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"Quédate conmigo"



Fácil decirlo pero difícil el concretarlo, y más con ésta nueva etapa que ambos tenían por delante, ¡Uy si! Todo es diversión, el sexo es algo muy complaciente a opinión y perspectiva de todos, pero las consecuencias que conlleva tan delicioso acto es algo que ambos -con solo ver sus ojeras y movimientos robóticos- sabían que era difícil de enfrentar.

"¡Ya no tengo vida!" Es lo que muchos dicen los primeros meses, los primeros días, las primeras horas. Bueno, el cuidado de un bebé recién nacido era toda una hazaña, más porque el niño era un berrinchudo que no dejaba de moverse y llorar como un desgraciado a todas horas del día, aunque sobre todo por la noche, como si la luna fuera su sol de todos los días, como si fuera un vampiro que se alimenta del dolor ajeno, pero en ésta ocasión se trataría del dolor de sus padres; pero era divertido, ver como ambos se levantaban como zombies, como uno chocaba contra la puerta y otro apenas podía ponerse un zapato con somnoliencia.

Eran tiempos de guerra cuando entraban a ése cuarto medio decorado, pues los días son el infierno para ambos padres que apenas pueden dormir por levantarse a todas horas para ver a ese bebe en pañales llorando a todo pulmón como si fuera cantante de opera. Oh, que desgraciado ese pequeño.

-Ah chinga se hizo del dos - Se quejó uno, oliendo el pañal de su niño quién lloraba con una voz irritantemente aguda.-Yaaaa, wey mis oídos -

-Salí de acá, que ahora viene alto experto - Apartó a su esposo como si fuera el mismo estorbo, (aunque, bueno, a veces lo era) y se dispuso a tomar unos pañales y sus pañuelitos húmedos para estas ocasiones - Andá a hacer la leche que para ésto me metiste la pija sin condón, pelotudo -

-Yaaaa, si tú también disfrutaste - Se quejó antes de salir de aquella habitación, arrastrando sus piés con agotamiento. «Ten sexo sin condón, decían.
Somos hombres, decían.»

Bajó las escaleras dando pasos cortos y perezosos, bostezando con mucho sueño, frotándose un ojo hasta llegar a ese lugar oscuro y frío; Oh, él antes se asustaba con la sombra del refrigerador, pero ahora «¡Oh dios santo! Mátame, que no quiero volver ahí arriba» pensaba, pero Dios es malvado, quiere verlo sufrir y eso él lo sabe mejor que nadie.

Que desgracia.

-Maldito chamaco, ojalá de grande sea algo bien super hiper importante o me mato - Susurró deseoso al más allá, levantando la mirada al techo unos segundos con expresión cansada mientras calentaba una botella de leche en el microondas; escuchaba con claridad el llanto desde abajo.

Oh, ese niño... En serio esperaba que fuera mucho mejor que ellos y que sí pensara en la protección.

-¡APÚRATE LA PUTA QUE TE PARIÓ! -Su dulce, hermoso, precioso y comprensivo esposo lo llamaba como siempre, con esas palabras que lo acariciaban como si fuera una dulce flor desvergonzada. Suspiró.

-YA, PERALE - Le gritó de regreso antes de tomar la mamila de la encimera y subir con lentitud nuevamente, cerraba los ojos unos momentos buscando tranquilizar su mente y cuerpo desgastado ¿Ésto era ser padre primerizo? Oh, a veces deseaba haberse ido por cigarros aquél día.

Entró a la habitación de su proclamada bendición y lo vió ahí, llorando en los brazos de su madre, quién parecía estar peor aún.

-Al fin; dámelo -Le quitó sin cariño o siquiera decir "gracias" aquella botella mientras le daba de beber al pequeño quien, impaciente, empezó a consumir aquella sustancia; se escuchaba como chupaba y chupaba a lo degraciado, como si aquella fuera su primera y última comida- Duérmete, que tengo junta mañana - Pedía el mayor con un tono que denotaba su profundo desespero y agotamiento.

-Yo tambien tengo junta - Recordó.

-Aguanta ¿Y quién lo cuida? - Regañó casi al momento, viéndolo con ojos cansados que bajo ellos exhibían ojeras de días atras en su desvelo coconstante.

-Creí que tú lo harías -

-¡Pero tengo junta pedazo de animal!-

-¡Ya deja de insultarme! - Oh, también otra cosa que pasaba era que ambos estaban en sus límites, estaban cansados de ellos mismos, cansados de noches sin dormir. Sus fuerzas físicas se habían drenado a la vez que el desgaste emocional producía estragos en sus mentes, sumándose al agotamiento profundo que les agarrotaba los músculos. Oh, ¿Hace cuánto no se tocaban? ¿Hace cuánto no se besaban? Oh, ambos cuerpos se extrañaban y no podían estar juntos de nuevo.

Era doloroso.

El bebé, quién apreciaba todo eso empezó a dormirse lentamente, ya los gritos eran cosas de todos los días, cosas con las cuales se levantaba o se dormía.

El que lo sostenía en brazos suspiro agotado, con lágrimas desesperadas en sus agotados ojos, ¡Basta! Estaba cansado ¡Ésto era mucho para él! Iba a gritar que estaba harto de ésta vida, de esa situación desgastante que drenaba toda energía de su ser, cuándo pudo sentir un suave resoplido ahogado de aquél pequeño ser que sostenía en sus brazos; agachó la mirada con lentitud y finalmente pudo apreciarlo, a su hijo, ahí, dormido con esos tiernos gestos que hacía al conciliar el sueño.

Ambos vieron a su hijo dormir acurrucado en los brazos ajenos, moviendo su boquita como si comiera en sus sueños. Oh, ese pequeño era un glotón.

-... Perdón - Se disculpó México, viendo a su esposo con ojitos cansados y tristes; éstas peleas eran de todos los días, algo cotidiano que se implantó en su relación como una espina venenosa que no les dejaba ir. Pero sabían que no siempre sería asi, que aquella sólo era una prueba más, una más que estaban dispuestos a pasar.

-... También perdón - Suspiró Argentina, dejando a su hijo en la cuna con extrema delicadeza y cuidado, viéndolo moverse un poco antes de poner aquella tela que tenía como objetivo ahuyentar a los insectos que acechaban en el ambiente de la habitación- Quizá... ya no soy tan cariñoso como vos querés...- su tono era triste, condicionado por una voz rota y cansada.

-No, no, amor, eres perfecto, sólo es el cansancio - dijo, acercándose a su marido para poder envolver sus manos con las suyas propias, transmitiéndole calidez y apoyo a través de aquél simple y mínimo tacto- Pasaremos ésto juntos, ya verás -

Ambos se vieron, sonriendo con ligereza, con esa sensación de paz y amor que tantos lios habia pasado; un sentimientos que ambos compartían y se negaban a abandonar pese a la inminencia de los problemas y pruebas del agotador día a día.

Ésta es una prueba más, la prueba máxima de que su amor es verdadero, y como países, además de como esposos, que eran la iban a pasar, juntos.




Portada por; FabiZetha

Mextina.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora