Capítulo 5: Lunes 18 - Primera Parte

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Quince días
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Akane
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No sé si son cosas de mi imaginación, pero cada vez hace más frío.

Abro los ojos y descubro que no ha sido una pesadilla, efectivamente estoy en Hokkaido en una habitación tradicional, tumbada sobre un incómodo futón y con la misma ropa que hace tres días. Me doy asco. Necesito un baño y ropa nueva, pero sobre todo necesito volver a casa.

Desconozco que estarán pensando ahora mismo mis hermanas de mí, que me he vuelto loca quizás o que estoy bajo amenaza, cualquiera de las dos opciones no es descabellada. Quizás por eso me negué a dar más explicaciones de las justas, cuanto menos sepan del extraño lío en el que me he metido mucho mejor.

Lo mismo vale para Shinnosuke. Si ya era bastante malo estar casada, tener que pasar unos cuantos días en compañía de mi marido, buscando al ladrón de mi suegro no mejora para nada la situación.

Termino de desperezarme y me llevo una mano a mis desordenados cabellos. Que cortos están, no recuerdo haberlos llevado así desde primaria, no me acostumbro. Me veo rara, extraña... aunque no fea, no al menos después de lo que dijo él.

"A las chicas guapas les queda mucho mejor el cabello corto".

No lo dijo en serio, quizás solo fue un torpe cumplido para animarme, pero por algún motivo me hizo sentir bien. Me gustó. Justo en ese momento era lo que necesitaba, pero no esperaba que llegase de su mano, de las mismas que habían terminado de cortar mis cabellos con tanto cuidado. Debo admitir que no se le da mal.

Ya está bien de lamentos y autocompadecerse, así no solucionaré nada. Lo mejor es ponerse en marcha, comprar ropa barata y encontrar un baño público donde poder olvidarme de todos mis problemas, aunque sea durante un rato.

Con un poco de suerte encontraremos al ladrón hoy mismo, llamaremos a Kuno y conseguiré de regreso mis papeles del divorcio. Nadie tiene porqué enterarse de lo acontecido en estos días. Lo recordaré como un extraño episodio, un trágico destino del que me he librado por los pelos, ¡qué familia política la mía!

Doblo el futón y me abrazo intentando darme calor, me pongo rápidamente el abrigo y tomo mi bolso. Mataría por un baño, lo digo muy en serio.

Abro la puerta aún somnolienta y doy un grito y un ligero paso atrás al encontrarlo ahí plantado, apoyado contra la pared junto a mi puerta.

—Menos mal, pensaba que no ibas a despertar nunca —dice a la par que bosteza, no son ni las ocho de la mañana.

—¿Me estabas esperando? —pregunto sin poder esconder mi asombro, él me recorre con la mirada desde los pies a la cabeza. Me encojo sobre mí misma al sentirme evaluada.

—¿Sólo tienes esa ropa? —dice percatándose por primera vez de mi incomodidad, yo vuelvo a enrojecer de pura vergüenza, como ya me pasara ayer ante su pregunta... y ante su mirada cuando salí de la ducha. Maldito mirón.

—Pensaba regresar a casa en un día —contesto a modo de excusa, es una situación penosa.

—Esto... no es que tenga gran cosa pero, ¿te presto una de mis camisas?

Le miro perpleja, y no se si por el inusual ofrecimiento o por la normalidad con que lo ha dicho. Yo jamás me he puesto ropa de un chico, es decir, nunca he usado ropa de Shinnosuke, esas son las típicas cosas que solo hacen las parejas de recién casados. Me muero por ropa limpia pero... ¿no sería raro que la primera camisa masculina que vistiera no fuera la de mi futuro marido? Mi debate interno sigue hasta que siento el picor causado por mi sensación de desaliño.

Quince díasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora