Capítulo 9. Infortunio.

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Charles.

La exposición no podía ir mejor, muchas personas se acercaron a mi para preguntar sobre mis pinturas y sobre mi técnica, otras para alabar el magnífico trabajo hecho en ellas y otras más interesadas en llevar alguna a casa. Me sentí dichoso, no había tenido contacto con tantas personas, todos fueron amables conmigo y la gran mayoría se agachaba para quedar a mi altura y verme a los ojos durante la conversación.

Erik se veía esplendoroso, tan elegante y siempre a un lado mío, ya riendo por mis ocurrencias o dándome algo de beber o comer. Tuve que dar unas palabras de agradecimiento y también contar el proyecto que estábamos por echar a andar, mi perspectiva de la vida y la inspiración tras cada pintura, nunca me sentí mejor.

Me entrevistaron un par de veces y hasta me sugirieron hacer un libro para darle realce a la labor del "Instituto Xavier para pintores de boca y pie". Al pensarlo y decirlo en voz alta no sonaba tan mal, pero me sentía joven para dar alguna opinión, solo podría contar mi historia pero eso sería trivial. Probablemente más adelante y después de tener mis primeros alumnos y colaboradores, podría escribir un anecdotario sobre la vida de pintores como yo.

Estaba agotado al final de la exposición, Bernini me abrazó antes de partir y me aseguró que todas las obras habían sido vendidas. Ese golpe de emoción y adrenalina me hizo aceptar la invitación de Erik a uno de mis restaurantes favoritos, a pesar de que mi cuerpo pedía a gritos estar en cama con el calor del suyo a un lado mío.

Ese restaurante siempre estaba lleno, llegamos y pedimos una mesa, la señorita nos hizo esperar unos minutos. Erik trataba de acomodar mi cabello y el sonido de la puerta lo desconcentro. Volvió su cara hacía allá y su rostro se iluminó,

"que bella sonrisa tiene Erik y que cruel es el destino".

Avanzo dos pasos y sin borrar la hermosa sonrisa de su rostro, se abalanzó sobre aquel hombre alto y de complexión delgada, era casi igual de alto que el. Su piel blanca y un tanto rojiza, le daba un semblante sano y lleno de vigor, su cabello castaño claro y sus profundos ojos azules metálicos me hicieron pensar que tal vez éramos un tanto parecidos. Pero no, estábamos a años luz de ser iguales, el tenía todas las de ganar y también tenía la mirada fija de mi novio en él.

Erik rompió el momento y me sentí un intruso y un espectador más de aquello que estaba sucediendo,

-Sebastián Shaw, no lo puedo creer eres tú, - el le sonrió y me pareció aún más atractivo,

-Erik Lehnsherr, te favorecieron los años, - mi Erik sonreía hipnotizado,

-No digas eso, soy el mismo,

-Oh no, mírate hombre, estás muy guapo y te vez espectacular, - yo me quedé ahí viéndolos, sus rostros y su interacción decía más que mil palabras.

La plática no importó, por que yo veía aquella escena en cámara lenta, Sebastián rozando con sus dedos el dorso de su mano y Erik mirándolo con morbosa fascinación.

Lo esperado sería que el me llamará para unirme a su plática y presentarme como su novio, ¿Por qué eso es lo somos?, novios. Pero eso nunca sucedió.

La mesera me sacó de mi trance para decir que nuestra mesa estaba lista, Erik me indicó que fuera y estaría en un minuto conmigo. Y fui detrás de ella, era una mesa para dos en la que solo estaría una persona. La mesera me ofreció algo de tomar, y decline argumentando que esperaba a mi novio. La segunda vez, mentí al decir lo mismo, no tenía ganas de ser sincero y decirle que necesitaba que alguien sostuviera mi copa y me diera un pajilla para beber de ella. Me sentí miserable y estúpido, ¿Cómo llegué a pensar que Erik y yo podríamos llegar tan lejos?. Las lágrimas amenazaban con salir de mis ojos y me contuve, y lo hice por orgullo por que no quería que nadie me viera llorar mi desgracia y mi desventura. Era estúpido llorara ahí frente a todos sin siquiera poder secar mis propias lágrimas. La tercera ocasión que la mesera se acercó a mí, le pregunté si había alguna salida diferente por la cual abandonar el restaurante, que obviamente no fuera la principal. Ella me indicó y le pedí abrir la puerta para que pudiera salir, insistí en dejarle algo de propina y ella negó al argumentar que no era necesario.

OJOS CLAROS, LABIOS ROSAS. (CHERIK) -EDITANDO-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora