Capítulo XIV.

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Draco recargó su cabeza en la palma de su mano mientras leía la carta que su padre le había mandado muy temprano en la mañana. Sabía de las manías y hábitos de Lucius y él inconscientemente adoptó muchos de ellos durante su crecimiento. Hizo todo en automático y cuando los rayos de luz de la mañana apenas empezaban a filtrarse por el castillo, él ya estaba esperando al búho real de la familia, ese que estaba coludido con el ministerio, con Umbridge y con algunas figuras de poder dentro y fuera del castillo, lo que le permitía tener ciertos privilegios por sobre otros estudiantes de los que, en otro momento, no hubiera dudado en alardear.

Simplemente pensó en que era en realidad afortunado de que su correspondencia no se registrara como la de sus compañeros, que sus cartas no fueran interceptadas y en general, que él gozara de una privacidad que otros estudiantes no podían ni siquiera desear y que tampoco sabían que no tenían. Era incluso triste que todos los demás, los que no estaban medio metidos en la guerra, ignoraran lo vigilados que estaban.

El cuerpo del pergamino pretencioso no era más que una carta normal, de esas más bien casuales preguntando sobre cosas banales y el día a día; Draco pensó en que era un divertido contraste con las creencias de muchos magos y brujas que habían puesto en tela de juicio los cuidados y atención que Lucius dedicaba a su unigénito como resultado de su actitud severa y el poco interés que tenía en cosas irrelevantes que no fueran los bien calculados negocios y estrategias que hicieron de sus empresas, un comercio tan rentable.

Draco miró su habitación, como queriendo comprobar que no hubiera nadie ahí, que no había nada fuera de lugar; en esos días no se podía fiar de nada y rápidamente se enfocó en dar un segundo escaneo solo para estar seguro. Dio un suspiro cuando confirmó que estaba solo, agradeciendo un poco seguir en las sombras, fuera del radar de cualquier ajeno que pudiera resultar en un enemigo.

Se preguntó si siempre viviría en la incertidumbre, pero pronto se resignó a que no había manera de saberlo. En la soledad de su cuarto se recostó en su mullida y solitaria cama matrimonial, mirando la luz verdosa que se filtraba por las ventanas con vistas al fondo del lago, secretamente admirando todavía al gran calamar que de vez en cuando se dejaba vislumbrar en su recorrido por los alrededores del castillo.

Sonrió un poco cuando la idea de despertar a Theo y a Blaise para que apreciaran a la criatura se cruzó por su mente, aunque pronto desechó el pensamiento, estaba casi seguro de que ambos seguían profundamente dormidos en sus habitaciones, después de todo, la noche anterior habían pasado el rato en un complicado juego de ajedrez con Pansy y Crabbe.

Sus ojos ardían un poco, se sentía cansado porque su reunión en la sala común se alargó hasta pasadas de la una de la madrugada, pero él se despertó a las cinco en punto para recibir la correspondencia de su padre, puntual en la lechucería a las cinco con cuarenta.

Aguantó un bostezo, sabiendo que tenía que revisar, decodificar y revelar la verdadera carta con la información que su padre quería comunicarle entre capas de palabras y un código secreto como una precaución. No reunió el valor, Draco se sentía agotado y no sabía si era por pretender, ser en extremo cuidadoso con todo lo que decía, hacía y mostraba o si simplemente le comenzaba a afectar la situación tambaleante de la escuela, su vida personal y su familia.

Se sobó el puente de su nariz recta considerando la idea de dormir un poco más, al menos con eso podría arreglar un poco su cansancio, pero conjuró un Tempus y se dio cuenta que ya había pasado más de media hora reflexionando y que aún no había hecho nada.

Acomodó las pocas cosas fuera de lugar en su habitación y guardó en un compartimento secreto de su baúl el pergamino con la carta de su padre, más tarde la interpretaría y redactaría su respuesta camuflada entre un aburrido resumen de su semana, por ahora simplemente se enfocaría en ir a despertar a Theo y quizá también a Pansy, Blaise seguro que ya se estaba alistando, y los convencería de dar un paseo antes de sus clases.

Susurros [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora