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Berlín 1961

Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho... la maestra de ballet nos marca el tiempo, mientras nosotras nos apoyamos con una mano a la baranda puesta frente al enorme espejo de la sala de ensayo. Uno, dos, tres, cuatro... sigue diciendo sin parar, y nosotras obedecemos cada tiempo, estirando nuestros pies, doblando nuestras rodillas, moviendo nuestros brazos con la misma delicadeza de un cisne.

-Vamos... -dice aplaudiendo-. Primera posición, segunda... demi plié... grand plié... relevé, tercera posición...

Sigo su voz de memoria, de hecho me sé la coreografía desde hace tiempo, ya que he estado practicando día y noche por este papel. Flexiono mis piernas, mis pies están estirados, luego subo y me pongo en las puntas de mis dedos, elevando mis brazos, para luego volver a bajar.

-Serenity, Beryl, Luna, Neherenia -llama a las que estamos postulando al papel protagónico del "Lago de los cisnes"-. Vamos, a practicar el Pas de Quatre.

Las cuatro avanzamos hacia el frente, nos tomamos las manos y empezamos a desplazarnos por el suelo al ritmo de la música. Uno, dos, tres, cuatro... hacia un lado, luego al otro, piernas flextadas, punta, pie, punta, pie... elegancia, distinción, cabeza erguida, mirada al costado, perfección...

Me encanta la música, el sonido de las teclas del piano es un deleite para mis oídos y me conduce con suavidad a realizar mis pasos más fácilmente. Solo me dejo llevar por mi instinto, ya que desde hace mucho sé que tengo una habilidad innata para seguir el ritmo de las melodías. Cuando nos detenemos, las cuatro nos soltamos las manos y recuperamos la respiración. Tengo el corazón acelerado, ya que hoy es el gran día y sé que la maestra está a punto de dar el anuncio tan esperado, pues sale de la sala en busca de los chicos. Suspiro y me limpio la frente con el dorso de mi mano, mientras las demás chicas me miran de reojo.

-¿Estás nerviosa? -me pregunta Luna con dulzura. Su largo cabello negro apenas puede atarlo bien para bailar ballet, por lo que lleva dos bombones sobre su cabeza, igual que yo. A su lado está su hermana Neherenia, que me mira por encima del hombro.
-Sería increíble que ganaras el papel de Odette siendo una becada -me dice sin pelos en la lengua, despreciando mi origen.
-No la molestes, ella tiene un talento único, eso lo sabes hasta tú -la reta Luna, sacándole la lengua al final.
-Gracias Luna, pero creo que el papel debe obtenerlo quien lo interprete mejor, no quien pague más en la cuota de la Academia -me defiendo, cruzándome de brazos, mirándola a los ojos.
-¿Y crees que eres mejor que yo?
-No lo creo, lo sé...

Nos quedamos ahí, frente a frente hasta que la maestra entra una vez más a la sala, seguida de los bailarines varones. Diamante, Zafiro y Artemis caminan hacia nosotras y todos nos quedamos en silencio. El chico de cabello plateado me mira con sus ojos violeta y esboza una sonrisa de lado, moviendo su cabeza en son de saludo. Lo conozco desde que entré a la academia hace cinco años y nos llevamos muy bien, él desea que seamos Sigfrido y Odette, me lo ha dicho varias veces. Me ha asegurado que le es más fácil bailar conmigo. Yo solo me limito a saludarlo alzando mi mano en su dirección, sonriendo levemente.

Sin embargo, cuando creo que al fin la maestra nos dará los papeles, alguien más entra en la sala. Sus pasos seguros y largos me demuestran que no es un bailarín, porque es mucho más tosco en su forma de deslizarse, algo que no está permitido dentro del ballet. Su cabello se mueve al compás de sus pasos y sin querer me fijo en su traje azul marino que le queda a la medida. Avanza ordenando los puños de su impecable camisa blanca, como si se tratara de alguien importante. Lo miro con el ceño fruncido, me molesta que alguien de afuera interrumpa nuestro ensayo, mucho más cuando están a punto de darnos la noticia de nuestra vida. Giro mi rostro en señal de descontento, pero la maestra golpea sus manos en evidencia de que necesita nuestra atención. Entonces, me veo en la obligación de mirarlo directamente, girando mi rostro hacia el suyo. Es en ese instante que algo extraño sucede, nuestros ojos se encuentran y ambos los abrimos de asombro. No sé porqué, pero en mi caso una corriente eléctrica me recorre la columna al apreciar aquel tono azul en sus iris que nunca antes había visto. ¿Qué demonios significa eso? Me sacudo, temblando ante el escalofrío y me estiro de forma apropiada, disimulando mi impresión. No puedo parecer una chiquilla en este momento, menos cuando mi futuro depende de que consiga este papel.

Amor prohibido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora