¡Hola, queridos lectores! Pues aquí traigo el tercer capítulo. He visto que en ambos anteriores habéis dejado dos favoritos, ¡y muchísimas gracias! También me gustaría que comentáseis y me ayudárais a mejorar o a cambiar algunas cosillas, y quizás pueda inspirarme y crear una segunda parte.
Besos, Marina.
***
Al día siguiente, había sonado el despertador y Marina corría escaleras abajo, a medio vestir y con una tostada en la boca. Se había levantado tarde, y el autobús llegaba a la parada más cercana a las 9, sabiendo que eras las 8:30, pensó que no le iba a dar tiempo.
-Tengo... que... -Corrió por todo el salón con los zapatos en la mano, recogiendo lo que veía de por medio-. Conseguirlo... ya.
Al cabo de 20 minutos, todo estaba en su sitio, ya estaba vestida, y se había terminado la tostada. Cogió un abrigo, la chaqueta y el bolso, cerró la casa y se encaminó hacia la parada, no sin antes mirar de reojo la puerta de la casa de Marc. El autobús llegó con puntualidad, y el trayecto hasta la universidad no duró mucho. Justo cuando el autobús paró en frente de la dicha, el timbre sonó, y una chica de cabello ondulado y pelo castaño corto pasó a su lado a una velocidad inimaginable. Marina no tardó en imitarla, y echar a correr hacia la universidad.
-El aula...
-394... -Dijo una voz femenina a su derecha.
Ambas se miraron y rieron.
-¿También es tú primer día? -Dijo Marina.
La chica asintió y le tendió la mano.
-Exacto... soy María. -Sonrió.
-Marina, encantada. -Dijo la otra y le estrechó la mano.
-Y yo os voy a castigar si no entráis de una vez.
Una voz habló a sus espaldas, ambas chicas se giraron para encontrarse con el que iba a ser su profesor. Era un hombre de unos 33 años, alto, moreno y lucía una sonrisa verdaderamente encantadora. Las chicas se le quedaron mirando varios segundos y después asintieron lentamente, entrando en clase sin decir nada y sentándose al final de la clase.
-Si es este el que nos va a dar clase... intentaré no faltar ningún día.
Susurró la castaña, riendo entre dientes. Marina rió y la miró de reojo, negando divertida. La clase transcurrió lenta y aburrida, como era el primer día, a penas hicieron nada, la mayoría de las clases las pasaban presentándose, y Marina y María, riendo. Cuando a penas quedaban diez minutos para que terminara la clase, Raúl, el profesor, llamó salir a las dos chicas, pues, aunque ellas no lo sabían, eran las que mejor habían hecho la prueba de lectura en inglés.
-¿Ocurre algo malo? -Preguntó Marina, algo intrigada.
El hombre negó con una sonrisa.
-Al contrario, quería felicitaros, habéis sido las mejores en la prueba de lectura.
María no se sobresaltó al oírle, al parecer, por lo que le había contado en clase, en sus años en el instituto, la llamaban “La devora libros”.
-¿De verdad? -Dijo Marina, la que sí parecía sorprendida-. Eso es genial, es decir... ya lo sabía.
Puso un ridículo tono orgulloso a la última frase, y se llevó un porrazo de María, gesto ante el que Raúl rió, justo cuando tocó la campana. Marina llevaba pensando en Marc desde que se había levantado, no conseguía por nada del mundo sacárselo de la cabeza, y estaba deseando salir a fuera para verle, pero claro, a lo mejor se llevaba un disgusto. Pero eso no pasó, cuando salió miró al frente y le vio apoyado en su moto, con las mano en los bolsillos y la cabeza agachada. Sintió que el corazón le dejaba de latir, y fue María quien la sacó de su mundo de fantasía.
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Noventa y tres. | Marc Márquez.
FanficMarina, una universitaria malagueña, se muda al pintoresco pueblo de Cervera para comenzar sus estudios en la Universidad de Cataluña. Allí, hará muchísimo más que eso, pues conocerá a la que será su mejor amiga, y cuando su secreto salga a la luz...