tres

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—¿Cómo se te ocurrió, Patch?— un chico de pelo café oscuro le estaba gritando al que le había estampado el jarrón en la cabeza—¡La idea no era asustarla!

Al parecer, el grupo estaba formado por cinco chicos que conocían al sujeto que minutos antes me había agredido.

—Calmate Cuatro, solo me estaba divirtiendo un poco.

—Por eso no queria que llegara ninguno antes de yo, ahora será más complicado.— el de cabello café suspiró.— ¿Le has contado algo?

—¿Hola?— cansada de que hablaran de mi como si no estuviera delante, hablé— Por si no lo sabéis, estoy aquí. No sé que clase de chalados sois vosotros, ni que mierda queréis pero ya le he dicho a vuestro amigo que no tenemos dinero.—por fin mi voz sonaba dura.

—¿Tenemos?—un chico de ojos y cabello dorado se metió en la conversación. Tenía algunos tatuajes negros en los brazos.— ¿Cuánta gente más hay en la casa?

—Ella y otra chica que está durmiendo.— volvió a hablar el chico de negro— Se despertó por el ruido pero metí imágenes en su mente y en lugar de verme a mi, vió a Odette bailando por la cocina.

Fruncí el ceño.

¿Meter imágenes en su mente?

Definitivamente estos hombres estaban como malditas cabras.

Uno de ellos se acercó a mí. Sus andares eran torcidos, como la sonrisa que mostraba en su rostro. Tenía el pelo color caoba y corto, y unos ojos tan azules que podrías verte reflejado en ellos.

—Hola Ody, me llamo Gus.— su mirada me inspiraba confianza y ternura, algo extraño considerando que era un loco que había entrado en mi casa.— Seguramente estés asustada pero no tienes porqué, no vamos a hacerte daño.

Lo miraba atentamente. Ambos estábamos de pié, en mitad de la cocina. Era un poco más alto que yo.

— ¿Como sabéis mi nombre?— más bien fué un susurro.

—Igual que tú sabes el nuestro.— está vez habló uno de ojos grises y pelo castaño, parecía algo mayor que el resto.— Soy Christian,Odette. Christian Grey.

Mis ojos se abrieron como platos—¿Christian Grey? ¿Cómo el del 50 sombras de Grey?—rapidamente fruncí el ceño y me crucé de brazos, enfadada.—Esto es una broma de los bomberos, ¿No es así?

—¿Que dice de unos bomberos?—preguntó el de pelo dorado.—¿Estamos seguros de que es ella? A ver si nos estamos confundiendo y nos hemos encontrado con esta loca...

Otro de ellos caminó hacía mi, parándose a centímetros. Pude observar que su pelo y ojos eran del mismo color marrón y sus antebrazos estaban decorados por algunos tatuajes.

—Veamos.— dijo —Tiene los ojos azules, el pelo largo y negro y sus brazos y muslos están llenos de tatuajes.—me guiñó un ojo de forma coqueta y después se giró hacia sus amigos.— Si que es ella.

—Odette, ellos son Jace, Christian, Augustus, Patch y Travis.—dijo el que había gritado al que ahora sabía que se llamaba Patch.— Y yo soy Tobias, aunque me llaman Cuatro.

—¿Se puede saber por que todos tenéis los nombres de personajes ficticios?— pregunté sin entender.

—Seguramente porque lo somos.— se burló Patch.

—¿Creéis que soy idiota?—mi paciencia se estaba agotando— Eso es algo imposible.

— ¿Cómo explicas entonces que Jace tenga esas runas en los brazos? —preguntó Travis.

Parpadeé, sin argumentos para refutar.

—O que Christian lleve un reloj de pulsera que cuesta más que este piso.—continuó hablando— O el simple echo de que Gus cogee.

A esas alturas de la conversación mi mente iba a explotar. Había sido un día duro y extraño, y aquello me superaba.

—Tu misma nos llamaste—rió Jace— Con ese conjurito de amor.

—Lo que no entiendo es por qué nos llamas a todos.— preguntó Patch mientras elevaba su ceja.— ¿Quieres montarte tu propio aren?

—Esto no puede ser real, debo de estar soñando.— doy vueltas por mi cocina, siendo consciente de que todos esos chicos están totalmente locos.— Recapitulemos, ¿De acuerdo? Según vosotros, ahora mismo tengo en mi cocina a Christian Grey, Jace Wayland, Patch Cipriano, Tobias Eaton, Travis Maddox y Augustus Waters.

—Exacto.— dijeron todos a coro.

Los miré con condescendencia, uno a uno, para luego cruzarme de brazos.— Claro que si, vosotros sois personajes literarios y yo soy Doraemon, el gato azul del futuro.

Cuatro frunció el ceño.— No existen los gatos azules.

Gruñí exasperada, llevándome las manos a la cabeza con desesperación.— Es una pesadilla, tiene que serlo.

—No lo es.—respondio Christian con dureza.— ¿Por qué te cuesta tanto entenderlo?

Negué con la cabeza, ignorando su pregunta.— Sé que esto no es real. Me iré a la cama y mañana por la mañana ninguno de vosotros estaréis aquí.

Les dediqué la mejor de mis sonrisas y me encaminé hacia mi cuarto, dejando trás de mí a seis chicos confundidos e inexistentes.



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