Capítulo III: Infierno

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      Entonces, Alejandro se percató de la presencia de un anciano de barba y cabello largo, con la piel pegada a los huesos.

Para cuando Alejandro pudo reaccionar, el anciano había disparado una ráfaga de fuego de su mano derecha. Alejandro apenas alcanzó a agacharse, evitando ser consumido por esas llamas.

Por un momento, el chico quiso huir, pero entonces imaginó como se sentiría al apoderarse del alma de alguien poderoso: la simple promesa de la sensación que eso podría producir bastó para llenarlo del deseo de combatir.

El anciano se movía increíblemente rápido, tanto que Alejandro no conseguía seguirlo con la vista y estaba recibiendo golpe tras golpe; sus huesos se quebraban y su carne se desgarraba, su regeneración era la única razón por la que seguía con vida.

Al cabo de un minuto, recibió una poderosa patada a la vez que una bola de fuego se le acercaba. Entonces, fue como si el tiempo se hubiera detenido y de pronto lo único que rodeaba a Alejandro era una infinita oscuridad.

Apareció un espejo frente a él y se vio a sí mismo abriendo un enorme vórtice del que salieron personas con piel negra como la noche y alas gigantes de murciélago en sus espaldas. De alguna manera supo que eran demonios hechos a partir de las almas que había capturado en la Tierra.

La oscuridad desapareció y en su lugar estaba el anciano golpeándolo y quemando lo una y otra vez.

«Mi cuerpo se está regenerando más lento, supongo que esa capacidad tiene un límite y este anciano, sea lo que sea, está a punto de acabar conmigo», pensó Alejandro.

El anciano mandó a volar a Alejandro veinte metros hacia adelante con una poderosa patada. En medio del aire, Alejandro abrió un vórtice con su pensamiento, del cual salió un ejército demoníaco.

Esos demonios trataron de descuartizar el cuerpo del anciano y aunque esos esfuerzos resultaron en vano, Alejandro aprovechó la distracción para decapitar a este enemigo atacando desde la espalda.

La cabeza trató de juntarse con el cuerpo pero fueron atraídos por la fuerza de un nuevo vórtice. Así, fueron absorbidos y el vórtice se cerró.

Una energía negra fluía aceleradamente por el cuerpo de Alejandro y este comenzó a gritar lleno de dolor.

Él observó sus manos: estas ahora eran sólo huesos. Siguió captando cada detalle tanto con la vista como con las manos; su ropa se había transformado en una armadura negra y su cabeza no era más que un cráneo.

Sintió como su consciencia se sumergía en lo profundo de un océano de euforia.

─¡Yo soy un demonio! ─gritó mirando hacia los cielos y dejándose caer de rodillas. Reía y reía sin control de sí mismo.

Guerrero Inmortal Del Bajo Mundo 2 - El Juicio Del HachaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora