uno.

77 6 0
                                    

Era la quinta bebida de Lance. Whisky con jugo de piña. Aunque fuera más whisky que jugo.

Las estrellas empezaban a estar más borrosas.
El aire, helado, entró por la ventana del cuarto vacío otra vez.
Lance no bajaría de ahí. No hasta que sintiera que estaba por caer.

No hasta que el mareo y las náuseas se volvieran abundantes en su sistema.

Su madre estaría descepcionada, pero que se le podía hacer.
El celular seguía sonando.
Él seguía dejandolo sonar.
El concreto del techo de la casa de lance estaba helado, un poco húmedo por la lluvia que se presentó un rato atrás.

La silla desplegable de madera que lo sostenía estaba llena de rayones, tallados y marcas de quemaduras de cigarro. Pero sobre todo tallados.

Keith. Keith había sido responsable de varios de ellos. La navaja que le había dado su padre al cumplir catorce le había servido.

Las botellas, acumuladas en el techo, rodaban a causa de el viento.

Oh. Ahí estaba.

El punto hasta dónde Lance era capaz de llegar. No podía sostener los párpados abiertos, pero pudo dejar con cuidado el vaso de plastico al lado de la silla.

Esa noche soñó con Keith, en la moto que repararon juntos, más bien, que Lance reparaba mientras Keith tiraba otro árbol de el pequeño pueblo al norte de inglaterra.

Mientras parecía tener una sobredosis de alcohol, al moreno le pareció escuchar el tintineo de las llaves, justo como hacía Keith.

Fragmentos ; Klance ; VoltronDonde viven las historias. Descúbrelo ahora