𝑽𝑰

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Berlín 1961

Es tan difícil lidiar con esta situación. Cuando acepté este trabajo, lo hice más que nada porque mi madre insistió mucho en ello, aduciendo que Zoicite era un muy buen amigo de mi padre, que esta era mi oportunidad de agradecerle, que no podía quedarme en casa sabiendo la necesidad que tenían en esta academia de un pianista. Suspiré y medité mucho la situación, sopesé los pro y los contra, me informé de las restricciones al venir a este lado de Berlín, pero nunca imaginé que al final todo mi profesionalismo se vería afectado por una bailarina... Serenity... con todo el distanciamiento que he guardado a este tipo de personas, con todos los prejuicios que me formé hacia esas chicas vanas y ególatras, con todas mis barreras levantadas al máximo, aún así ella ha logrado desestabilizar por completo mis convicciones.

—¡¡¡Ahhgg!!! —mascullo molesto, sacudiendo mi cabello, mientras camino de un lado a otro de la habitación.

Parezco un león enjaulado y como no, si ella se ha dedicado a ignorarme por cuatro días seguidos después de haberme besado. ¡Ella me besó! Y luego, solo se hizo la distante una vez más, evitándome por completo. Pero, de este día no pasará, no puedo permitir que se salga con la suya cuando aún me debe una explicación.

—No puedo creerlo —susurro a la vez que suspiro, mirando por la ventana la calle vacía, pensando en mi ilógica situación.

No vine aquí a formar una relación con nadie, sé que debo regresar pronto, que cruzaré una vez más la cerca hacia el lado donde vivo y quizás nunca más la vuelva a ver. Nadie sabe qué nos depara el futuro, pero la incertidumbre de la situación de la ciudad es palpable, por eso todos sabemos que no queda mucho tiempo antes de que tomen alguna decisión más concreta y definitiva.

Mientras me pierdo en mis pensamientos, veo a la causante de toda mi preocupación caminando veloz por la calle. Una vez más está huyendo de mi. No entiendo como lo hace para levantarse tan temprano, ensayando sin descanso, sin horas de comida... es inhumano. La observo envolverse en su abrigo, abrazándose a sí misma para sobreponerse al frío de la mañana. Su cabello atado en un coleta ondea con su paso apresurado, mientras gira en la esquina, perdiéndose de mi vista. Pero, no más, hoy es el último día en que me deja atrás, debo saber qué está pasando, debo averiguar qué le sucede, cuál es el motivo de su rechazo, con mayor razón ahora que solo nos quedan dos semanas para el estreno.

Tomo mi chaqueta y salgo apresurado hacia la sala, donde me encuentro de golpe con Lady. Ella mira por la ventana que está al lado de la puerta de entrada, sosteniendo la cortina entre sus blancos dedos, a la vez que suspira con pesadez. Cierra sus ojos y baja la cabeza, negando con lentitud.

—Aún no puede superar su dolor —dice casi en un susurro, levantando su vista al final de su frase, mirándome directo—. Le pido disculpas por su comportamiento.
—No... usted no tiene que disculparse por nada.
—Es mi culpa... ella no estaría en esta situación si no fuera por mi —me cuenta, apretando su mano en la cortina.
—No sé qué es lo que le pasa a Serenity, pero no creo que sea por su enfermedad. Ella ama bailar ballet, se nota que es su vida.
—Eso es verdad. El ballet es su vida, pero, ha transformado su pasión en su peor verdugo.
—¿Qué le pasó? —me atrevo a preguntar, mirándola con seriedad—. Perdón, pero me cuesta entender la actitud de Serenity.
—Creo que ha sido la suma de algunos acontecimientos desafortunados, pero... no creo que sea yo quien deba...
—Lo siento. Es verdad, no debí preguntar —acepto, desviando mi mirada en evidencia de mi arrepentimiento—. Entiendo que no sea apropiado que usted me cuente sucesos que han afectado la vida de su hermana.
—No es eso, Endymion. Es solo que creo que ella va a hablar con usted muy pronto. Por favor, solo téngale paciencia.
—¿Usted sabe algo de lo que está pasando? —le pregunto, porque no tengo idea hasta donde confía Serenity en ella.
—Quizás... mi hermana es muy hermética, pero, he aprendido a leer sus ojos y ellos nunca han sido capaces de mentirme.
—Entiendo. Bien, seré paciente. Nos vemos más tarde, Lady. Ha sido un gusto verla esta mañana.
—Endymion... ¿puedo confiar en usted, verdad? —me consulta justo antes de salir, obligándome a mirarla una vez más.
—Por supuesto —le aseguro con convicción.
—Entonces, le daré un consejo. Sea más decidido que ella, eso la desestabilizará. No está acostumbrada a que sean firmes o a que le lleven la contraria, por eso tiende a ser tan fría, pero, en el fondo es la chica más dulce que existe —revela con decisión.
—Gracias... creo que ya he visto una pequeña parte de esa faceta suya —le respondo, esbozando una sonrisa sincera, que alivia un poco su tensión.

Amor prohibido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora