Nuevas Amigas, Nueva Generación.

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Conocí a estas dos personas en inicial. 

Ellas ya eran amigas desde antes, un poco de tiempo antes.

Me hice muy amiga de una, tanto así que la otra me odiaba. Pero con el tiempo ese sentimiento cambió.

Yo nunca me di cuenta de eso, y si me daba, no entendería por qué.

Pasábamos los recreos juntas, jugando con unas tortugas que vivían dentro de ese colegio.

Con el resto de la generación no hablaba. Sentía que tenía que estar en el lugar que me correspondía, en el grupito de los tímidos y así fue durante años.

Ellos me etiquetaron al igual que a otros como yo.

Recuerdo, claro como el agua, que un compañero se intentó quitar la vida tirándose desde el primer piso, pero unos maestros lo agarraron y lo llevaron a dirección. Mi cabeza me dió a creer que si su propósito era suicidarse, no lo iba a lograr lanzándose desde esa altura. Creo que sólo se rompería algunos huesos pero nada demasiado grave. Se recuperaría.

Sospechaba que eso era obra de mis compañeros, ya que este chico era especial, tímido. Lo usaban de juguete para deleite propio. Temía que en un futuro, yo estuviese en el lugar de ese chico.

Pasó el tiempo dentro de esas cuatro paredes, habían pasado cosas. Una compañera, por un motivo muy desconocido me había llamado perra o algo por el estilo, otro error: contarle a la maestra.

Luego, la misma historia de siempre. A la hora de hacer Gimnasia. Ya se imaginan, no?

Siempre quedé por última. Era el caramelo al final del tarro que nadie quería comer. Nunca entendí por qué hacían eso, si era su compañera...hasta luego de unos años.

Tuve pleitos con maestros, uno me rezongaba porque me estaba atando las agujetas del zapato en vez de mirarla (idiota), otro me decía que no cooperaba en trabajos en equipo, cuando nunca me daban bola y me quedaba flotando, esperando indicaciones de mis compañeros.

Y por qué no intentaba meterme?

Simple, piénsenlo, una chica de bajo rango hablando con populares? Me verían como bicho raro y luego harían chismes entre ellos. No quería eso. Sabía lo que me convenía.

Todos esos años, pasé desapercibido con la cabeza baja y la boca cocida. Era la única manera de salvarme de las burlas y chismes, mientras veía a amigos míos siendo bulleados por esos imbéciles. Fuí una cobarde, pero me repetía, es lo que me conviene.


La Historia de mi VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora