Capítulo I.

1.3K 94 6
                                    

La noche era inusualmente oscura a través de las pequeñas ventanas, al menos eso fue lo primero que Harry notó cuando se despertó una vez más de su pesadilla, ese sueño que ya había tenido por lo menos un par de semanas y que aún no dejaba de perturbarlo. Tomó sus gafas de la mesilla de noche y miró a sus costados para asegurarse de que nadie más había despertado, los ronquidos de Ron y las cortinas de los doseles cerradas le confirmaron que era el único chico despierto a esa hora, por lo menos en su habitación.

Una delgada capa de sudor frío cubría parte de su rostro y cuello, por lo que decidió ir a lavarse la cara luego de permanecer unos minutos yaciendo en su cómodo colchón, mirando al techo blanco y las capas de pintura agrietadas. Se calzó unas pantuflas y con pasos suaves se encaminó hacia los baños iluminado por el lumus que conjuró apenas se alejó de la vista de sus compañeros de dormitorio.

Cuando llegó, se miró con atención en el espejo gigante  y se dio cuenta de que unas bolsas negras se empezaban a notar debajo de sus ojos. Se recriminó a sí mismo por ello, pensando que si fuera un poco más fuerte mentalmente no se sentiría tan afectado por las cosas que pasaban a su alrededor; había una vibra mártir en él incluso si trataba de negarlo, pero era parte de su personalidad y circunstancias, se dijo.

Se enjuagó la cara y se miró una vez más. Su expresión era de un profundo cansancio que la caló hasta los huesos y también de conocimiento, porque sabía que no faltaba mucho para que Hermione se diera cuenta de los constantes desvelos que lo aquejaban, así que un suspiro cansino salió de sus labios al pensar en ello y la reacción que vendría después, esa preocupación insistente a la que estaba acostumbrado, pero lo irritaba de todas maneras.

Trató de conciliarse con la idea de él mismo de esa manera, pálido, sin ganas, tal vez un poco retraído, con su ferocidad y libertad olvidadas en algún rincón, sofocadas por su ánimo decaído. Su reflejo hizo una mueca y sin poder evitarlo, dio unas suaves palmaditas a sus mejillas delgadas, tomando un ligero sonrojo por un breve momento antes de que el color abandonara de nuevo su tez.

Regresó a la habitación y de su baúl sacó una camiseta desvaída que solía ser café. Se la cambió sin mucho pensárselo, consciente de que pronto se encontraría con los ojos curiosos de Dobby mientras en silencio se llevaba su ropa para lavarla. No sabía por qué, pero la idea de que alguien se diera cuenta de que algo lo mantenía despierto y alerta, le provocaba cierto rechazo; había cosas que solo quería mantener para él mismo por muy poco sanas que fueran, todos tenían derecho a tener la privacidad de su mente y secretos inocentes, incluso alguien como él.

Se dejó caer en el colchón y se acomodó de nuevo en su cama, intentando conciliar el sueño otra vez, boca arriba y con una posición incómoda, la almohada grumosa bajo su cabeza no le permitía descansar bien ni encontrar la posición ideal para caer en la inconsciencia, probablemente también era culpa de su mente despierta y su terquedad de arriesgarse a caer en los sueños malos otra vez, pero tenía que descansar o al menos hacer el intento. Cerró sus ojos y trató de no pensar en nada, los ronquidos de Ron ya habían cesado y fueron remplazados por respiraciones pesadas. La brisa fresca de la noche lo comenzó a arrullar, la sensación de la frazada afelpada contra su piel era reconfortante y el sueño le ganaba. Ya se encontraba más dormido que despierto cuando escuchó algo, un susurro suave en su oído.

No pudo mantenerse despierto y durmió lo que restaba de noche plácidamente, esta vez sin pesadillas. 

Susurros [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora