La princesa blanca

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Hace varios años de la necesidad de dos reinos por ganar poder nació un matrimonio, los hijos de los reyes se unirían por la fuerza para crear una alianza mas fuerte que cualquier otra. El príncipe estaba de acuerdo pero la princesa se resistía a pasar su vida junto alguien que no amaba, sin embargo sus esfuerzos fueron inútiles. La mujer dio a luz a una dos hijas a la que crió con un amor maternal puro a pesar de los tormentos que le causaba su marido. Un tercer hijo llegó pero la reina no pudo soportar su tortura mas tiempo y a los pocos meses del parto murió.

Weiss Schnee heredera del trono de los Schnee caminaba melancólicamente como cada mañana por los jardines del palacio. Veía en aquellos coloridos tapices una probada de la libertad que siempre había anhelado pero que por mas que hiciera nunca podría alcanzar. Su destino estaba marcado desde el nacimiento, siendo una Schnee fuer criada para grandes cosas, de una forma propia y para complacer a los demás, los demás eran su padre. 

Cuando era niña tenia la esperanza de ser tan grande como el nombre que le correspondía pero pronto descubrió que las promesas que un día realizo su madre no eran ciertas. La vida de cuento hadas que se le prometió no existía, no era nada mas que las incoherencias de una mujer que aguardaba la muerte sin poder escapar de su destino. Muerte que marca un giro tremendo en su vida y por eso no la culpaba por mentirle, seguramente ella esperaba cuidar de sus adorados hijos mas tiempo del temible ogro que era su padre, a pesar de las agonías que pasó siempre los procuro y por ello le guardaba mucho cariño. Sin embargo al irse su padre arremetió contra los tres hermanos exigiendo una perfección inhumana, cosa que su hermana mayor no telero mas escapando de casa y dejandola ella y a su hermano solos.

Puesto que Weiss era la nueva hermana mayor sus deberes habían aumentado, atosigada por cosas que una niña no debía soportar creció perdiendo la luz que un día su madre le regalo. Hasta su adolescencia lo único que se le permitía hacer era pasear en esos jardines amurallados rodeados de una docena de guardias para asegurarse de que nadie la lastimara pero sabía que en realidad no era mas que una prisionera a la que custodiaban para evitar que escapara como la convicta anterior.

Para ella imposible escapar, aun si no estaban los guardias, vivió mas tiempo solo con su padre y como tal aprendió a no desobedecerlo para no tener consecuencias. Lo único que en lo que estaba instruida era en la política y lo indispensable para gobernar un reino, si saliera al mundo exterior ¿Que haría? "Esperar a ser despedazada por los salvajes" Era la respuesta que daba su padre cuando llegaba a sugerir el hacer algo diferente a gobernar. 

Su puntual hora de paseo había concluido y su escolta personal llegaba a recogerla. Aunque estuviera en el castillo siempre que no se quedara en una misma habitación era custodiada por uno de los caballeros de mas alto rango entre los hombres de sus padre, uno de tantos lame-botas que con tal poder ganar el favor del rey harían lo que fuera, hasta matar. 

-Debemos apresurarnos princesa su padre la espera.

-Si.

A pesar de tener un extenso vocabulario se limitaba a hablar lo justo pues dentro del castillo no había con quien pudiera hacerlo de verdad. Todos los sirvientes estaban a su disposición y hacían lo que ella pidiera si no iba en contra de una orden del rey, pensaban igual que ella y nunca daban hablaban a menos que fuera por su labor. Por mas que trató de iniciar conversación con cada uno de los sirvientes que encontraba todos se comportaban de manera idéntica como indicaba las reglas que se le debía hablar a la princesa.

En minutos iniciaría las audiencias semanales que daba su padre. "Debemos mantener la imagen", le gustaba jactarse de ser un hombre benevolente, nada mas alejado de la realidad. Los ciudadanos de otro reinos oirían de generoso rey que daba audiencias personales para atender las necesidades de sus habitantes cuando en realidad los que iban o no lo conocían o eran obligados a asistir.

-Llegas tarde Weiss.

-Disculpe padre, el guardia no me notifico la hora en su momento y me ha retrasado, deberíamos cambiarlo por alguien mas competentemente.

Su madre la educo para usar su poder sensatamente, gobernar era una responsabilidad muy grande y no solamente un sin fin de privilegios, el tratar dignamente a tus subordinados sin dejar de exigirles lo justo era algo esencial, la sabiduría y coherencia en el actuar eran la base de un buen rey. En cambio su padre pensaba la amabilidad con los subordinados incitaba a sublevarse, no eran mas que alimañas que debían conocer su lugar y el recordarselos con tratos despectivos era una de las tantas labores cotidianas que hacia un rey para no perder su figura autoritaria.

Cada vez que Weiss intentaba ser amable con alguien su padre la reprendía diciendo que era indebido hablar con ellos como si de iguales se tratara, terminarían creyendo que era cierto y luego ya sabrían recibir instrucciones. Después de varias reprimendas no tuvo mas opción que hacerlo, cuando estaba en presencia de su padre se comportaba de mala manera para con los sirvientes y todos los que no ostentaran un titulo importante pero la verdad era que la hacia sentir terrible. 

-Que pase el primero de la lista, no tengo el día.

-Si su majestad.

Se encontraban en la sala del trono, una enorme habitación cubierta por las piedras mas finas y construida por los mejores arquitectos, un sitio que envidian otros monarcas. Un enorme trono al fondo del lugar y justo en el centro único en su clase pues el artesano fue mandado a asesinar luego de hacerlo, puertas de gigantesca de madera tomada de dos arboles sagrados de un lejano y pequeño reino al que sometieron hace mucho. Sin ligar a dudas reflejaba a la perfección la forma de pensar y actuar del rey. 

Un hombre entró al lugar caminando muy alegre de presentarse ante el rey, era obvio que esta sería su primer audiencia.

-Su majestad, mis ojos no son dignos de verlo.

-Si es así ¿Por que miras?

-¿Perdone su majestad?

-Guardias saquen a este hombre de aquí y encierrenlo en las mazmorras hasta la audiencia de la siguiente semana, tal vez para entonces sepa comportarse en mi presencia.

El hombre había quedado paralizado de la sorpresa, mudo e inmóvil los guardias lo sacaron a cuestas de la sala. Escenas como esas eran lo mas normal ahí, pero Weiss no podía acostumbrarse a ellas. Cada vez que veía a su padre maltratar a las personas por la mas mínima provocación sentía una falta de que una enorme roca aplastaba su pecho impidiendo que respirara y sus ojos eran inundados por lagrimas que debía secar sin que su padre las notara para no hacerlo enojar y que solamente tuvieran un peor destino los siguientes visitantes. 

Se cuestionaba si así se sentía su madre casada con un monstruo como aquel, unida a la fuerza a una vida en la que era solo una prisionera de un tirano que sentía que estaba por encima de todo y de todos. Y que ademas sufría en silencio para que ella y sus hermanos pudieran disfrutar de la vida sin los tormentos de su padre. 

El resto de audiencias fueron mejor o peor pero muy similares, a veces era un destino mas cruel hablar con el rey solo para que terminara diciendo que te quitaría tus vienes o que toda tu familia seria reubicada para cumplir con las expectativas de lo que se pedía.

Lo que quedaba del día eran lecciones sobre como gobernar impartidas por sabios de todo el mundo y un par de horas acompañando al rey en lecciones particulares de como "gobernar". El día a día se volvía cada vez mas eterno para una joven que se resignaba a tener que vivir atada a la voluntad de su progenitor hasta que uno de los dos muriera.

Blanca nieves y la cazadoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora