Capítulo 11. {THE LATEST.}

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¡Hola, queridos lectores! Bueno, pues subo también hoy este capítulo porque... es el último. Ooooohh... lo sé, lo sé. Pero no debéis estar tristes o... -ya se me ha ido la pinza-, la cuestión es que espero que lea guste, y que no sé como agradeceros los comentarios y el apoyo, sois de lo mejor ♡ No quiero que esto termine nunca, por eso os propongo un trato: si queréis que haya una segunda parte de esta pequeña historia, solo debéis decírmelo en los comentarios. Voten y comenten, guapos.

Besos, Marina.

***

Marina hizo las presentaciones entre sus padres, María y los Márquez, y no tuvo más remedio que contarles la verdad. Toda la verdad.

-Y... os llamé porque pensé que la había liado, como tantas otras veces.

Su padre le besó la cabeza.

-Claro que no lo has hecho. -Dijo su madre-. Es más, nos sentimos orgullosos de que lo hayas superado, y que hayas conseguido uno de tus sueños. -Pero ella no se refería a correr en MotoGP, sino a Marc.

También habían venido los padres de María, y todos, después de la fiesta, se habían reunido en casa de Roser y Julià para seguir comentando la increíble carrera disputada anteriormente.

-Parece que han hecho buenas migas. -Comentó Alex, que estaba sentado en un sofá con María en su regazo.

Marina miró hacia la mesa, donde se encontraban sus padres, los de María y los de Marc y Alex, entre otros familiares de estos últimos.

-Y tanto. -Coincidió María, y Marina sonrió.

Lo habían pasado muy bien, la verdad, incluso, mientras hablaban, había olvidado por completo las palabras que Marc le dijo en el escenario: “Tengo que hablar contigo”. Dios, Marc. Ahora que se daba cuenta, no estaba entre ellos. ¿Estaría en su habitación? ¿En el baño? “En el garaje, tonta, donde te llevó después de la comida”, dijo una voz en su interior, y tenía razón. La chica se disculpó con que tenía que ir al baño y bajó abajo. Llevaba unos vaqueros grises y un jersey rosa chillón, igual que sus Converse. Pegó a la puerta, pero estaba abierta, y entró. El chico, que estaba mirando unas fotos de cuando era pequeño, se giró, y, al verla, esbozó una pequeña sonrisa.

-Hola. -Susurró.

-Hola. -Le imitó ella.

Estaba guapísimo. Con el pelo algo revuelto y unos pantalones vaqueros acompañados de una camisa azulada, con algunos botones desabrochados. Madre mía.

-¿Por qué estás aquí? Es decir, es obvio que te guste este lugar. -Sonrió levemente-. Pero arriba todos te esperan, campeón.

Marc asintió un par de veces y palmeó el asiento de su lado, para que la chica se sentara, esta aceptó.

-Ya sabes que no me va eso de ser el centro de atención. -Se encogió de hombros.

Se le veía decaído. Qué raro.

-Cualquiera lo diría. -Bromeó la chica, para arrancarle una sonrisa.

-Marina... -Empezó Marc.

Oh, no. Había temido este momento, pero, ¿por qué? Nunca había sentido nada parecido por nadie, y odiaba hablar de sus sentimientos, le gustaba hacer como si no existieran, como si no tuviese. Pero los tenía.

-Soy más de hechos que de palabras, ¿recuerdas? -Dijo tragando saliva.

Él asintió lentamente.

-Tú deberías recordar que yo soy corto de entendederas. -Una sonrisa se dibujó en sus labios-. Desde el día en que nos conocimos vi algo distinto en ti. No sabía lo que era, no sabía lo que me pasaba cuando estaba a tu lado. No sabía el por qué reaccionaba así... pero lo descubrí. Estaba enamorado, Marina. Estoy enamorado. Estoy enamorado de ti. -Cogió con una pizca de timidez la mano de la chica, y la apretó suavemente-. No quiero ni modelos, ni rubias de ojos azules, ni pelirrojas con pecas. -Negó e hizo una pausa-. No quiero nada que no seas tú. Te quiero a ti, entera. Con tus perfectas imperfecciones, y tu preciosa sonrisa. Quiero poder mirarte sin tener miedo a que tú estés mirando hacia otro lado. Quiero tener la certeza de que no te irás, de que te quedarás aquí, conmigo. Hasta el final.

Las palabras brotaron de sus labios como el agua de las nubes en pleno Abril. La chica, atónita, le miró con el ceño ligeramente fruncido, y con los ojos brillantes, y Marc se armó de valor una vez más, porque dicen que a la tercera va la vencida, y así fue. Agarró a la chica del mentón, con suavidad y delicadeza, y logró esa victoria, ese trofeo tan deseado. La besó. Sus labios se juntaron, encajando a la perfección, y, sus respiraciones se acompasaron, al igual que el motor de sus corazones viraba a derecha e izquierda, una y otra vez, haciendo de aquel beso, un momento para recordar, inolvidable. Cuando se separaron, ambos soltaron una suave risa, y se abrazaron. Sólo entonces, sólo cuando sintió que estaba protegida, cuando sabía que nada ni nadie la podría herir... sólo cuando estuvo de nuevo entre sus brazos, habló.

-Hasta el final.

Noventa y tres. | Marc Márquez.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora