ocho

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Cap 8

*Alice Roberts*

Nunca había sido gran amiga de las bibliotecas, y pocas veces había necesitado usarlas ya que Ody siempre respetaba que tuviera que estudiar y no hacía  ni el mínimo ruido.
Ahora era distinto, aquellos chicos habían convertido nuestro tranquilo hogar en una leonera dónde era imposible concentrarse.

Me encontraba en la mesa más alejada que encontré y todas mis cosas esparcidas por ella. Los libros abiertos, bolígrafos de diferentes colores y hojas de apuntes y repasos, todo ocupando la mesa.

Toda mi atención estaba puesta en una cita filosófica que debía entender, pero por más que la leía no encontraba ningún significado posible. Llevaba así media hora, por lo menos.

De la nada, un par de libros más cayeron delante de mí, arrugando los apuntes que tenía en la mesa. Subí la mirada con rapidez hacia quien ahora estaba sentandose conmigo.
Una chica de pelo largo y de un rubio que parecía blanco estaba ocupando la silla enfrente a mí.

— Oh, disculpa.— susurré mientras apartaba mis cosas para dejarle sitio a ella.

Ella simplemente me miró con pereza. Sus ojos eran azules, pero nada que ver con los de mi mejor amiga. Los de la rubia tenían un toque verdoso en el interior y llevaba maquillaje sobre ellos.

Que guapa, seguro que es modelo.

Ella seguía mirándome con desinterés en el rostro, y la situación se estaba volviendo tensa. Sentí mis mejillas arder de la vergüenza y me obligué a bajar la vista hacia mis libros y volver a concentrarme.

Ilusa de mí.

A pesar de no poder verla, sentía sus ojos clavados en mí y eso me estaba poniendo nerviosa. Me removí en mi asiento incómoda y con timidez volví a mirarla, esperando que se diera cuenta y dejara de verme.
Para mi sorpresa ella no lo hizo, y en su lugar apoyó el codo en la mesa y la barbilla en la palma de su mano y me sonrió de medio lado, con vacile.

Debia haberle preguntado si tenía monos en la cara, como habría echo Odette pero en su lugar me ruboricé y comencé a recoger mis cosas para irme. Al fin y al cabo yo no era Odette…

—¿Ya te vas?— preguntó la rubia con cierto tono divertido en su voz.

Ignoré su pregunta y seguí guardando los libros y los apuntes. Casi había terminado cuando, torpe de mí, uno de los folios se me calló al suelo. Antes siquiera de poder agacharme, la chica se agachó y lo recogió por mí y me lo tendió.

—Gracias.— susurré.

Alargué la mano para cogerlo, pero ella lo alejó de mí con rapidez.

—¿Cómo te llamas?— Fruncí el ceño ante su gesto y pregunta, no tenía derecho a preguntar nada cuando saltaba a la vista lo incómoda que me hacía sentir.

Pero yo tenia educación y sabía que debía responder.

—Alice.

—¿Alice que?— insistió.

—Roberts, Alice Roberts.

Ella asintio y coloco un mechón de su pelo detrás de su oreja.— No sueles venir por aquí, ¿Verdad?

—¿Por qué?

Ella se encogió de hombros.— Tu cara. Si te hubiera visto antes no me habría olvidado de ella.— una sonrisa burlona apareció en su rostro.— Y cuéntame Roberts, ¿Eres estudiante del Hollands High?

Fruncí el ceño.¿Que significaba que no se habría olvidado de mi cara? ¿Acaso se estaba burlando de mí?

—No.— mentí. 

Una sonrisa completa decoró su boca, dejando a la vista unos perfectos dice tes blancos.

—Seguro que no.— comentó con tono que no logré descifrar.

—¿Alice?— una voz madcina me llamó a mis espaldas.— ¿Que haces aquí?

Me giré hacia es castaño de rizos que tan bien conocía.

—Larga historia, Héctor.— contesté, i tentando decir lo menos posible delante de aquella chica.

—Ya me contarás.— río el, ganandose una reprimenda de la bibliotecaria.

—Hola, Héctor.— lo saludó la rubia.

Héctor se fijó por primera vez en ella. Sentí su cuerpo tensarse al instante, y su rostro cambió completamente.

—¿Que haces aquí, Arlet?— preguntó con tono frío.

—Cosas de la vida.— sonrió ella.— ¿OS conoceis?

—Si, es mi compañera de clase.

Héctor parecía otro diferente hablando con ella. Su actitud cálida y tranquila desaparecía para dejar frialdad.

—¿En el Hollands?

—Ya sabes que si.— contestó

Mierda, pillada.

Los ojos de la rubia, Arlet, se encontraron con los míos. Ella elevó una ceja.

—Deberia irme.— mentí de nuevo.— Tengo prisa.

Héctor simplemente asintió, sin siquiera verme.

Me giré sin decir nada más.

—Alice.— la voz de la rubio me hizo sobresaltarme.

La encaré—¿Si?

—Tu hoja.— dijo sonriéndome y tendiendomela.

—Gracias— contesté cortante, cogiéndola de su mano.

—Adios, Roberts.— se despidió— Ya nos veremos.

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PERDON POR LA DEMORA!
el capítulo estaba escrito y listo para publicar hace tiempo pero un fallo de Wattpad hizo que se borrara completamente y tuve que volver a escribirlo.





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