EL NIÑO DE LA BOCA COSIDA

EL BOSQUE DE DELANTE DE MI CASA

Había un frondoso bosque delante de mi casa. Tenía unos árboles enormes con troncos de la misma anchura que mi cuerpo ante mi.

Cuando me adentré en él reinaba la oscuridad. Veía poco. Pero ese poco eran siluetas que veía por el rabillo del ojo que cuando me paraba a mirarlas, desaparecían. En ese momento me entró el hambre y decidí volver, pero había un problema. Da igual cuanto caminara la casa nunca aparecía. Este bosque se había vuelto eterno.

Empecé caminando lento, luego normal, luego rápido y acabé corriendo, nervioso y confundido. No encontraba mi casa por ninguna parte. Corría para un lado y para el otro, pero nada. Me senté, cerré los ojos e intenté recordar el camino.

Conseguí acordarme de un poco. Todo de frente hasta llegar a un árbol pequeño. Allí giro a la derecha hasta llegar a mi casa, pero lo que no sabía es donde estaba yo ahora.

Después de mucho tiempo buscando me rendí. Me acosté en la hierba y me eché una siesta. Al siguiente día seguiría caminando.

Soñé que encontraba mi casa. Que toda esta pesadilla se acababa. Soñé como mis padres me abrazaban, como mi hermano se despedía con un abrazo y como dormía con total tranquilidad sin escuchar ningún ruido.

Cada poco me despertaba por un picor en la rodilla. Tenía un grano de algún insecto. A lo mejor de araña o de mosquito, aunque para ser de un simple mosquito era insoportable.

Soporte varias veces el picor hasta que perdí la paciencia y me levanto al completo para rascarme, pero delante de mi cara me encontré una muñeca sujetando otro cartel que ponía: "El juego continúa".

Bufo y me levanto. Le doy una patada a la muñeca, pero siento como algo me muerde el tobillo de inmediato y tras asustarme, corrí lo más rápido que pude.

Caminaba y caminaba sin esperanza alguna de encontrar mi casa, pero menos tenía de encontrar un enorme muro con una frase grabada: "Detrás de ese muro se encuentran tus familiares". Yo quería escalarlo, pero tenía muchos metros de altura y su textura era lisa. No tenía ni una sola roca salida de su sitio que me sirviera como presa. Era imposible de escalar, pero iba a conseguirlo cueste lo que cueste.