Los extensos pasillos carcomidos por la humedad y el moho, de esta mansión corroída por la edad, hospedaje de un noble arruinado, señor de la villa de Infrawood, me cansaban y dañaban la suela de mis zapatillas recién adquiridas.
―Qué bien que puedo abandonar la villa con libertad ―susurre para mis adentros. Se necesita el permiso del señor a cargo para abandonar indefinidamente el lugar de residencia.
Cruzando el vestíbulo, decorado con pobreza, para pasar por la puerta, hallo el vehículo de un viejo amigo de mi ciudad natal, esperándome con su sombrero de bombilla cubriéndole su visión y sus piernas en el cofre de su automóvil, y sus manos en la nuca, reposando.
― ¿Qué se supone que haces? ―pregunto cruzándome de brazos.
―Esperando a un amigo, ¿qué más sería? ―levanta el sombrero para contemplar mi figura― ¿Vas a subir?
A su pregunta, asiento y abordo el carruaje motorizado― A Yharnam.
La manivela, con la que se conduce esta carcacha, es apretada con fuerza por parte de Pedereta, el conductor.
―Solo te dejaré en las inmediaciones. ¿Sabes qué día es hoy?
―Lo sé ―él arranca el motor―, pero mi enfermedad no me deja opciones. Se está agravando, Pedereta.
―Para mí pareces sano. Pero ya lo sé. No es algo que se vea a simple vista.
De repente, el automóvil se movió de su estado estático. Ante tal situación, algo detrás de mí chocó en mi asiento. Lo tomé dispuesto de saciar mi curiosidad.
―Vaya. No pensé que tendrías la Lanza Fusil de tu bisabuelo.
―No toques mis cosas.
―Lo siento ―hago una breve pausa―. Primero a mi casa para recoger mi Hacha, y luego a Yharnam.
―Vale, solo no te emociones.
...
Horas después, a la entrada de la ciudad, me despido de Pedereta. Con mi Hacha en mi espalda baja, dispuesto, camino a mi velocidad a la clínica. Si mal no recuerdo debería estar a tres cuadras de la entrada.
El galope de dos caballos, tirando una carroza malgastada, suena en la primera cuadra a la entrada. Detiene su marcha y el conductor golpetea dos veces con sus nudillos a la madera, crujiente y podrida, para luego una figura oscura salir de ahí.
―Oh... ¿Qué tenemos aquí? ―su voz es profunda y parecida a la garganta seca― ¿Un extranjero?
―No del todo, señor. Yharnam es mi ciudad natal...
―Vaya. ¿Puedo preguntar el motivo de tu llegada? ―iba a responder pero me detuvo en un rápido movimiento verbal― Ah, no lo menciones. La Sangre es la respuesta más obvia. De solo verte... con detenimiento, puedo deducir que una afección te acecha. No te preocupes. Tengo una clínica privada ―extiende su mano―. Aborda conmigo, y curaré tu enfermedad por un precio.
―Conozco el precio ―estrecho su mano―. Hoy es la noche de la cacería.
―Oh... Vaya.
―Dije que esta es mi ciudad natal.
―Ja.
Al entrar, cierro la puerta y el cochero arranca. En un santiamén llegamos a su clínica. En contraste con la sórdida edificación de los alrededores, esta destacaba por su aire funesto.
―No te preocupes, visitante. A pesar de su apariencia, se reconoce como una muy buena clínica, je je je.
Invitándome a entrar, paso por las vendadas paredes y el piso rechinante de madera. Transfusiones y camas por aquí y allá.
―Ah. Qué recuerdos ―exhala―. La primera vez que hice la transfusión a un extranjero. No te preocupes. Todo saldrá bien, je je je. Recuéstate en la de tu preferencia, je je.
A sus palabras, escojo la cama más cercana. Ah, que repelús me da este sitio.
―Buena elección. Buena elección... ―coge una aguja conectada a un tubo que media a la trasfusión.
Me preparo mentalmente para recibir el piquete y cuando sucede, un dolor y miedo indescriptible recorre mi columna, cual escalofrío. La visión se nubla y sus palabras se escuchan muy de fondo. ¿Estaré bien?
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En las Lúgubres Tierras de Yharnam - Saga Hunt
ActionEn busca de la bendita sangre para aliviar su incurable enfermedad, Rossteo se embarca a las calles de Yharnam. -Ah, un nuevo Cazador. Bienvenido, al lado oscuro de Yharnam.