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—Saldré un momento— dijo el chico a nadie en específico, ya que Kaminari se encontraba fuera haciendo lo que sea que hacía Kaminari en sus días libres.

Izuku salió de lo que consideraba su hogar, y empezó a caminar en silencio, el sol se estaba poniendo y el cielo se empezaba a oscurecer.

En su mano derecha descansaba un ramo de flores, y en su mano izquierda tenía una canasta de picnic, caminaba con su cabeza baja, como si no quisiera llamar la atención.

Aún así, varias personas le reconocieron, y se apresuraron a quitarse de su camino; él se mantenía sereno, pensando cuidadosamente en las palabras que diría.

Habían pasado años desde la última vez que la había visto, no podía evitar emocionarse y dejar que su mente divagara entre diferentes situaciones.

Cuando llego a su destino, se sentó y dejó el ramo frente a ella.

—¡Cuanto tiempo sin vernos!— exclamó el chico

Izuku Midoriya se encontraba frente a la tumba de Inko Midoriya.

En su cara se dibujaba una sonrisa un tanto espeluznante, y de sus ojos caían miles de lagrimas, pero él era ajeno a estas.

—Han pasado... ¡Puff! ¿Dos años, desde la última vez que nos vimos?— recordó mientras leía lo que decía la tumba.

Inko Midoriya
Una amada hija, esposa y amiga

Así que no te considerabas mi madre, Huh— murmuró el chico al notar las inscripciones. —¡Bueno, supongo que no puedo hacer nada sobre eso!

Abrió su canasta y de ahí sacó una copa junto a una botella de vino, se sirvió un poco y otro poco lo vertió en la tumba de su madre.

—Solo porque a pesar de todo tenias razón, yo no me podía convertir en un héroe— le dijo con cierta malicia en su voz.

Izuku Midoriya amaba a su madre, por supuesto que lo hacía; pero no podía evitar sentir cierto rencor hacia ella.

Él se había rendido con su sueño, pero ella se había rendido antes con él.

Levantó su copa al aire, e inmediatamente tomó un trago de esta, trago el vino e hizo una mueca mientras miraba fijamente el resto de la botella.

—Jamás entenderé como las personas toman esta porquería—dijo mientras cerraba la botella y la dejaba junto a la piedra, haciendo que regresara su mirada a esta —¿Acaso lo viste venir?

Las lágrimas no paraban de salir, pero él seguía hablando, seguía hablando como si, irónicamente, esta vez le pudiera escuchar, cuando jamás le escucho antes.

—¿¡Acaso no te diste cuenta cuanto me lastimaba cada una de las palabras que me decías!?— reclamó —¡¿Acaso pensaste en como me sentía?!

Cuando paraban sus gritos y sollozos, solo se oían los pájaros cantando y algunos pocos carros que transitaban por la calle; pero aún así, no había ninguna respuesta a sus preguntas.

—Yo... Yo no quería ser un villano— susurró el chico mientras abrazaba la piedra —Mi sueño era ser un héroe.

Si...— dijo una voz sarcástica detrás suyo —Sin embargo, fuiste muy débil para luchar por lo que querías.

Izuku se giró de un golpe, y en ese momento lo vio, Ground Zero estaba frente a él, mirándolo con cara de pocos amigos y con los brazos cruzados.

—¿No tienes nada mejor que hacer?— le pregunto Izuku mientras regresaba su mirada a la timba de su madre, activó su particularidad solo para asegurarse que Ground Zero no hiciera ninguna explosión.

El hombre rubio no respondió, se sentó a un lado y tomó la botella de vino que había dejado frente a la piedra, la abrió y le dio un largo trago.

Midoriya no dijo nada, se quedó mirando la tumba con una mezcla de rencor, amor, y lástima; Ground Zero le dio otro trago a la botella.

—Inko Midoriya es de las mejores personas que conozco— dijo el hombre después de unos momentos, Izuku le miró fijamente.

Había usado el verbo es, lo que quería decir que estaba viva en su línea temporal... la original

¡Oh!— exclamó sarcásticamente Midoriya —¡Se me olvidaba que esta línea no debería de existir, ni yo, sino más bien un Izuku Midoriya perfecto, ¿no?!

—Escúchame mocoso— dijo Ground Zero —Es cierto, nada de esto debería de suceder; pero el Izuku Midoriya de aquella línea también eres tú

Cuando lo veía de esa forma, le parecía un poco tonto; cuando era pequeño siempre pensó que su futuro era ser un héroe, pero ahora le parecía ridículo pensarlo siquiera.

—No...— dijo —No soy yo... jamás seré yo...

Ground Zero no supo que decirle, así que ambos se quedaron en silencio contemplando como el sol se reflejaba en la Tumba de Inko Midoriya.

Ground Zero se retiro sin hacerle nada, y le dejó estar de luto.



Arreglando el futuro | BNHADonde viven las historias. Descúbrelo ahora