πέντε

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La noticia de los dormitorios escolares había tenido una buena recepción por parte de los estudiantes, y aunque unos cuantos se preocuparon por la condición de los residentes omegas, la escuela se aseguró de establecer un santuario para los ciclos de celo al que pudieran acudir tranquilos y de vigilar de cerca las relaciones promiscuas de los jóvenes. Sabían bien que había riesgos al tener tantos adolescentes bajo un mismo techo, pero el peligro que los esperaba afuera era aún mayor, y además aprender a controlar sus instintos naturales era parte del entrenamiento en Yuuei.

Los profesores fueron casa por casa a pedir la autorización de los padres y tranquilizarlos a todos de que sus hijos estarían completamente a salvo dentro de los muros de la escuela, y también a explicar cosas como que tenían autorización de volver a sus hogares cuando quisieran, cuáles serían las cuotas necesarias para cubrir la comida y el mantenimiento, y además que debían realizar la mudanza lo antes posible para continuar con las clases.

Fue así que entre idas y venidas, y un paseo casa por casa, todos los chicos fueron obteniendo permisos para vivir en el campus de la escuela.



Después de muchos preparativos, por fin había llegado el día, los alumnos estaban listos para comenzar su mudanza a las residencias y no había más que una alegría expectante en el aire. Pero eso pronto acabó cuando Aizawa comenzó a hablar sobre el incidente en Kamino y sobre el delicado estado en el que se encontraba la confianza de la escuela en cuanto a los cinco chicos que habían actuado por su cuenta y los compañeros que no los detuvieron.

Kirishima en especial se sentía muy apesadumbrado. No se arrepentía de haberlo hecho, ya que gracias a eso pudieron rescatar a Bakugou, pero aún así le molestaba no haber sido lo suficientemente fuerte para lograrlo solo y haber tenido que involucrar a todos sus compañeros de esa manera. Aunque sabía que sus amigos querían rescatar a Bakugou tanto como él, no podía perdonarse haberlos puesto a todos en peligro. «Si sólo fuese más fuerte...» pensaba con remordimiento mientras digería los regaños y advertencias que Aizawa les había dado a los cinco chicos. Ahora su futuro como héroes pendía de una débil cuerda.

De pronto un sonido eléctrico estalló de entre unos arbustos, interrumpiendo sus pensamientos de culpa, y Denki emergió totalmente agotado y con su cerebro en cortocircuito. Por la confusión, Kirishima no se dio cuenta cuándo fue que Bakugou se puso a su lado. Con el ceño fruncido y sin decir nada, el rubio le extendió unos cuantos billetes. Por supuesto que él no entendía a qué venía ese acto, qué significaba aquél dinero y no podía hacer más que mirarlo con sorpresa.

—¡Deja de portarte así y tómalo, maldición! ¡Me estás haciendo sentir mal!

De pronto lo entendió, el dinero sumaba lo que le había costado la cámara infrarroja que había comprado, aquella que se había perdido en la misión de rescate.

—Pero... ¿Cómo supiste...?

—¡A quién le importa! Sólo sigue siendo el mismo tonto de siempre —dijo Bakugou mientras se alejaba.

Kirishima sabía que eso no era un insulto, era la atolondrada forma de Bakugou de decir «No quiero verte triste por mi culpa». De alguna forma le hacía sentir que «divertirse» no era todo lo que buscaba con él, y esa certeza podía borrar cualquier tristeza.



Cuando Aizawa anunció cómo habían quedado repartidos los dormitorios, Kirishima tuvo que contener la respiración y aparentar que el corazón no le estaba saltando de emoción: ¡su habitación estaba al lado de la de Bakugou! Su mente corría salvaje pensando en todas las posibilidades de acercamiento que eso le permitiría.

A B [Boku no Hero Academia - Omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora