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A las semanas, la castaña dedució: Eli no debía tener ni puta idea de cómo funcionaba el colegio.

La ojimiel faltaba seguido. Leía en voz alta de forma rara. No contestaba ninguna pregunta que los profesores hacían. Ni siquiera traía cartuchera.

Su falta de interés en todo lo que tenga que ver con materias era abismal.

Entonces, ¿Para que carajo iba?

Pensó en qué tal vez sus amigos eran una mala influencia, pero terminó descartando esa idea al ver como estos trataban de ayudar a la joven con sus tareas en los recesos.

Se planteó la idea de ayudarla. De todos modos, se lo debía. Desde que la mayor se comprometió a llevarle comida, nunca le falló. Todos los días un tupper rojo la esperaba en su mesa. Los contenidos en este siempre variados y para chuparse los dedos.

Aunque, más allá de la supuesta deuda, Alessia se planteó ayudarla porque realmente quería hacerlo. Quería una razón para estar más tiempo con ella, por tan de psicótica que sonase.

Entonces se decidió. Su próxima clase, francés, la compartía con Eli. Se sentaría con ella y le ofrecería su ayuda.

El timbre del receso sonó. Alessia salió al patio, y... mierda. Un dolor se expandió repentinamente por su pecho. Cualquiera se lo tomaría como algo insignificante. La castaña no era cualquiera.

Sus manos y pies enfriándose, un perturbador mareo, y dificultades para respirar. Si, todos síntomas. ¿De que?:anemia.

La castaña lidia con la falta de hierro desde que tiene memoria. Se la diagnosticó de esta enfermedad a los 6.

-Puta madre.- como pudo murmuró. Se sentía débil. Muy débil.
Con una mano se tomó la cabeza, percibiendo un desmayo. El sentimiento de unos brazos sosteniéndola antes de caer la inundaron.
Se dejó llevar.

El olor la relajó. Le costaba describirlo: consistía en frutos rojos, vainilla, madera y musgo seco. Sintió ganas de quedarse a vivir en ese aroma.

~honey comb~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora