—una ninfa de los árboles vive de mis adentros—afirma el olmo ciego y yo escucho sus silbidos babélicos erguida en su rama a punto de caerse en desgracia—. ella conoce el fondo tan bien como yo, lo conoce por mi raíz madre, larga y serpenteante que duerme en el fondo.
«ese fondo profundo. donde se hace de noche en crescendo. donde no hay verticales, ni horizontales. donde vas recto y si giras, puedes quedarte tranquila, porque todo allí tiene mismas direcciones y finales.
¿conoces ese lugar, pequeña?,
¿donde el sol te da la espalda
y te deja en la penumbra eterna?todo el mundo lo teme. es húmedo como la lágrima de la luna menguante. sientes que algo perverso gravita alrededor y te mira desde su rabillo envidioso. sientes que en tu lengua se increpa un cuervo y sus patas, filosas cuchillas, se agarran de tu úvula. pero no puedes gritar. solo ocupar los lunes pónticos, uno tras otro en una esfera lunar. en una esfera, sí, porque es igual por todas partes. y los pájaros tras haber vagado largamente en busca de un lugar en que posarse, caen en su vórtice con las alas exhaustas.
boca de sótano.
ombligo de puerta.
diálogos en tu cabeza enjambradas
como miel en la colmena.allí puedes escuchar el hueco de la boca del mar llorar. su voz rasga el cielo divino en un crujido y cae lento al abismo febril. pero no puedes hacer nada, solo sentir como arrancan tus llamas sedosas en forma de alas sangrientas abiertas a la espalda del crepúsculo. y ardes en lineas opuestas a mil pasos de cenizas, mirando al ojo espectral del eclipse.
¿como borras entonces, pequeña mía, la raíz madre si es la misma que te encierra en su oráculo y te da maná todos los días?»