Capítulo II: Libertad

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     El viento soplaba y el sol brillaba intensamente sobre la azotea. Alejandro se dio cuenta que la sensación embriagante de euforia comenzaba a disminuir

«Pero esto no es cierto... no soy un rey y sólo llegué hasta aquí porque el hacha me llevó instantáneamente. Aun así, esta sensación de poder es increíble y está abandonándome poco a poco, ¿Cómo puedo obtener más?», reflexionó Alejandro.

«Este poder lo tienes por el espíritu del hombre que asesinaste que le diste al hacha, consigue más espíritus y tendrás más poder», respondió la voz mental.

«Vaya, el hacha me está hablando, una voz entre mis pensamientos, yo», respondió Alejandro.

«No soy el hacha, sino un ser atrapado dentro de la misma», respondió la voz mental.

«Ya veo. Igualmente, si lo que dices es cierto, significa que debo asesinar más gente para obtener más de esto, pero esta vez no sería defensa propia, me convertiría como tal en un homicida», respondió Alejandro.

«Te has convertido en el elegido de un hacha demoníaca de tanto potencial, algo que podría darte lo que quieras, pues serías un gigante en este mundo de endebles y consideras desperdiciar semejante oportunidad por conservar tu ética intacta. Eres estúpido, en especial por siquiera considerar que tienes la opción de retroceder a estas alturas», respondió la voz mental.

«Lo entiendo, estoy lidiando con fuerzas más allá de mi control, pero nada justifica acabar con la vida de un ser humano inocente», concluyó Alejandro.

En ese momento una profunda ansiedad lo invadió.

«Esa ansiedad que sientes aumentará a medida que pase el tiempo sin obtener más poder. Buena suerte lidiando con eso y tus propios impulsos oscuros», explicó la voz mental.

Alejandro dio por concluida esa conversación telepática. Poco después decidió usar la misma teletransportación que lo llevó hasta ahí para bajar directamente del edificio. Aunque en lugar de hacer esto de inmediato, se colocó al borde de la azotea y saltó para luego teletransportarse en medio del aire y así burlar la gravedad.

«Eso ha sido emocionante, este poder es muy útil», pensó Alejandro.

En ese momento un hombre trotaba por la calle, muy cerca de Alejandro, mientras que a este la euforia lo terminaba de abandonar y lo intoxicaba una ansiedad extrema.

«Es alguien a quien no conozco y es la única forma de deshacerme de esta desesperante ansiedad. Además, quiero volver a sentir esa euforia de antes ¡sólo un poco, es alguien que no debe importarme y yo necesito su espíritu para recuperar esa increíble sensación!», pensó Alejandro.

Sin que él se diera cuenta, llamaba la atención por tener aquella gran hacha negra en sus manos y más aún porque tanto el hacha como él tenían salpicaduras de sangre. La mayoría sólo se alejaba al mirarlo con temor, pero había un grupo de cinco policías por aquella calle cada vez más solitaria.

—Lo siento, chico, pero creo que tendrás que acompañarnos—dijo un policía rubio y alto.

Alejandro salió de su ensimismamiento y centró su mirada en los ojos azules de aquel hombre para luego examinar su vestimenta y darse cuenta que se trataba de un policía en servicio. Poco después observó que detrás de este había otros cuatro.

—No hagas algo estúpido, suelta el arma—el policía rubio extendió su mano derecha hacia Alejandro.

Alejandro intentó decapitar al policía, este esquivó el hacha para luego sacar su pistola y disparar a la cabeza de su agresor. La bala entró destrozando el cerebro de Alejandro y su cuerpo se desplomó sobre el asfalto. El policía rubio volteó a ver a sus compañeros y en ese momento Alejandro se levantó y lo decapitó.

Los demás policías no podían creer esa escena, en la que, un hombre se levantó luego de recibir un disparo en la cabeza y mató a su compañero. Antes de reaccionar, vieron como el asesino agitaba su arma en medio del aire y luego lo escucharon reír a carcajadas.

Ellos sacaron sus armas y comenzaron a disparar hasta vaciar sus cartuchos. Entonces vieron como la sangre del sujeto regresaba a su cuerpo y los agujeros de este se cerraban.

—¡Imposible, co... corran! —gritó uno de los policías.

Pero antes de poder alejarse, habían sido decapitados a una velocidad fuera de los límites humanos.

—Es cierto, ahora nadie en este mundo podrá detenerme, soy libre de tomar lo que quiera—dijo Alejandro para sí mismo.

La poca gente que quedaba alrededor había huido corriendo y gritando. Alejandro estuvo caminando por varias calles poco transitadas y cada vez que alguien lo veía, este salía huyendo, como consecuencia la ansiedad comenzaba a invadirlo mientras su euforia disminuía.

«Me he convertido en un homicida, ya no hay vuelta a atrás. No, desde un principio no había forma de regresar a lo normal de mi vida cuando fui elegido por esta hacha para ser su dueño. Cuando la euforia nubla mi pensamiento o cuando me termina de dominar la ansiedad, puedo avanzar por mis impulsos mientras olvido que más que haber obtenido libertad, me he convertido en el esclavo de mi propia adicción», pensó Alejandro.

Pronto llegó a una plaza que tenía cerca de doscientas personas. Sin preámbulo alguno, Alejandro corrió a gran a velocidad hasta alcanzar a una mujer rubia que, al igual que la mayoría de esas personas, no se había percatado de su presencia hasta ese momento y antes de que ella pudiera hacer algo, él la cortó por la mitad en forma vertical e inmediatamente usó la técnica del vórtice para absorber su espíritu.

Esa escena fue fotografiada y grabada por muchos celulares y esas fotos y videos fueron enviados a través del internet para convertirse en noticia. Todo mientras algunas personas llamaban a emergencias para que enviaran a policías a detener al «psicópata del hacha»

«No es suficiente, no logro sentir suficiente euforia para olvidar la culpa por lo que acabo de hacer ¡necesito mucho más que esto!», pensó Alejandro.

Esta vez Alejandro rebasó ligeramente la velocidad del sonido, antes de haber terminado de sonar el estruendo resultante, ya había segado el resto de vidas humanas en esa plaza y capturado cada uno de los espíritus confundidos por la repentina muerte.

—¡Sí, sí, quiero más! —gritó Alejandro.

En ese momento se abrió un vórtice que se tragó a Alejandro sin que este pudiera resistirse. Al salir del otro lado, estaba en un lugar cuyo suelo irregular estaba cubierto por ceniza y el cielo plagado de nubes negras.

Guerrero Inmortal Del Bajo Mundo 2 - El Juicio Del HachaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora