Día 4. Crimen/Cuerpos policiales

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Todoroki Shouto. Con apenas veinticinco años, era el líder del grupo yakuza más influyente y poderoso de la ciudad de Tokio. Expertos en extorsión corporativa y afamados ladrones de guante blanco a los que la policía no se atrevía a detener, rechazaban las actividades relacionadas con la prostitución y la drogadicción, y jamás se les había visto moverse en el mundo de la pornografía. El lema de la yakuza era "ayuda al débil y combate al fuerte", y quizá fueran el único grupo dentro de la mafia nipona que continuaba siendo fiel a este dicho. Quizá debido a eso contaban con la aprobación de la gente. Por lo que se sabía del jefe, que no era mucho, provenía de un clan bastante lejano, liderado por Todoroki Enji. Si existía un grupo más fuerte que el de Shouto, ese era sin duda el de Enji. El clan de Enji se centraba principalmente en la prostitución, tanto de hombres como de mujeres e incluso niños. Ese hombre no tenía escrúpulos, y con tal de hacer dinero, no le importaba lo que tuviera que hacer, y nunca dudaría en mancharse las manos si lo consideraba necesario. Durante los últimos años, también se le había visto traficar con drogas y armas, y se sabía que ciertas páginas y revistas pornográficas llevaban su sello personal. Según había explicado en una ocasión, la pornografía no era parte de su trabajo, sino su afición, y nadie podía ser tan inhumano de privar a un hombre mayor de su única afición.

De acuerdo con las fuentes, después de que Todoroki Rei fuera internada en un centro psiquiátrico y pocos meses más tarde falleciera en circunstancias extrañas, los cuatro hijos de Enji desaparecieron del mapa. Por lo que se sabía, Fuyumi y Natsuo abandonaron el país y ahora hacían vida normal en el extranjero. Sin embargo, Touya, el mayor y heredero de Enji, se marchó a Tokio con Shouto, donde fundaron su actual clan. Lo peculiar del caso era que Shouto, pese a ser mucho más joven que su hermano, ocupaba el puesto de oyabun o jefe, mientras que Touya actuaba como kashira o segundo al mando. Se desconocía si alguno de los dos había recibido alguna clase de castigo ejemplar por parte de su padre, pues ambos habían sido parte activa del clan de Enji y, por ende, le habían jurado fidelidad, o si, por el contrario, habían huido sin que se notara su ausencia. La información que sí se conocía era que algunos de los subordinados más importantes del grupo de Enji también habían decidido traicionar a su jefe para acompañar a los jóvenes. Uno de los nombres más sobresalientes era el de Takami Keigo, un maestro estafador y envenenador. Muchos habían sido los que habían intentado atraparlo, engañados por su apariencia frágil y descuidada, pero ninguno había vuelto con vida. Por lo que les habían contado sus informantes, el chico había empezado en el negocio prostituyéndose para intentar saldar las deudas de su madre, quien era adicta al opio, y en cierto momento había llamado la atención de Enji, que le ofreció un trabajo mucho mejor pagado. Se ignoraba a qué se refería exactamente, no obstante, había muchas suposiciones al respecto, y ninguna de ellas resultaba demasiado agradable, sobre todo teniendo su sobrenombre de "perro leal". El motivo por el cual ese "perro leal" había traicionado a Enji y se había escapado con Touya y Shouto todavía no se sabía tampoco.

Había demasiada información desconocida, y la policía ya había optado por no mover un mísero dedo para intentar detener las acciones criminales de ese clan. Se habían hecho muy fuertes en muy poco tiempo, y en esos momentos ya tenían más poder que la propia policía, era tan sencillo como eso. Sin embargo, aún había un órgano policial del gobierno dispuesto a librar a Tokio del peligro que ese grupo yakuza suponía. Tal vez la gente pensase que solo atacaban a los sectores más ricos e influyentes de la sociedad y que los ciudadanos más pobres y honrados no tenían de qué preocuparse, pero las pesadillas siempre empezaban con sueños bonitos. Debían actuar antes de que fuera tarde y se continuasen ganando el favor de la población, y para lograr su objetivo no había más que una solución. Todos los miembros del equipo eran conscientes, requerían de datos, y la única manera de obtenerlos a esas alturas era con una infiltración. Era peligroso, no sería las primera vez que salía mal y el infiltrado era torturado o incluso asesinado, pero ¿qué podían hacer? Ya habían agotado sus demás opciones, se encontraban en un callejón sin salida, en una encrucijada. Solo quedaba responder la pregunta del millón, ¿quién estaba dispuesto a hacerlo? Se miraron unos a otros, manteniendo la mirada gacha. Shinsou no podía hacerlo, daría el pego a la perfección, pero era el cerebro de la operación y Aizawa, el jefe, no le permitiría arriesgar su vida. Iida tampoco podía, había actuado en múltiples ocasiones como portavoz del organismo, así que su rostro había aparecido por televisión. Ashido parecía dispuesta, sin embargo, siendo conocedores del papel poco relevante que cumplían las mujeres en las familias de la yakuza, no estaban seguros de que contaran con una alta probabilidad de éxito. Todos tenían alguna pega que les impedía infiltrarse, Kirishima, Kaminari, Sendo, Jirou, Midoriya. Todos excepto uno. Bakugou se puso en pie, rompiendo el silencio, y lo dijo:

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