Capítulo XI.

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Harry fingió estar dormido cuando Seamus y Dean despertaron temprano esa mañana. Con una actitud adormilada lo bastante creíble como para que nadie sospechara de su no tan descansada noche, se alistó para sus clases de ese día.

En su camino al salón de transformaciones y recluyéndose de cualquier persona que no fuera él mismo, se ocupó en pensar sobre esas palabras que llegaron a él como una suave brisa algunas horas atrás.

La certeza de que algo pasaba con Draco Malfoy lo inundó. No sabía desde cuando, pero la presencia característica del rubio había cambiado y aunque ya había aceptado la idea de que el Slytherin quizá estaba actuando para bien, seguía siendo una gran incógnita que se sentía atraído a resolver.

Con rapidez Harry apresuró sus pasos, y caminando entre algunos de sus compañeros que se dirigían también a sus aulas por el transitado pasillo, llegó al salón en donde la puntual profesora Mcgonagall se encontraba esperando.

La saludó con un suave ademán y antes de voltear hacia alguna de las mesas libres para tomar asiento, pudo notar la sorpresa en el rostro un tanto cansado de su jefa de casa.

Harry, infantilmente no pudo evitar sentirse ofendido. Quizá si no hubiera una guerra mágica en curso que lo arrastrara constantemente, tendría tiempo de llegar temprano a sus clases. Hizo una mueca mientras esperaba a que el salón se llenara con sus ruidosos compañeros.

La clase pasó sin más. A su lado se sentó Neville, y aunque el chico le caía bien y era sumamente agradable, no pudo entablar una conversación porque su mente estaba atiborrada de la guerra, Malfoy y los cambios de Umbridge en el que consideraba Harry como su hogar.

Miró la hora después de que la clase aburridamente concluyó. Él sabía que no eran más de las once de la mañana, pero la urgencia de que atardeciera comenzaba a picar cuando pensó en el mensaje de su enemigo, ese que vino la noche anterior en un susurro que flotaba alrededor de él, como un soplo de aire con una nube de magia que había dejado detrás rastros de su suave esencia como evidencia.

Resopló, ligeramente más animado que en días anteriores, aunque un poco tenso por el próximo encuentro.

Sincerándose con el mismo, no sabía qué esperar del repentino deseo del Malfoy de hablar con él, no sabía lo que el rubio tenía que decirle y no sabía el porqué del secretismo de los que ya había confirmado, eran mensajes solo para él.

Se distrajo, o eso intentó. Cuando esperas a que suceda algo, percibes el paso del tiempo con una agónica lentitud, esperando a que llegue el momento, pero incapaz de hacer cualquier cosa más que esperar. Harry se tuvo que conformar con seguir su monótona rutina.

El día completo se sintió eterno luego de una oscura madrugada interrumpida y una mañana y tarde tediosas. A medida que el tiempo avanzó, la desesperación de Harry no hizo otra cosa más que volverse más y más evidente hasta que victoriosamente el tempus le indicó que eran las 8:37 de la noche.

Con su capa de invisibilidad puesta y los nervios a flor de piel, se escabulló de su habitación y de su sala común hasta que, recorriendo los pasillos por las rutas que aprendió gracias al mapa de los merodeadores, llegó a la torre de astronomía.

Subió los peldaños de piedra tratando de hacer el menor ruido posible, su nerviosismo no le permitió quejarse de la cantidad de escalones para acceder a la parte más alta de la torre, porque estaba totalmente alerta en caso de cualquier otra presencia que no fuera la del Malfoy.

Cuando llegó al último tramo vislumbró los rubísimos cabellos de su enemigo brillando encantadoramente bajo la potente luz de la luna llena que se asomaba por el cielo oscuro, inundado también de centenares de estrellas. Harry se detuvo en el filo de la puerta y sin darle tiempo a quitarse la capa o a notificar su presencia, Draco giró bruscamente, quitando con ello la posición relajada que tenía antes, casi rompiendo el encanto de la escena y adoptando una pose imponente.

El moreno se exaltó por la brusquedad en los movimientos del Malfoy, titubeó un poco antes de tomar tímidamente la orilla de la capa y quitársela de encima. Los nervios que había olvidado por un momento volvieron y lo azotaron con fuerza, quedando un tanto incómodo mientras una burbuja de silencio comenzaba a inundar toda la habitación.

Conectó su mirada, suavemente inundada de confusión, con la convicción de los ojos grises del Slytherin. Estrujó un poco su varita antes de guardársela en el bolsillo de su arrugado pantalón y respirar con fuerza. Avanzó un poco, introduciéndose de lleno en el frío salón de piedra en dónde Draco seguía anclado en su lugar.

Esperó a que el rubio hablara, notando por segunda vez una grieta en su máscara de prepotencia que ahora sabía, no era verdadera. Un atisbo de vacilación en la expresión del Slytherin hizo que Harry suspirara internamente, sabiendo que quizá lo que su compañero tenía que decirle era algo tan importante como para pasar por alto todos sus años de enemistad y riñas.

- Yo - comenzó Draco con su usual seguridad, aun cuando se notaba todavía dubitativo por lo que estuviera a punto de hacer - necesitamos hablar - sentenció.

Incluso avecinándose esa situación en su mente, Harry no pudo evitar la sorpresa. Sin ser capaz de hacer otra cosa más por lo ajena e irreal que le resultaba toda esa situación, asintió como respuesta, esperándose otra noche larga, aunque también para su alivio, una noche con una plática que esperaba fuera sincera, una nueva oportunidad para conocer la maraña de matices que era el Slytherin y algunas explicaciones a sus recurrente dudas que en ese momento, no tomaron tanta importancia y dejó en el fondo de su mente.

Susurros [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora