la misma respuesta: sólo oscuridad. Escuchó una voz gruesa y tenebrosa. No distinguía bien qué decía pero fue lo suficientemente estruendosa para hacerle sentir mucho miedo.

¡Merlín, Merlín! —ahora era una voz más reconocible para ella, en efecto era la voz de Gowther.

  La maga miró hacia todos lados intentando encontrar el origen de donde provenían los gritos de Gowther.

¿Merlín? —dijo otra voz, ésta era la de Meliodas— siempre estás un paso adelante.

  Tampoco podía divisar a Meliodas, sin embargo a él lo escuchaba mucho más cerca, como si estuviese detrás de ella. Sintió un dolor punzante en su espalda, y al girarse para saber a qué se debía, se encontró con Meliodas. El muchacho le sonreía maliciosamente, con sus ojos completamente negros, característicos de la raza demoníaca, mientras clavaba en la espalda de Merlín su afilada espada.

  Detrás de él comenzaron a aparecer más rostros, el de Meláscula, el de Drole, el de Gloxinia y así hasta que se dió cuenta que se encontraban todos los miembros de los diez mandamientos.

  En ese mismo instante su cabeza chocó contra el suelo de su habitación. Se había caído de la cama. Estaba sudando frío.

¿Merlín? ¿Estás bien? —le preguntó una soñolienta Diane desde su cama.

  Merlín se incorporó, había sido un sueño. Estaba soñando nada más. Se sentó en su cama pensativa ¿eso fue un sueño o una advertencia? ¿Acaso los diez mandamientos estaban por hacerse presentes otra vez?

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  A la mañana siguiente, un cálido y despejado día recibía al rey hada Harlequin, que acababa de levantarse con su cuerpo frente a la ventana. Sentía la calidez de los rayos del sol sobre su piel, y la claridad que desprendían éstos le afectaba a los ojos, haciendo que parpadee repetidas veces hasta acostumbrarse. Su compañero de habitación, Ban, se encontraba profundamente dormido con una botella de algún licor en la mano. Roncaba mucho. King lo miró con asco, como si no hubiera caso.

  El pelirrojo salió de su habitación con intenciones de dirigirse hacia las escaleras, pero unas voces lo detuvieron. Unas voces familiares que escuchó detrás de la puerta de la habitación de Meliodas. Eran el capitán y Merlín discutiendo, no quiso entrometerse así que siguió caminando pero el oír pronunciar el nombre de Diane hizo que se detuviera.

... Ese enorme poder tampoco fue normal —hablaba Merlín—. Jamás, ni siquiera en el mismísimo Drole ví que un gigante posea tanta fuerza como la poseía Diane. Superó a los mandamientos sólo por un instante.

  King pegó más su oreja a la puerta.

No me malinterpretes, capitán. Yo no dudo de Diane ni de King —continuaba la hechicera— pero ambos están ocultándonos cosas, no creo que viniendo de ellos sea a propósito pero...

  Unas manos le taparon la boca a King haciendo que este se sobresalte muchísimo, pero debido al agarre no se emitió ningún sonido. Era Diane la que le tapaba la boca juguetona.

¿Qué haces espiando? —le susurró la castaña para que Merlín y Meliodas no pudiesen escucharlos.

  King se sonrojó un poco, le avergonzaba que Diane lo haya encontrado en una situación así. Había quedado como un curioso entrometido.

El pecado de quererte -Kiane (King X Diane)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora