Bastardo redentor | BNHA fanfiction, AU Medieval | Cuento corto

8.- La caída que le da importancia al ideal

La contienda ha avanzado demasiado, ha dejado quizás un par de muertos y muchos heridos a pesar de estar todos cubiertos de hierro y magia, el llanto de Ochako Uraraka la ha doblegado demasiado y ha usado demasiado su habilidad especial, su poder mágico ha perdido fuerza, sus lágrimas y sollozos debilitan su corazón y su corazón a su voz como un círculo vicioso, sus reflejos empeoran y los enemigos la empiezan a lastimar más fácilmente, le duele el pecho, le pesa la pérdida de su maestro como nunca nada le había pesado antes, la tristeza es tan pesada que representa algo que no puede hacer flotar.

Katsuki, además de batallar firmemente contra su propio dolor y contra quienes le atacan, refuerza a su mujer defendiendo su espalda. Pero tampoco su protección es suficiente todo el tiempo.

Se acerca precipitadamente en su caballo y con la espada a punto de ser blandida, un soldado de su mismo equipo pero de los aún inconformes, Eijiro Kirishima, cegado por la rabia de pensar en la traición, dispuesto a cortar a Uraraka en dos partes, Katsuki logra ver la escena a tiempo y se atraviesa frente a su compañera, choca el arma contra el pelirrojo, —¿Qué crees que haces pelopincho? ¡Somos tus compañeros! ¡Bastardo! ¡Estamos tratando de hacer el bien! —las manos le tiemblan al rubio, Eijiro ha sido su mejor amigo desde que se integró al entrenamiento como pupilo del héroe, no puede lastimarlo, por muy imponente que sea su carácter, lastimar a su inseparable es algo que no puede hacer. —¡Ni yo ni nadie en el reino soportará esta traición! ¡No lo soportaré! —el hombre dragón arroja la espada al suelo, se quita el casco sabiendo que no será lastimado por Bakugo, una gran llama escarlata lo envuelve y se transforma en la tórrida bestia, vuela alrededor de su amigo, quizás inconscientemente tratando de evitarlo. En un solo rugido calcina a más de una docena de sus propios compañeros, todos los que estaban frente a ellos.

...

Ésta vez Katsuki no reaccionó a tiempo.

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El aliento de fuego desaparece.

...

De Ochako Uraraka no queda nada.

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El rubio se queda helado al no verla tras el fuego, los ojos se le abren y las pupilas de rubí se le contraen. —No... no, no... —susurra con la voz quebradiza, baja trémulo de su caballo casi cayendo sobre sus rodillas y se acerca a las brasas que quedaron del aliento del monstruo, el mundo se le detiene, a su percepción la guerra se detiene a su alrededor, no distingue si la sensación en sus oídos es porque el ruido ha desaparecido o porque se ha vuelto tan fuerte que le ensordece, —Ocha... Mi cara de ángel, ¿te has escondido, verdad? ¿lograste huir del incendio? —voltea a su alrededor hablando casi inaudible, tembloroso de voz, con el rostro inundado en lágrimas, —Ya puedes salir cara de ángel, ya ha pasado, tenemos que seguir intentándolo —empieza a alzar la voz al no oír respuesta, —Ochako, ya ha pasado Uraraka Ochako, mi dulcecito de arroz, ¿Dónde has quedado? ¡Ochako! —a ella así le gustaba que le llamara, y pocas veces se lo concedía, dulcecito de arroz.

El corazón y los pasos del rubio se detienen al ver en el suelo la armadura de su amada, hueca, solo rellena de unas pocas rojas ascuas, asesinada en un segundo por su mejor amigo... hasta el más bestial carácter puede ser doblegado por la muerte o por la ausencia, no quedaba nada, —No... no, ¡no, no! —explota en llanto dejando caer las rodillas sobre la hierba y la frente golpear la armadura en el suelo en un ruido sordo, —¡Nooo! —su propia voz le desgarra el corazón y la garganta, lleva sus manos a la vacía armadura ardiente y sin importarle las quemaduras aprieta los guantes con todas sus fuerzas como si fueran las manos del amor de su vida, —¡Nooo! —llora con todas sus fuerzas —¡Maldición, maldición, maldición! Si hubiese sido un poco más rápido, si tan sólo fuese un poco más fuerte... Mi cara de ángel, mi sonrisa eterna, mi pequeña bruja... ¡Maldición, maldición, maldición! —.