Ángel de la muerte 3

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En el momento en el que crucé el umbral de la puerta, mi madre estaba haciendo la cena mientras mi padre estaba sentado en el sillón del sofá viendo la televisión. Mi hermana había salido de fiesta y a refugiarse en casa de su mejor amiga, la cual sospecho que es su novia. Entré en casa y dejé a Coco libre, cerré la puerta con suma delicadeza pero mi madre giró su cabeza hacía mí.

-¿Donde estabas?- la voz poco autoritaria de mi madre inundó la sala de inseguridad y miedo. Mi padre era quien hacía las preguntas.

-Fui a darle un paseo a Coco y se me fue la hora, me alejé. Lo siento.- Fui rápida en darle la explicación porque no quería que mi padre interviniera, sin embargo él siempre tiene algo que decir.

-No puedes salir de casa cuando a ti te plazca, eres una niña de 17 años, no tienes la vida hecha como para decidir cuándo sales de aquí sin permiso y durante un tiempo indefinido, preocupando a tu madre y a todos los que estamos aquí.-mentiroso. A él mamá no le importa, la pega y le hiere en todos los sentidos en los que puede herir a una persona. Hace de poli bueno y poli malo, primero la envenena con palabras y acciones y luego hace su papel de padre y marido preocupado. Asqueroso y deplorable, esperable supongo.

Le aguanto la mirada a mi padre por unos segundos y luego simplemente cruzo el pasillo y me meto en mi habitación cerrando la puerta tras de mi. Me siento tan impotente.

Me tiro en la cama pero me levanto rápidamente, me dirijo al ordenador y empiezo a buscar Alex Fernandez en todas las redes sociales en las que puede tener perfil, nada. 

¿Como puede ser eso posible?

Parecía tener mi edad, como mucho 20, todo el mundo a esa edad tiene al meno Facebook o Instagram, él no tiene nada. 

Absolutamente nada.

Como si fuera un fantasma, no existe en la red.

Me levanto y cojo mi cuaderno donde escribo aquello que me inquieta o simplemente finjo que hago algo bonito sabiendo que mi vida es un completo desastre. Dejo que mi inspiración se apodere de mi mano, y no sé cuanto tiempo pasa hasta que suelto el bolígrafo y me dirijo hasta la ventana 

Alex Fernandez

No paro de ver sus ojos, la sonrisa ladina que dejó entrever, la forma en la que sus labios sujetaban el cigarrillo. Sentí de nuevo su mirada sobre mí y la forma en la que parecía que sabía toda mi historia y podría adivinar mis puntos flacos con tan solo 3 minutos más.

 Me siento sin aire.

Estoy atrapada, atrapada en un lugar donde no hay salida ni a los lados o arriba o abajo, estoy tan desesperada que no veo con claridad ni siquiera la evidencia de que mañana va a salir el sol, me siento débil, aunque creo que eso es un tema de salud, creo que me estoy ahogando en un receso entre la batalla de la vida y la muerte donde yo estoy siendo la perdedora sin importar a qué bando se incline la balanza.

Me gustaría poder expresar todo aquello que mi complejo cerebro a llegado a pensar. Me gustaría poder desvelar cada final que para mí suponen esta historia contar. La vida es fugaz y muchas veces dan ganas de llorar, pero llorando, amando e incluso aveces; riendo, os gusta vivir de manera masoca e inconstante, donde unas palabras valen más que 150 actos y donde 4 lo siento valen más que noches de desvelo y destierro. 








     





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