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Cuando llegué un chico alto y rubio estaba esperándome, nos presentamos rápidamente y le fui enseñando lo que teníamos que hacer, se se llamaba Cato y al rato de hablar con él tengo que confesar que no me pareció tan imbecil como creía. Ese día basicamente teníamos que llevar vagonetas llena de piedra de la montaña al taller de corte, después de las 5 horas de turno estábamos destrozados, pero aprovechamos para conocernos, y aunque intimidaba un poco parecía buena gente y tenía sentido del humor. Congeniamos bastante bien, y la verdad es que me alegré porque tendría que pasar con él bastante tiempo.

Al acabar fuimos a las duchas, a esta hora no había casi nadie ya, pues teníamos el último turno, así que estaban prácticamente vacías.
En las taquillas cogimos las toallas y nos desvestimos, ahí pude ver lo que estaba entrenando, tenía los músculos muy definidos, con la camiseta de trabajo se notaba algo, pero no pensé que estaría tan bueno.
Entramos a las duchas y cada uno nos metimos en uno de los cubiculos sin puerta, no era muy íntimo pero al menos te separaba algo del resto.
Entonces escuché algo que parecía venir de una de las duchas cercanas, gemidos, de un tipo,parecia que se estaba haciendo una buena paja. No era poco común que alguno de los trabajadores se masturbara, pero no montando el escándalo que este estaba haciendo.
Mire a Cato, estaba mirando fijamente a donde parecía estar el tipo, no pude evitar y le miré la polla, se estaba poniendo cachondo.
Esto si que era un bombazo, el tío estaba empalmandose por oír a uno gemir, sin darme cuenta se me puso duro por tanto mirar a Cato, la verdad que el cabrón era impresionante.

Cato salió de su trance y vio cómo lo miraba, los dos tuvimos la misma reacción, darnos la vuelta para ocultar nuestras pollas duras y hacer como si no hubiera pasado.
O eso pensaba yo...

Secretos del Distrito 2 (gay hot)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora