Capitulo 1

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23 de Febrero de 1635, Estambul.

A lo lejos se podía notar los últimos rayos de sol que se iban ocultando atrás de las montañas.

Estaba anocheciendo y a pesar de encontrarme muy relajada y con mis ojos pesados del sueño que tenía, en ese momento podía sentir la fresca brisa del otoño chocar contra mi vestido que aún se encontraba húmedo.

Después de volver del pueblo, que estaba cerca de casa, a comprar pan y completar algunos recados que mama nos había mandado, ya que nuestro padre aún se encontraba recuperándose de su resfriado. Ela y yo habíamos decidido parar en nuestro lugar, un pequeño arroyo que se encontraba más o menos lejos de casa, y habíamos pasado toda la tarde jugando en el agua, cantando y contando historias como ahora.

_Las niñas volvieron a encontrar con la gitana, esta les dijo que su comportamiento todavía no era lo suficientemente malo para que los muñequitos bailasen. Aun debían segu... - Ela se detuvo a mitad de frase.

_Pss... Cris, ¿escuchaste eso?

Abrí los ojos para mirarla encontrándome con su cara entre confusión y un poco de ¿miedo?

Hice una mueca preguntándole a que se refería.

_Ahí está de nuevo, ¡Ven, sígueme!- Susurro un poco fuerte.

Se levantó de golpe, y agarro mi mano tirándola mientras me hacía correr y escondernos atrás de unos arbustos lo suficientemente grande para taparnos a las dos.

La verdad no entendía a qué demonios salía Ela con esta reacción, ni a que ruido se refería. Aun me encontraba adormecida. Pero la cara que tenía ella en ese momento, hizo que sintiera un poco de miedo.

_Juro que había escuchado voces que provenían de este lugar. -Apareció un gran caballo blanco, encima de este un hombre gordo con una barba de tres días.

Ela me abrazo. – Shh, quédate quieta y no hables. Seguro se irán pronto.

Me sostuve de Ela lo más que pude, tratando de esconderme lo mejor que podía por más que los arbustos ya lo hacían. Tenía miedo.

Mama nos había advertido a Ela y a mí que andaban secuestrando niñas, por esa razón no nos dejaba salir muy a menudo de casa. Ahora solo era una excepción ya que habíamos hecho las compras de papa.

Otro hombre pelirrojo, también con barba, apareció riéndose en otro caballo pero este era color marrón oscuro.

_Al menos encontraste agua para los caballos.- Hablo el pelirrojo, mientras reía y trataba de poner cara de enojado. – Burak, llama a los demás para que traigan a sus caballos. -Le dijo este, a otro que también había llegado recién en otro caballo. A diferencia del otro este portaba de una armadura, además parecía ser más joven, como 17 años.- Haremos un pequeño descanso antes de seguir camino al castillo.

Ela se puso rígida al oír la palabra castillo. Tiro de mi mano para llamar mi atención. – Debemos salir de aquí sin hacer ruido antes que vengan los demás, sino será muy tarde para escapar y no sabemos cuánto tiempo se quedaran en este lugar con sus caballos.- Susurro.

Asentí, en respuesta. Pues me daba miedo de solo respirar y que me escuchasen.

Agarre su mano y juntas salimos lentamente de nuestro escondite. Tratamos de ir lo más silenciosamente posible en un camino diferente que nos llevaba a casa pero un poco más largo, ya que el que era directo estaba ocupado por aquellos dos hombres que no paraban de pelear por algo que dijo el más gordo.

Cuando estábamos a mitad del camino a casa, escuchamos galopees y ante nosotras comenzaron a aparecer otros cuatro caballos más.

_ ¡Corre!- Dijo Ela mientras tiraba de mi mano, y comenzábamos a correr en dirección opuesta.

_ ¡Oigan! ¡Deténganse!- Nos gritó uno de los caballeros que iban en caballo atrás de nosotras que, ahora, nos perseguían.

Corrimos lo más rápido que nuestras piernas podían permitirnos, mientras los demás seguían gritándonos y persiguiéndonos.

_ ¡Vamos Cris!, ¡corre!- Me grito mi hermana.

Trate de correr más rápido, pero al ser bajita y no ver por dónde iba mis pies chocaron con una raíz de un árbol.

Tropecé cayendo de cara, la tierra amortiguando un poco el golpe. Aun así cuando subí mi rostro para levantarme y seguir corriendo por mi vida, sentí algo un poco espeso y caliente salir de mi labio. No me importo, en ese momento nada importaba más que huir y llegar a casa con mis padres.

Cuando trate de seguir a Ela un brazo me lo impidió, sosteniéndome de la cintura. Mire a un lado para encontrarme con el pelirrojo que estaba hace un rato en el arroyo con el otro hombre.

_ ¿Tratando de huir, pequeña?- Hice lo posible para soltarme de su agarre, pero este me sostuvo fuerte del cabello haciéndome soltar un pequeño grito de dolor. – Quieta, o será peor. – Hablo, ahora enojado.

_ ¡Déjenla en paz! ¡Déjennos en paz! No hicimos nada. ¡Ay!. - Escuche un fuerte golpe.

Levante la mirada para notar que el gordo había atrapado también a Ela y acababa de darle una bofetada.

_ ¡Ela! – Grite de desesperación por querer ayudarla.

_ ¡Silencio mocosa!- Me grito el que me sostenía mientras tiraba de mi cabello aún más fuerte, provocando una mueca de dolor de mi parte.- Así que tenemos a dos niñas malcriadas.

_ ¿Qué haremos con ellas, Risa? – Pregunto el que se llamaba Burak.

_ ¡Podemos venderlas al castillo! Nuestra sultana estará muy contenta de recibirlas como sus ayudantes y nosotros tendremos muchas monedas para repartirnos. – Opino el gordo.

_ Buena idea. – Respondió interesado el pelirrojo, que ahora sabía que se llamaba Risa.- Debemos llevarlas antes del amanecer. Burak, tu lleva a la mocosa.- Dijo, mientras me empujaba al más joven.- Yo llevare a la rubia. – Hablo refiriéndose a Ela.

Cuando el pelirrojo quiso agarrar a Ela, esta le escupió en la cara y trato de soltarse del agarre del gordo. Risa se limpió la cara con su brazo y le dio una bofetada en la cara tan fuerte que dejo desmayada a mi hermana.

_ ¡No! ¡Déjenla! No le hagan nada por favor. – Llore. Burak me apretó un poco el brazo pero sin hacerme doler.

_Shh, no llores. Tu hermana estará bien. Ahora tú deberías hacer silencio y no te harán nada. – Me dijo al oído, sacando de su bolsillo un pañuelo y limpiado un poco la herida en mi labio. Dude pero la expresión en sus ojos me hizo cambiar de opinión. No mostraban más que suavidad y tristeza.

_ ¿Lo prometes? – Le pregunte mirando fijamente sus ojos.

Me sonrió dulcemente. – Lo prometo.

Claro, como si fuera que confiare fácilmente en alguien que esta tratando de secuestrarme y alejarme de mi familia. - Pensé. Aunque en momentos así, no tenia otra opción mas que seguirlos si quería evitar problemas y escapar de allí con vida.

Agarro mi mano y me ayudo a subir en su caballo, después el subió detrás de mí para así comenzar a cabalgar a vaya saber donde.

No sabía lo que tenía preparado el futuro para nosotras a partir de ahora, pero sea bueno o malo, todo iba a ser diferente a lo que me imaginaba.








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CristinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora