Capítulo III.- Pensamiento

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―Vaya, aún sigue coleando el nuevo cazador ―el comentario de Regmund poco me importó y, al igual que su importancia, era el nivel de mi interés en sus palabras.

Rayos, ya no sé lo que estoy pensando― Voy a crear armas.

―Claro, ahí está el banco de trabajo ―Inadie apunta, sin ganas y con una voz llena de lástima, hacía una mesa llena de herramientas y a un costado suyo muchos materiales, que reconozco para la creación de las armas.

La pregunta que predomina en mi mente es aquella que plantea el cómo seré capaz de hacer las armas. Tras meditarlo por un tiempo indefinido, la respuesta me llegó.

Tal parece que solo debo colocar los materiales en el Espacio Arcano para que mi eidolon, que nació por consciencia de Flora, se haga cargo de la fundición, y posterior herrería.

Entonces me pregunto, ¿por qué yo tendría que conocer cada paso para hacer las armas? No es como si hubiera una forja en el sueño del cazador... porque no la hay. Qué inutilidad, Flora.

Recogí los materiales, consistentes en rocas sólidas de sangre pura y las metí en el Espacio Arcano.

Necesito distraerme.

Me dirijo a una pila de libros y tomo el que se halla en la cima. No había nombre de la obra ni autor en la tapa de cuero, a cual solo tenía ciertos grabados florales formando un rectángulo. Al abrirlo sus hojas se hallaban en blanco. Hice un bufido y continué con el siguiente libro, que similar al anterior, realicé la misma acción.

Seguí con cada libro de la pila, y cuando los terminé, proseguí con la siguiente pila.

De las pilas en el suelo, pasé a las estanterías. Al menos aquí si vienen títulos. Desde cuentos del viejo Yharnam hasta poemarios de la luna roja y la Sangre. También reconocí obras de D. H. Lawrence. Me pregunto quién es él...

―Yo soy parte del sol, como mis ojos son parte de mí. Mis pies saben perfectamente que yo soy parte de la tierra; y mi sangre es parte de la mar. No hay ninguna parte de mí que exista por su cuenta, excepto, quizás, mi mente; pero en realidad mi mente no es más que un fulgor del sol sobre las superficies de las aguas...

El Canijo, expectante de mi lectura, con su sombrero de copa, admiraba a un cazador ilustre. A mí.

...

El suelo adoquinado, las lúgubres edificaciones con pináculos y algunos, solo algunos, con portadas abocinadas. Esta parte de Yharnam no la recordaba con claridad.

No sé si era extraño, pero ni un solo ruido ni presencia era notada por mis sentidos. Solo mis zapateos, el sonido de mis ropajes chocar y el eco de mi respiración me inquietaban. Sin soportarlo un segundo más, decido sentarme en unas de las tantas escaleras que hay. Los escalones pulidos y fríos me crisparon con levedad.

Del Espacio Arcano, saqué un libro que atrajo mi atención. Abrí aquellas tapas de cuero oscuro y cuyos textos fueron violados por mi visión y curiosidad. Tan inmerso en mi lectura, una presencia sacude el largo de su abrigo, se sienta a mi lado y me quita el libro.

Carraspea― Nuestra es la vergüenza y el dolor Pero la desgracia es sólo mía; Tu amor fue oscuro y profundo, El mío fue como el amor del sol por las flores Que crea con su brillo...

«Yo era diligente para explorarte, Floreciendo tallo por tallo, Hasta que el fuego de mi creación te arrojó Quemando hacia la última frontera de la angustia, Entonces fui rechazado... Vaya ―Misha, citando con su voz angelical el libro, me deleitó y embelesó―, no sabía que estabas inclinado a este tipo de poesía ―me miró fijamente a lo cual, avergonzado, aparte la mirada hacia abajo mientras me sobaba la nuca.

―Solo me llamó la atención ―volteo a mis alrededores―. ¿Y Skirnim?

―Lidiando con una apuesta perdida ―se estira, con sus brazos posicionándolos hacia atrás y flexionando sus largas y tonificadas piernas, visibles por la adherencia de su pantalón―... Mis ojos están acá ―agita su mano en son de llamar mi atención, con la shemagh descolada de su boca, con una hermosa sonrisa pintada.

― ¿No crees que necesitará tu ayuda?

―Para nada ―sus ojos contemplaron el vacío, balanceando su Bastón Enroscado―. Es lo suficiente mayorcito para ser independiente ―vuelve a posarse en mí, su vista.

―Claro. Lamento si mi pregunta fue estúpida e impertinente.

―No me molesta ―se levanta y me devuelve el libro. Divide la hoja en varias, simulando un látigo―. Debo irme. Espero que no nos volvamos a encontrar ―hace una reverencia y se pierde en el manto nocturnal.

Mis ganas por la lectura se esfumaron así como lo hizo ella y deposité el libro en el Espacio Arcano, una bruma formada en una espiral, púrpura profunda y oscura en el centro, como los ojos de Inadie.

Intente comprobar el avance de mi eidolon en la fabricación de mis nuevas adquisiciones, y de aquella bruma salió una Lanza Fusil. Su aspecto es similar a los que yo recuerdo. Solo queda probar su funcionalidad.

Caminé en busca de oponentes y, al hallarlos, apunté a la cabeza, desde una distancia cercana debido a que ellos me iban a atacar. A lo alto, el hacha, por sobre la cabeza de quien la portaba, cae chocando contra el suelo adoquinado, mientras la cabeza se encontraba esparcida en el mismo. Tal parece que sí es funcional.

Oh, se me ocurrió algo. Almacené la Lanza Fusil en el Espacio Arcano y busqué más oponentes a derrotar.

Solo me tomó menos de tres minutos andando para hacer la siguiente prueba: disparar el arma desde el Espacio Arcano.

Corrí en su dirección, y él, repitiendo la misma acción que su compañero caído, solo se desvaneció como la bruma que apareció y lo desintegró en pedazos tan finos como el polvo, uno carmesí. Parece que el poder del tiro se potencia cuando está en el Espacio Arcano.

Deberé de hacer más Lanzas Fusiles la próxima vez.

En las Lúgubres Tierras de Yharnam - Saga HuntDonde viven las historias. Descúbrelo ahora