⚜Capítulo 10⚜

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Capítulo 10:

| El Arca de la Oscuridad; Parte uno |

«Frío.

Solo frío...»

Raquel sentía que la cabeza le iba a estallar. A ciegas intentó incorporarse, pero no logró otra cosa que acentuar las ganas de devolver lo poco que había comido en las paradas para descansar. El suelo era rígido y húmedo, como si estuviese tumbada sobre el hielo. Se llevó las manos a la frente. Aún con toda la helada que sentía, pudo notar que la sangre templada brotaba de una no muy profunda pero dolorosa herida. El simple hecho de gruñir le provocó fuertes punzadas en las costillas. Estaba segura de que no era la única en mal estado.

No lo sabía, pero a unos metros de ella se encontraban sus compañeros, al borde de la inconsciencia. Nico fue el primero en conseguir abrir los ojos y adaptarlos a la tenue luz que les rodeaba. Miró hacia abajo. Tras el hielo, el alma de un pecador le miraba sepultada en el agua helada. Un escalofrío le recorrió la columna vertebral, sin embargo agitó la cabeza y buscó a sus amigos con la mirada, que ya empezaban a ser conscientes de la realidad. Halló a Raquel a punto de desmayarse de nuevo.

En el centro del lago, donde según citaba Dante Satán debería yacer sepultado bajo el hielo, se alzaba en su lugar una enorme jaula de oro que casi tocaba el techo. En su interior, encogida sobre si misma como si tratara de conservar el calor se hallaba una niña de ojos enteramente dorados que les contemplaba preocupada.

—Me alegro de que hayáis despertado.

Las cabezas de los semidioses ya espabilados desviaron su atención hacia el dueño de la voz que hizo retumbar los nueve círculos del infierno, pero ahí no había nadie. Aparentemente estaban solos a excepción de la niña.

Aparentemente.

—Prometeo me advirtió de lo peligrosos que erais. Parece que hasta él se puede equivocar.

Tirando una capa invisible, se reveló el rostro del desconocido. Lo primero que le llamó la atención a la hija de Apolo fueron sus ojos. Similares a los de la chica encerrada en la jaula, parecían haber sido bañados en oro puro, y contrastaban perfectamente con su piel tostada sobre la que descansaban unas rastas oscuras. Desprovisto de su invisibilidad, un par de alas negras se desplegaron imponentes y hermosas a sus costados. Era un ser precioso.

Para ese entonces las marcas negras ya habían conquistado todo el torso de Raquel y Nico, pero ignorantes a ese hecho, se incorporaron de todos modos al igual que sus amigos.

—¿Q-qu-qué ha...?

—Los demonios que os atacaron lo hicieron bajo mis órdenes. Requería vuestra...presencia de forma inmediata. Estabais tardando mucho en llegar—interrumpió a Leo antes de que pudiese formular siquiera una pregunta.

—¿A qué te refieres con eso?¿Qué está pasando?—intervino esta vez Eva colocándose en posición defensiva. Estaba cansada, con los huesos agarrotados y sus energías al límite, pero seguía adoptando la misma ferocidad y temple en sus ojos cuando la situación lo requería. Raquel la miró de reojo secretamente orgullosa.

Tánatos le lanzó una mirada mortal como una flecha.

—Os alegrará saber que me habéis hecho un gran favor al traer a los dos semidioses vivos. Habéis sido de gran ayuda y por ello os concederé un favor.

De la nada apareció en sus manos un puñado de lo que parecía ser arena violácea. Los ojos de Raquel se abrieron como platos al entender sus intenciones y antes de que pudiese gritar ya había sucedido. Tánatos sopló y la arena se esparció en una nube de polvo que envolvió a todos los mestizos excepto Nico Di Angelo y ella.

𝘌𝘭 𝘈𝘳𝘤𝘢 𝘥𝘦 𝘭𝘢 𝘖𝘴𝘤𝘶𝘳𝘪𝘥𝘢𝘥 |Nico Di Angelo| [Book #2]✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora