Capitulo 2

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— _____(tn)—me llamo el profesor de música—te busca un chico.
Subí mi rostro asombrada ¿Quién será?
— Ve—susurro Danielle.
Me puse de pie lentamente y camine hacia la entrada. El profesor hizo un gesto y abrió la puerta. Quede impactada.
Mire su rostro aun incrédula. ¿Qué? Era un sueño, eso debía ser. Era imposible que ocurriera algo como eso. Completamente imposible aun de procesar por mi mente. Aquello no podía ser cierto.
— Tu—susurre al borde de un colapso nervioso.
Mi respiración se volvió una obligación para mi cuerpo.
Lleve torpemente una de mis manos a mi brazo para peñiscarlo con intención. Pero aquello solo me dejo aún más claro que estaba despierta y consiente de aquello.
Comenzó mi mente a funcionar como una película, comencé a recordar lo que paso hace dos malditos años atrás. Comencé a pensar si es que debía correr de aquel lugar y dejar a mis torpes recuerdos junto a él.
Su rostro, aquello que pedí a gritos olvidar pero que lamentablemente sé que jamás lograre hacer.
— ______(tn) ¿verdad?—consulto.
Asentí.
Voltee para tratar de entrar a clases y hacer como si aquello no fuera real. Quería engañar a mis ojos.
— Aguarda—murmuro— ¿podemos hablar?
— No eres real, no eres real, no eres real—susurraba en voz alta. Aquello no debía ser real.
— Si lo soy—exclamo—por favor voltea.
— ¡Tú no eres real!—grite.
Voltee para plantarle cara al muchacho producto de mi imaginación. Pero ya no estaba.
Suspire aliviada y apoye mi espalda a la pared, me resbale por esta hasta tocar el piso y exigirle a mi mente que olvidara aquello.

Entre a la clase y tome asiento en mi lugar.
— ¿Quién era?—consulto Danielle sonriendo.
— Nadie—susurre.

La clase fue lenta. Trate de tomar atención, de olvidarme de aquello. Pero no tenía opción.

Al salir del instituto corrí a mi carro junto a Danielle. Había comenzado una tormenta y no quería llegar empapada a mi casa.
Subimos rápidamente y de la misma forma arranque. Maneje con cuidado y llegue hasta la casa de mi amiga-conocida.
— Mañana nos vemos—dijo sonriendo y bajo.
— ¡Chao!—le grite desde mi carro.
Volteo y sonrió.
Arranque nuevamente y comencé a conducir. No podía quitar de mi mente aquella visita tan sorpresiva. Era imposible que me haya quedado dormida en clases… imposible.
Mi parabrisas dejo de funcionar, haciendo que las gotas de lluvia cubrieran mi vista.
Pero no quería dejar de conducir. Quería llegar luego a casa y contarle a mi madre lo que me había ocurrido.
Prendí la radio de mi carro y comencé a escuchar música lenta y pasiva. Tarareaba las canciones que me conocía y doble a la derecha para poder entrar a la calle de mi casa. Vi unas luces venir en la misma dirección. Hice parpadear las mías para que el otro auto tomara la calle correcta, pero no lo hizo. Y cuando me di cuenta de eso ya era muy tarde. Gire el volante a todo dar pero no me ayudo de nada, solo desviarme del camino. Comencé a gritar desesperada al ver que el auto se acercaba a mí. Y entonces lo último que proceso mi mente fue el rostro del chico, y sentí el impacto.

Un estúpido pito me tenía alerta, ese estúpido pito hacia que mi cabeza doliera, que mi cabeza quisiera reventar como si fuera una bomba. Gemí por el dolor proporcionado en todo mi cuerpo. Una voz amable que no conocia mi pidió de manera dulce que me calmara, que todo iba a estar bien.

Abrí mis ojos instantáneamente. Mire a mí alrededor y reconocí el hospital de inmediato.
Trate de sentarme sobre la camilla en la que me encontraba pero un dolor agudo en mis piernas me lo impidió.
Cerré mis ojos, tratando de recordar lo ocurrido con el accidente.
Pero solo veía las luces, los gritos. Mis gemidos.
La puerta de mi habitación se abrió de golpe y no pude evitar sentir miedo al momento en que lo hizo.
La máquina que supervisaba los latidos de mi corazón se comenzó a hiperventilar. El pitito me tenía mareada y el chico solo me miraba con ternura.
—¿estoy dormida?—pregunte con un hilo de voz.
Negó con la cabeza.
—¿va a ser como la última vez? ¿diré que tú no existes y desaparecerás?—le pregunte a aquella imagen con movimiento la cual se encontraba delante mío.
—Estas despierta, sana y salva gracias a mí —dijo el moreno.
Parpadee mis ojos y observe su rostro por última vez. La puerta de mi habitación se abrió.
—Has despertado—exclamo el doctor.
—Eso creo—susurre.
Gire para ver al chico el cual se paró en un rincón de la habitación.
El doctor volteo y lo observo.
—Eres un testarudo ¿verdad?—le pregunto el médico.
—Lo siento, pero es mi mejor amiga—le respondió el chico.
¿Qué era lo que estaba diciendo?
—Muy bien, le diré a tu familia que te has recuperado rápidamente—dijo el doctor y salió de la habitación.
—¿amiga?—le pregunte al chico.
—No hace mal mentir de vez en cuando—susurro riendo.
—¿Qué eres?—pregunte asustada.
—El chico que te ayudo la otra vez con la manada de tarados que abusaban de ti y de Danielle—dijo sonriendo.
Le quede mirando perpleja y abrí mi boca de forma repentina.
—Aguarda—susurre— ¿Por qué no te reconocí ese día? Y ¿Por qué no me causa miedo verte sabiendo la condición tuya?
Iba a decir algo, pero cayo. Y miro la puerta de la habitación por donde entro mi madre y mi padre eufóricos sonriendo y alardeando lo buena hija que soy.
Escuche las bendiciones de ambos.
Me acariciaron y estrujaron mi cuerpo dándome cálidos abrazos. Luego se marcharon pero antes le dedicaron una sonrisa al chico.
Yo le fulmine con la mirada.
—Ese día no me reconociste porque te habías olvidado de mí—me explico— y yo soy un enviado.
—Es imposible que me allá olvidado de ti, si tú has sido mi pesadilla desde hace 2 años atrás—solloce.
—No, no me entiendes—dijo angustiado.
—¿no te entiendo?—pregunte irónicamente— ¿que es un enviado?
—Solo me recordaras cuando me necesites—respondió serio y tomo asiento sobre la camilla—y un enviado es alguien con una misión.
—¡no te necesito!—exclame pidiendo que se alejara de mi vida.
—Si, si me necesitas—me desafío.
—Entonces, ¿tú eres como mi ángel guardian?—pregunte 
—A ver, dime ¿Por qué te necesito?—pregunte enojada.
—Si no me hubieran enviado para salvarte hubieras muerto tal y como lo hizo el otro conductor—dijo serio.
—¿el otro conductor mu…?—no termine la frase y sentí como de mis ojos caían lágrimas.
—Si, por eso me necesitas—dijo.
—Pero tu estas muerto—susurre y me senté sobre la camilla ya sin sentir ese dolor que me obligaba a permanecer recostada.
—Sí, pero yo soy un ángel—dijo semi sonriendo.
—Si tu familia te ve…—murmure.
—No me verán porque no me necesitan—dijo calmado.asustada.

Mi Guardian Angel  | Zayn Malik y tu |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora