❊ 𝑂𝑐𝑡𝑎𝑣𝑜 𝑐𝑎𝑝𝑖́𝑡𝑢𝑙𝑜

1.4K 201 77
                                    

En el momento que a Everett salió de ese departamento, por más que trato no soltarse a llorar en el pasillo, no pudo evitarlo. Con ambas manos se cubrió el rostro, ahogando un sollozo y tomando más de una pesada respiración, intentando calmar toda esa ola de sentimientos, que no hacían más que volverlo débil.

Secó las lágrimas con rudeza, mirando directamente la puerta del departamento que Stephen no ha dejado desde hace ya varias semanas. Semanas en las que no ha visto, ni hablado con Jonathan.

Puede que las cosas no estén bien, realmente todo se está derrumbando para Stephen y eso involucra directamente a Everett y Jonathan. Son familia, los tres se ven afectados por el estado en el que Strange se encuentra, la cabeza de la familia poco a poco está cayendo. Y aunque las cosas estén yendo mal, Ross trata de sobrellevar la situación: trabajando, cuidando de su hijo y cuidando de su esposo. Tratando de mantener todo en pie, que las cosas sigan su curso inicial.

Han pasado dos meses desde lo ocurrido. Dos meses, por lo que estaba en su décima quinta semana de embarazo y faltaba semana y media para su aniversario de matrimonio. Sus planes de revelar su embarazo poco a poco se van por el desagüe. Desde el día del accidente supo que las cosas se volverían más difíciles, pero con lo que acaba de ocurrir, definitivamente todo se pondría aún peor.

Se largó del pasillo, salió del edificio a paso veloz, sin ganas de voltear atrás. Dejar sólo a Stephen era lo mejor que se ocurría, la soledad podría ser buena para el ahora ex-neurocirujano.

Fue directo a casa, aunque recibió llamadas de parte de Sharon respecto a volver al trabajo, él se negó rotundamente. Dando mil y un pretextos, los cuales no eran del todo necesarios, gracias a que Sharon estaba bien enterada del embarazo.

—Está bien Everett, me encargaré de todo. Ve a casa.

El camino fue largo, demasiado pesado para su jodida suerte. Lo bueno fue no recibir llamadas, más la de Jonathan preguntando por su regreso a casa. La pregunta de su hijo lo hizo sentir bien, algo bueno lo esperaba en casa en esos momentos.

Cuando por fin llegó, Vincent abrió la puerta con solo escuchar la llegada de su padre Omega. Lo abrazó y besó, recibiendo las mismas muestras de afecto por parte de Kenneth. Este último se tomó unos segundos para mirar directamente a los ojos a su hijo, quien le devolvía la mirada a su padre, con un deje de duda.

El mismo color de ojos que posee Stephen, el mismo color de ojos con aún ese brillo de inocencia.

Ambos entraron a la casa, Jonathan con un brazo detrás de la espalda de Everett, quien abrazaba a su hijo por los hombros. El chico no se molestaría en preguntar por Stephen, bien sabe cual sería la respuesta a la pregunta.

Esa sería otra tarde solos.

Trataban de pasar el rato como si nada ocurriera, prepararon la cena juntos, hablando y riendo tan solo un poco, pasaron del comedor a la sala, donde tomaron asiento en el largo sillón blanco. Ross sentado en la esquina derecha, subiendo los pies al sofá y tomando una de las revistas que había comprado más recientemente.

Por su parte, Jonathan tomó el control del televisor, buscando algo interesante que ver. De estar sentado pasó a recostarse a lo largo del sofá, colocando la cabeza en las piernas de Everett, que no dudó ni un segundo en comenzar a acariciar con mucho cariño los mechones negros.

Y aunque el silencio era bastante cómodo, los ojos de Jonathan pasaron del televisor a Everett, que se mantenía en lo suyo. Si uno presta la suficiente atención a Everett, se puede notar que hace un esfuerzo sobrehumano para mantenerse concentrado en cualquier cosa, evitando pensar en su presente.

Little family | EverstrangeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora