Capítulo 20: Sábado 30

660 49 17
                                    


~.~:~.~:~.~:~.~:~.~:~.~:~.~:~.~:~.~

Quince días

~.~:~.~:~.~:~.~:~.~:~.~:~.~:~.~:~.~

.

Ranma

.

...

..

—Si lloras así... si me llamas de esa manera pensaré que no quieres que me vaya —Se da la vuelta y siento como mi corazón se encoge al ver sus lágrimas, sus hermosas, cristalinas e hirientes lágrimas.

Se clavan en mi pecho como un maldito puñal, se entierran entre mis costillas cortándome la respiración, deteniendo durante un segundo mis latidos.

Dándome absurdas esperanzas.

Salto del tejado y vuelvo a observar sus ojos marrones en la penumbra, volviendo a ponerme a su altura. ¿Ha ocurrido?¿he terminado de volverme loco por esta mujer?. Porque siento que estoy a punto de cometer una locura, la mayor de todas.

Avanzo y ella retrocede instintivamente, sé que no tiene donde huir, choca contra la baranda de madera y apoya ambas manos sobre ella, a los lados de su cuerpo. Me mira aún con lágrimas en sus mejillas y hago todo lo que puedo por ser firme, por hablar de forma resuelta y segura, sin que se de cuenta que yo estoy mucho, mucho peor.

—Ranma... —susurra con su voz de ángel, parece aliviada de volver a verme. Aprieto los dientes manteniendo a raya mis pulsaciones.

—Quiero que sepas... que mañana ya te habré olvidado —miento, y el ver su expresión desolada es mi peor castigo, debería haberme marchado cuando tuve la oportunidad. Sin duda eso hubiera sido mejor que lo que estoy a punto de hacer—. Me olvidaré de ti, no recordaré tu nombre, ni tu cara, ni siquiera el color de tus ojos.

El silencio es atronador, el viento sopla y revuelve sus cabellos, pero ella no se mueve. Parece una estatua de cera, eternamente quieta en esa postura. Sus labios se separan ligeramente y nuevas lágrimas llenan sus iris. Ruedan sin control ni medida.

Deja ya de llorar, boba. No sabes lo que me está costando mantener de una pieza mis sentimientos.

Doy un paso seguido de otro, y después otro más.

—Mañana... olvidaré tu voz, el olor de tus cabellos, olvidaré cómo te acurrucabas a mi espalda por las noches —Mis manos se mueven solas, no puedo hacer nada, se apoyan sobre las suyas y quedo a centímetros de ella, sintiendo el vaho de su aliento contra mi cuello en la noche helada. Está acorralada. Aprieto mis palmas contra sus dorsos, haciendo que se agarre aún más fuerte a la baranda. La siento temblar mientras sus lágrimas responden a mis horribles palabras.

—No recordaré nada de ti, ni siquiera tu sonrisa.

Y ella crispa las manos, las siento rígidas bajo las mías. La he ofendido lo suficiente para que quiera golpearme. Miro sus ojos, me sumerjo en ellos aunque ahora me observen con tanto miedo, quiero que lo sepa, necesito que lo entienda. Mis iris azules se pierden en sus pupilas iluminadas por la luna, apoyo mi frente contra la suya y cierro los párpados. No lo soporto más.

—Mañana habré olvidado todo lo que tiene que ver contigo, por eso no creas que esto tiene alguna importancia... porque mañana también lo habré olvidado —entreabro los ojos lo suficiente para ver su confusión, su muda pregunta.

Aprieto las manos con fuerza. Sólo un momento, sólo un segundo, déjame vivir de mis deseos. Rozo su graciosa nariz con la mía y hago lo único que puedo hacer, lo que me llevo negando desde la vi plantada en mi puerta. Acerco todo mi cuerpo quedando a escasos milímetros, haciéndola sonrojar de forma adorable mientras intenta contener su llanto.

Quince díasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora