Capítulo 4

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¡Oh! ¡Quien me diese alas como de paloma!

Porque entonces volaría yo y descansaría,

-Salmos 55:6


La búsqueda de Harry en el Callejón Diagon no dio resultados, como esperaba. El lugar donde Draco había sido secuestrado había sido, obviamente, cuidadosamente seleccionado con antelación. Había una curva en la calle en ese punto con arboles altos en maceta oscureciendo la mayor parte del callejón de la vista de los demás. Dos personas escoltando a un solitario mago a la apertura apenas se notaría. Los negocios que bordeaban el callejón apenas eran sospechosos. Uno de ellos era una boutique de ropa para bebes y niños magos. El otro pertenecía a un antiguo mago carpintero especializado en problemas de varitas con sus dueños.

Nadie tenía recuerdo de haber visto algo inusual, ni los comerciantes cercanos ni los empleados que había notado Malfoy. Sin embargo, le recordaban en Fortescue, donde había comprado un bloque de dos libras de almendras dulce y bebió dos tazas de té fuerte.

—A algunos no le gusta alguien como' él... ya sabes, fue un mortífago —le dijo con complicidad la joven empleada. Ella le guiñó un ojo y quebró su pompa de chicle ruidosamente—. ¡No me' importa si ha estado en Azkaban, ese Draco es precioso! ¿Los has visto? ¡Con esos ojos... es para morirse!

Harry mordió el interior de su mejilla para disimular su disgusto. De repente estaba contento que Malfoy se hubiera auto impuesto el exilio, aunque sólo fuera para evitar que vendedores ambulantes de helados apenas alfabetizados se lo comieran con los ojos.

—Sí, viene usualmente aquí. Toma asiento allí en esa silla y bebe dos tazas de té. Earl Grey, negro, con un triple de azúcar. En el verano pide tamarindo dulce con el pudin. ¿No es eso elegante?

Harry se las arregló para no resoplar, pero la chica no le prestó atención, mirando fijo y distraídamente la silla que Malfoy había ocupado previamente, perdida en su mundo de fantasía. Harry compró un bloque de chocolate y se fue. Aquella parte de la investigación estaba prácticamente garantizada como una pérdida de tiempo. Si alguien se hubiera dado cuenta del secuestro de Malfoy, una alarma habría sonado al instante. Era posible que alguien se hubiese dado cuenta y que no haya dicho nada, debido a la infamia de Malfoy por ser el hijo de un mortífago.

Harry con mucho gusto dejo el Callejón Diagon atrás. No tomo mucho tiempo antes de que una pequeña multitud se apareciera y siguiera sus pasos, pidiendo autógrafos y fotos. A veces ser famoso hacia de su trabajo como Auror un casi imposible. Se apareció en el Ministerio y se encerró en la oficina, supuestamente para ponerse al día con el papeleo, pero en realidad era para esperar la hora del almuerzo con Hermione. El aburrimiento lo llevó a hacer en realidad algunos de los papeleos y se sorprendió un poco cuando Hermione sacó la cabeza por la puerta.

—Siento llegar tarde —dijo—. ¿Estás listo? Tendré que cortar un poco el tiempo de hoy, ¿Tienes alguna comida en casa?

Harry asintió, aunque sabía su idea de lo que era alimento y lo que ella consideraba que era estaba kilométricamente distanciadas. Él quería hablar con ella en privado lo que hacía que casi todas las partes en Londres fueran descartables salvo su piso en el número 12 de Grimmauld Place.

Ella arrugó la nariz cuando se apareció en la sombría cocina. —¿Cómo puedes soportar vivir en este revoltoso lugar Harry?

—¡Harry Potter está a gusto con su casa así como esta! —se movió Kreacher en la despensa.

Hermione se sonrojó. —Lo siento, Kreacher. No quise darle ese significado.

El elfo le miro y deliberadamente le dio la espalda, murmurando en voz baja. Harry sospecha que en su silenciosa diatriba participaban palabras como sangre sucia y no-sirve-ni-para-lamer-los-zapatos-del-Amo, pero Kreacher finalmente había aprendido a no hablar en voz alta de tales cosas cerca de los oídos de Harry. —¿El Amo Harry esperara el almuerzo?

Cadenas de la TierraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora