Chapter. 5 .

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Pasos fuertes se escuchaban por el pasillo junto con un fuerte puertazo, sin más Seúl se dirigió al inicio de las escaleras, observando con una sonrisa las personas que estaban tensas y confundidas, uno de tras del otro, en una mal hecha organización.

Bajo sin soltar su sonrisa infantil y al llegar al último escalón saltó, aterrizó y se dirigió al frente de los rehenes , sintiendo detrás de ella a sus nuevos compañeros.

Un pulcro silencio azotó la espaciosa habitación.

"Vaya forma de socializar" .

—¡Bueno! ¡Pues un gusto, soy Seúl, la nueva encargada de... Todo esto! —se presento de forma extrovertida, mientras movía sus manos de una lado a otro.

Una mala costumbre según Sergio.

Nadie dijo nada, aunque era claro en las incrédulas miradas que recibía, le hacía saber que no la estaban tomando en serio.

Dispuesta a volver a hablar, aclaro su garganta y su expresión se torno sería.

—Reitero. A partir de ahora seré su nueva líder. Me da igual si les parece incrédulo o no, no me interesa. — Hablo con voz decidida mientras miraba con desagrado la cara de un estreñido Berlín.

—Sin embargo, debido a las recientes bajas que se han presentado con el reciente acontecimiento, deseo, no ruego, entablar una conversación privada con cada uno. — Termino su oración con una auténtica sonrisa con la que, sabía que podía causar un deje de confianza y de seguridad. —No quiero que nadie más arriesgue su vida de una manera tan innecesaria. Y aunque no lo crean, acá sus opiniones y solicitudes son importantes; queremos brindarles seguridad y bienestar, a cambio de, claro su cooperación.

Paro de hablar para acercarse la chica de rulos despampanantes para acariciar su rostro y llevar un mechon que tenía en su rostro, detrás de su oreja. Se alejo ante la mirada desconcertada de la muchacha y siguió hablando con un tono cariñoso y chispiante.

Berlín al notar eso, todo los ojos al saber que pasaría y en tono bajo imitó infantilmente a la adolescente.

—Nis importo sis ipiniinis. Siy si niivi lidir. — gruño en muto mientras una extrovertida Nairobi se aguantaba sus propias carcajadas.

No lo negaría, odiaba tener que seguir las órdenes de una niñata de papi, pero ver a Berlín tan fastidiado de la vida, le daba gracia y abundancia a su vida. Amaba su sufrimiento.

—Queremos llegar a un acuerdo. Queremos que sientan, en lo posible, tranquilidad y sobre todo que no estén aquí sin su consentimiento.— Antes de hablar, se fijó en algunas caras y vio, con agrado, duda e interés. Le creían, poco, pero lo comenzaban a hacer.— Si deciden irse, no se preocupen, usted y las personas que lo decidan tambien, saldrán e irán con la policía. Pero, si deciden quedarse a ayudarnos, se les abonará una gerosisima cantidad de dinero en la puerta de su casa tres meses después que se haya terminado todo. — junto sus manos satisfecha, lista para jugar con la necesidad de la los presentes cautivos. Era consiente de que muchos de los rehenes tenían problemas financieros, de hecho, por eso la gran mayoría estaban presentes en el banco ahora mismo, el día del atraco, Sergio había hecho un listado con su ayuda, de las campañas de préstamos y sus fechas para personas con deudas y con próximos despojos por hipotecas no pagas

—En unos momentos los comenzaré a llamar y llegaremos a un acuerdo en buenos términos. ¡Se los pido! Piense lo, es una gran oportunidad para recibir apoyo económico sin ningún interés. — después de terminar definitivamente su comunicado llamó a Nairobi con la mano y le cedió la palabra. — Antes de ir a retomar sus actividades, mi compañera tiene un comunicado que brindarles. Me retiro, muchas gracias por escuchar.

Nairobi le forzó una sonrisa y camino derecho hacia un señor de avanzada edad. Seúl sabía que lo iban a proclamar cómo rehén del mes.

Soltó una risita, le parecía suprema mente tierno y divertido.

Antes de voltear y dirigirse a las escaleras, noto una pesada mirada, puso su atención y vista en la chica de cabellos rulos. Sonrío sensualmente mientras chupaba y pasaba su lengua por su dedo pulgar, guiño su ojo izquierdo a la de ojos claros y tomo camino en busca de Denver, cuando vio que sus acciones habían obtenido el resultado esperado, un gran sonrojo por parte de la chica.

Denver, Denver, Denver, ay mi Denver.

Se había dado cuenta que el muy idiota desaparecido a mitad de su discurso. Lo tomo personal, pues le parecía una falta de respeto. Además, era consiente de lo nervioso e inquieto que se notaba.

Algo grande debía esconder.


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