Capítulo I: Una reunión familiar

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No estamos exentos de cometer errores, vivimos en una sociedad donde se juzga como si fueras un criminal que ha cometido un terrible delito pero no es así. De los errores, de lo que cometemos por equivocación, nosotros aprendemos, como Seres Humanos racionales, pero el miedo y la angustia nos terminan dominando, a veces, llevando a que decidamos ocultar las cosas, a dejarlas pasar y así nos salvaremos de un problema mucho mayor. Pero eso es solo por un tiempo, tarde o temprano saldrá a la luz. 

Toda historia, todo conflicto, ha tenido y siempre lo tendrá en sus comienzos, porque, incluso, en las familias más unidas, germinarán las semillas que traerán problemas y disputas, peleas y divisiones. Pero, ¿cómo empezó?, ¿dónde?, ¿cuándo? y ¿por qué?. Sí, buenas preguntas tienes en tu mente, Mi Estimado Camarada, Mi Querido Lector, te debes de estar muriendo por saber todas las respuestas a tus interrogantes. Bueno, no quisiera dejarte con las dudas, que no tengas que esperar, porque, como todo buen escritor, como todo aquel que relata lo sucedido, yo te lo diré paso a paso.

Amanecía sobre la Ciudad de Royal Woods, Estado de Michigan, un día de Primavera comenzaba a asomar la cabeza sobre los picos montañosos, el Sol alejaba la Oscuridad de la Noche, un nuevo comienzo estaba por llevarse a cabo y ya se veía movimiento en las calles, dando por iniciada la actividad de aquel fin de semana. Algunos se reunían con sus amigos para pasar el Sábado, otros viajaban, mientras que una parte se quedaba en sus hogares con las familias para pasar el día, aunque fuera, incluso, mirar la televisión o ir al cine. Pero en una de las casas ubicadas en la Avenida Franklin, allí se podía ver como el reloj despertador que se hallaba sobre una mesa de noche sonaba. Una mano se extendió y lo apagó.

Allí se pudo ver a una persona, un joven chico albino con pijama naranja que se despertaba, refregó sus ojos para despabilarse un momento y luego se preparó para bajar la cama hasta que sintió unas manos que lo envolvían por detrás, llamando su atención y al girarse notó la presencia de una muchacha castaña y de pecas, vestía una remera deportiva con el "Número 1" bordado en color rojo y en su Centro, siendo ésta la única prenda de vestir que llevaba, además de su ropa interior blanca. El albino la miró de cerca, ¿estaría dormida o solo se estaba haciendo?. La observó de aquí para allá: Su Deportista Favorita, ese cuerpo preparado físicamente, su espíritu competitivo de que nadie podía quitarle su "Imperio" que había construido con sangre, sudor y lágrimas, pero había algo más que los deportes, las posiciones ganadas e incluso la vitrina con medallas que tenía allí abajo junto con los trofeos. Era algo que atravesaba los tabúes mismos de la sociedad y que habían comenzado hacía poco tiempo. 


- No, no te vayas, Conejito. Quédate cinco minutos más.- Oyó a la deportista hablar "entre sueños", cosa que llevó al albino con acariciarle los cabellos castaños a la joven y acercarse a su lado para darle un beso en los labios, tomándola suavemente en sus brazos.


- Buenos días, Mi Bella Deportista.- Saludó éste con dulzura y cariño en su voz, llevando a que la castaña sonriera y se sonrojara.

Estuvieron un rato en la cama, quedándose allí, sin moverse, sin hacer nada, solamente abrazados y mirando el techo, escuchando la calma de las calles por ser fin de semana. Fue entonces que Lynn se levantó de la cama.


- ¿Adónde vas?.- Preguntó su hermano a ella.


- Voy al baño, pienso ganarle a Lori, ya que se queda casi dos horas allí.- Respondió la castaña y corrió hacia aquel lugar, dejando al albino en la habitación.


Éste suspiró con tranquilidad y se levantó de la cama para ir hasta su armario, vestirse, abrir la ventana para ventilar el lugar y de ahí procedió para prepararse. 

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