𝑰𝑽

521 51 2
                                    

Berlín 1961

Los días que he pasado lejos de casa se me han hecho agotadores. Me levanto a primera hora para empezar los ensayos en la Academia, evitando encontrarme con Serenity, ya que ella ha dejado claro que no le gusta mi presencia. Por lo general, practico en una sala a solas hasta que la maestra me llama para hacer el ensayo general.

Ahora, estoy concentrado en seguir los tiempos que han adecuado a las bailarinas, intentando memorizar el ritmo. Mis dedos se deslizan sobre las teclas, llevándome a un lugar más feliz, donde no estoy solo, donde tengo amor. Es difícil estar aquí, todos los días son lo mismo y empiezo a cansarme de eso, aunque esté haciendo lo que más me gusta.

Miro el reloj de pared y veo que ya es tiempo de que la maestra me llame para el ensayo, pero el estómago se me retuerce de solo saber que será Beryl quien entrará por la puerta en unos minutos. Esa chica está intentado llamar mi atención desde el día que llegué, pero más que eso, se ha llevado toda mi aversión, ya que solo oír su voz me desagrada. Se nota que es arrogante y engreída, mucho más de lo que ha sido Serenity conmigo.

—Endymion —escucho su voz empalagosa desde la puerta, y solo deseo desaparecer—. Ya es tiempo de que nos acompañes en la sala principal —me dice, caminando hacia el piano con exagerada coquetería, moviendo sus caderas de un lado a otro.
—Claro. Ya voy —respondo, evitando mirarla directamente.

Me levanto y saco mis partituras para llevarlas conmigo, sin prestarle mayor atención, pero ella se acerca tanto que casi puedo sentir el calor de su cuerpo pegado al mío. La miro con el ceño fruncido ante su poco respeto a mi espacio personal, sin embargo, ella sonríe de forma coqueta, mientras se apoya en el piano.

—¿Por qué te pones nervioso cuando me acerco a ti? —me pregunta tan cerca que casi puedo sentir su aliento, a la vez que desliza su dedo por mi brazo—. No haré nada que no quieras...
—Por favor, Beryl, preferiría que mantuviera la distancia conmigo. Solo quiero hacer mi trabajo.
—Pero nadie nos impide divertirnos un poco. Sabes que me gustas... —dice, acercándose a mi rostro más de lo que debería permitirle—. Estoy dispuesta a todo por ti, Endymion.

Beryl toma mi corbata y la tira para reducir a nada los centímetros que nos separan, pero no dejaré que se salga con la suya. He intentado ser lo más caballeroso con ella, pero creo que ya es tiempo de dejarle claro que no obtendrá nada de mi. Tomo su mano con la mía, intentando ejercer un poco más de fuerza que ella y la miro con absoluta seriedad.

—Creo que no ha querido entender mis indirectas, así que seré muy claro... no tengo intenciones de tener algún tipo de relación que no sea laboral mientras esté trabajando en la Academia. ¿Le queda claro?
—Pero... ¿quién habló de tener una relación? —se defiende, sonriendo.
—No quiero ni necesito nada de usted, así que es mejor que se aleje de mi.
—Está bien. Entiendo lo que dices. Pero, te aseguro que tarde o temprano vendrás a mi, Endymion —asegura, tirando una vez más la corbata hacia ella cuando siente que aflojo el agarre sobre su mano.

Solo siento que deja un beso en mi mejilla, muy cerca de mis labios, lo que me causa un desagradable escalofrío, el que se intensifica al ver a Serenity de pie en el umbral de la puerta. ¿Qué hace aquí?

—Perdón que interrumpa, pero la maestra me mandó a buscarlos —explica, mirándonos con seriedad. Puedo ver un brillo de decepción en sus ojos, lo que me provoca desazón, aunque no debería importarme.
—Oh, gracias Serenity. Lamento que te hayan enviado a ti, pero tenía que hablar algo importante con Endymion —asegura, Beryl, pasando sus manos por las solapas de mi chaqueta, fingiendo que las ordena con demasiada confianza, mientras me sonríe.

No digo nada, solo la miro con profunda molestia y me separo de ella de inmediato, tomando mi carpeta con partituras. Me alejo del piano, caminando hacia la puerta y me detengo esperando que Serenity avance hacia la sala, pero solo puedo ver su mirada de desagrado hacia mi, hasta que gira su rostro haciéndome un claro desprecio.

Amor prohibido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora