Mi cuerpo estaba completamente bloqueado, mis manos no dejaban de temblar hasta que una parte de mi reacciona y llamo a mi padre, su línea estaba ocupada. Lo vuelvo a intentar 3 veces más, pero nada. Quería escribir un mensaje a las chicas, pero mis manos no dejaban de temblar y mi vista estaba borrosa a causa de las lágrimas. Finalmente marco el número de emergencias. Primer pitido... segundo pitido... Nadie responde. Nuevamente dos golpes en la puerta, esta vez más fuertes.
—911 ¿Cuál es su emergencia?
—Una persona ha entrado en mi casa, necesito ayuda por favor —doy un chillido al volver escuchar golpes
—Deme su dirección y mantenga la calma —le digo la dirección e intento relajarme—. ¿Dónde se encuentra?
—Está forzando la puerta del baño, ayúdenme por favor —empiezo a llorar.
—La policía está de camino, no cuelgue el teléfono, ¿dónde se encuentra? —pregunta nuevamente la chica a través del teléfono.
—Estoy en el baño —esta vez un pequeño papel se desliza por la puerta. No hacía falta cogerlo para entender lo que ponía.
<<Te encontré>>
El mango de la puerta empieza a moverse repetidas veces, haciéndome llorar todavía más. Inconscientemente le grito que la policía estaba en camino y en ese momento el mango para de moverse y escucho que los pasos se alejan.
—Señorita, ¿sigue en la llamada?
—Si —es todo lo que consigo decir.
—La policía está llegando —escucho de fondo, ya que bajo las manos con el móvil en una de ellas.
A los pocos minutos alguien toca la puerta del baño haciéndome sobresaltar.
—Policía, hemos recibido una llamada —corro abrir la puerta y veo a dos oficiales. Me apoyo en el marco de la puerta y mis piernas van perdiendo fuerza, haciéndome deslizar lentamente hasta el suelo. Intentan levantarme, pero mi cuerpo no reaccionaba, me encontraba en estado de shock. Un hombre con un traje azul se arrodilla delante mío e intenta calmarme. Me da varias pautas para respirar, a lo que intento imitarlo, poco a poco voy notando como la velocidad de mi pecho desciende.
Minutos más tarde aparece mi padre junto a un oficial de policía. Al llegar hasta mí se sienta en la cama y me abraza.
—Perdóname. Perdóname por dejarte sola y no contestarte —me aferro a él.
—Señorita Collins, necesito hacerle unas preguntas —Asiento con la cabeza.
El policía me pide que le cuente lo sucedido y eso hago, también le cuento las otras cosas que me habían pasado y le doy mi teléfono para que viera los mensajes que había estado recibiendo.
—¿Por qué no me habías contado nada? No puedes hacer eso Hannah —lo miro apenada y él me acerca para acariciar mi cabeza.
—Señor Collins necesito hablar con usted en privado—habla el oficial.
Mi padre asiente sin dejar de mirarme. Acaricia mi barbilla y sale de la habitación. No se cuanto tardan, pero cuando entra se acerca a mi nuevamente.
—Coge ropa, hoy pasaremos la noche en un hotel.
No pregunto nada y me levanto a meter algo de ropa cómoda en mi bolso junto a mi cargador y mi móvil. No necesitaba nada más. Cojo una sudadera y me la pongo encima. Al bajar las escaleras observo que aún había varios policías rondando por mi casa.
—Me alegro mucho de que esté bien señorita Hannah —abrazo a Tom, el escolta de mi padre.
Tom no era un simple chófer o el hombre de seguridad de mi padre. Lo conocía desde que era pequeña, iba a todas partes con mi padre y muchas veces se hacía cargo de mí, eso sí, siempre mantuvo la relación de hija de su jefe y hombre de seguridad.
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Desde el primer momento
Teen FictionHannah Collins, una joven rica de la zona Hiffield, uno de los barrios más ricos de Nueva York. Hija de los dueños de varias multinacionales y la chica más popular de su instituto. Su tez blanca, el azul profundo y cristalino de sus ojos y su sonris...