Capítulo 25

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— ¡Oh, mira esos zapatos! — exclamó pegando la nariz al escaparate. Luna la siguió, haciendo exactamente lo mismo que ella.

— ¡Son preciosos! ¡Me los compraré para cuando mi hermano y tú se casen! El otro día vi un vestido que le viene...

Hermione. Quien seguía con la nariz pegada al escaparate, consiguió analizar las palabras de su amiga.

— ¿Qué has dicho? — preguntó.

— Que el otro día vi un vestido... ¡Era monísimo, Hermione! Ya verás cuando me lo compre — exclamó su amiga, emocionada — era así como...

— Para el carro, rubia. No me refiero a eso, eso lo oí. Me refiero a lo otro...

— ¿Qué otro? — preguntó su amiga, mirándose las uñas para así poder esquivar su mirada.

— Lo de la boda, Luna. No te me hagas la tonta ¿vale? Las dos sabemos que no se te ha olvidado ni media palabra de lo que has dicho.

— ¡Vale sí, lo dije!

— Pues explícame por qué lo dijiste — le pidió su amiga — no sé a qué viene semejante comentario.

— ¡Oh, Hermione! No te enfades. ¿Vale? Quizás me he adelantado un poco a los hechos, pero es cuestión de tiempo que tú y mi hermano...

— ¡No! — gritó Hermione y la gente la miró. Se controló para no gritar de nuevo — no, no y no — repitió comenzando a andar.

— ¿Pero a dónde vas? ¡No me he comprado los zapatos! — se quejó la rubia alcanzándola.

— Eres el colmo, Luna — explotó la castaña.

— No lo soy ¿vale? — Contestó su amiga caminando a su lado — solo lo dije para darle un poco de humor a la situación. Un humor que por lo visto, tú no tienes.

Hermione la miró fusilándola con la mirada. ¡Claro que no tenía humor! Ella había hecho un comentario demasiado absurdo. ¡Por dios, era su amiga, no debería de decir semejantes idioteces! Debería de apoyarla.

— ¿Y qué si no estoy de humor? — preguntó casi echando humo.

— ¡Mira castaña... a gruñir a otra parte! Yo no tengo ganas de aguantar tus tonterías ¿Vale? Sabes que soy tu amiga y que te adoro. Pero, sinceramente, no me da la gana que pagues conmigo tus mosqueos.

— ¿Ya has terminado el discurso? — preguntó Hermione, mirándose los pies. Luna refunfuñó.

— ¡No! No he terminado. Mira Hermione, no pretendía enfadarte ¿Vale? Sólo di mi opinión. O más bien, hice un comentario de algo que quería que se cumpliese, porque a pesar de que tú no quieras querer a mi hermano él es un buen hombre. ¡Fíjate si lo es, que es capaz de soportarte! Con tus continuos cambios de humor, por dios... ¡Ni que estuvieses embarazada! — Exclamó — te pones insufrible y no lo entiendo, y sinceramente no tengo ganas de aguantar nada de eso. Te ofendí, lo siento... Pero reconoce que te estás pasando.

Luna alzó la vista hacía Hermione, a la que no había mirado por su enorme discurso, el que había echado, mirando de un lado hacía otro, paseando brevemente alrededor de su amiga, la que estaba ahora mismo pálida, blanca como la pared.

— Hermione ¿Estás bien? — preguntó acercándose a ella para agarrarla un poco. Parecía que se fuese a desplomar — oye Hermione, contéstame ¿Vale?

— Vale... — la voz débil de su amiga la tranquilizó un poco — te contesto.

Se sentía terriblemente mal. De pronto se había mareado y los pies no le habían respondido. Ni los pies, ni la voz, ni ninguna extremidad del cuerpo. Sentía como si hubiese estado flotando, pero poco a poco había bajado. Y todo por las palabras de su amiga, que la habían golpeado con fuerza.

Una ducha diferente [Dramione]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora