Capítulo 4

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Corría entre los árboles, esquivando ramas y árboles. No estaba perdida, había pasado por ese lugar muchas veces y conocía el camino. Estaba muy preocupada y sentía que el tiempo se nos echaba encima. Necesitaba encontrarlo. Pero ¿a quién? En realidad no sabía lo que estaba buscando, pero reconocí esa parte del bosque. Estaba cerca de mi casa. Me paré y respiré hondo cerrando los ojos, centrándome en los otros sentidos.
Me movía entre las sombras de forma sigilosa, ocultándome entre las casas del poblado y jugando con las sombras para evitar ser visto... hasta atravesarlo en dirección contraria a la que había venido. Me escondí al escuchar el ruido de una rama y a varias personas hablando en susurros. Eso significaba que estaba cerca, muy cerca. Los brujos habían venido de este lugar, había seguido el rastro pero parecía que no había nada. Solo que probablemente lo hubiera, porque podían esconder la entrada a los ojos de los demás, pero esta, sin ninguna duda existía. Y tenía que encontrarla.
Sin embargo no podía hacerlo en este momento. Porque había alguien observando. ¿Quién? – me pregunté yo. ¡Fuera!
Abrí los ojos de golpe, respirando agitadamente y con cierto dolor de cabeza por el golpe psíquico que había recibido. Comprendí que había vuelto a espiar los pensamientos de Evan, justo como esa misma tarde. El hecho de que hubiera entrado en su mente mientras dormía solo significaba que esto iba a peor. Necesitaba controlarlo.
Cada hechizo conlleva siempre un coste y requiere una cantidad de fuerza o energía determinada. Si te pasas, si lo mantienes durante demasiado tiempo, puede llegar a matarte. Esa es la primera regla que aprendemos de pequeños y que nunca hay que olvidar. Es por ello que la magia sin control o accidental – como esta – podía llegar a ser muy peligrosa.
Me levanté en busca de algo que comer que llenara el vacío y me devolviera la energía que había perdido. Por un momento pensé en ir a buscarlo pero era una tontería, porque hacía frío, era de noche y cuando quisiera llegar, él ya se habría marchado. ¿Qué es lo que estaría buscando?
– ¿Que haces despierta? – preguntó mi madre haciéndome dar un salto del susto. No la había escuchado aparecer por ningún lado. Me fijé en la capa que llevaba puesta y que la protegía del frío. Estaba claro que no venía precisamente de dormir pero si preguntaba no recibiría una respuesta. Se acercó a darme un beso en la mejilla – deberías descansar.
– Ya me iba  a dormir. Aunque tenía que hablar contigo acerca de las cosas que he estado viendo.
– ¿Es tan urgente que no puede esperar a mañana? – Negué con la cabeza después de reflexionar unas breves segundos, los hechos que había visto no eran peligros inmediatos – Pues entonces vayamos a la cama y me lo cuentas por la mañana. A no ser ... ¿que quieras preguntarme algo? – añadió al ver que no hacía nada por moverme.
– Solo estaba pensando que es demasiado tarde para dar un paseo – susurré, arriesgándome y señalando su ropa con un movimiento de cabeza – Y también me preguntaba si el asunto que te mantiene despierta son los lobos.
Alcé la vista, mi madre me miraba fijamente y me pregunté si había sido demasiado directa.
– ¿Por qué tanto interés por los lobos de repente Dahlia? – Me encogí de hombros sin saber muy bien como justificarme – Has estado consultando libros, aprendiendo hechizos ofensivos que implican cuchillos en el jardín... No hay nada de lo que tengas que preocuparte o asustarte, ¿vale? Estamos a salvo. 
– Tiene que ver con lo que empecé a ver la noche de mi cumpleaños.
– Supongo que no podemos esperar a mañana – dijo suspirando mientras se sentaba en una de las sillas y me invitaba a hacer lo mismo con la mano.
– Vi a los lobos y a los cazadores hacer tratos. Nana cree que la guerra puede estallar de nuevo. Eran varios hombres y creo que un par de mujeres, pero solo dos rostros se veían con claridad – omití a Evan por razones obvias – uno era un cazador y el otro era un lobo.
– ¿Como supiste quienes eran? – me preguntó pensativa. No parecía tan sorprendida como mi hermana o como Kaira, como si de alguna manera ya hubiera escuchado rumores.
– Un hombre tenía un tatuaje de dos espadas y el otro... bueno, se notaba por la forma en que se movía que era más que humano. Y sus ojos ... definitivamente más que humano.
– ¿Crees que podrías dibujarlos para mí? – asentí con la cabeza. Es posible que pudiera hacer un boceto con los rasgos físicos generales. ¿Por qué no se me había ocurrido antes? Pues porque estaba demasiado ocupada pensando en la segunda parte del sueño, tonta. – No quiero que te metas en este asunto más de lo necesario e infórmame si ves algo nuevo. – me advirtió mientras se levantaba, dando por terminada la conversación – Cualquier cosa que puedas recordar puede resultar decisivo si esa guerra que avecina Kaira sucede de verdad.
– El tío Hans nos explicó que la última vez los lobos y las brujas se dieron un alto al fuego para contrarrestar a los cazadores. Si esta organización resurge, ¿no sería conveniente que ambas razas nos uniéramos? – me atreví a preguntar.
– ¿Unirnos? – casi escupió mi madre sin poder evitar la cara de asco – Has visto a los lobos y a los cazadores hacer pactos y aun así, ¿propones que nos unamos a ellos? Te lo he dicho mil veces Dahlia, los lobos sólo destruyen, no...
– ... no construyen. Lo se – completé antes de seguir. Dudé un poco al principio ante la mirada de mi madre porque lo cierto es que imponía, demasiado, y no muchos se atrevían a contradecirla. Sin embargo, ser su hija me daba cierta "inmunidad".– Pero q-quizá no todos los lobos son así. O igual no harían pactos con los cazadores si n-no hubiera tanta enemistad entre nuestras razas.
– No seas ilusa Dahlia. A veces eres demasiado incrédula e inocente. Eso, y que pasas demasiado tiempo con Kaira. Los lobos han estado rondando nuestro territorio. La noche de tu iniciación, cuando creíste ver un lobo, es probable que lo vieras de verdad y que no te lo imaginaras. No vienen porque quieran hornear galletas precisamente – dijo con tono mordaz.
– Quizá están buscando algo o a alguien. – susurré pensando en lo que había sentido cuando me había metido en la cabeza de Evan.
– Como ya he dicho Dahlia, son cosas que no te conciernen. Al menos de momento. Vete a dormir y deja de pensar en los lobos. – Pero yo no quería irme a dormir. Mi madre se había puesto completamente seria, lo que indicaba que algo pasaba y que sabía a lo que me estaba refiriendo. Todo esto me daba mala espina.
– Se supone que soy miembro de pleno derecho del aquelarre. Eso quiere decir que puedo votar y participar en discusiones que tengan que ver con el futuro del grupo. No puedo hacer eso correctamente si no estoy informada. – protesté de forma arriesgada. Sabía que me estaba sobrepasando pero llevaba días bastante sensible. El rictus que puso mi madre solo me indicó que estaba perdiendo la paciencia. 
– A veces eres demasiado listilla. Que ya seas lo suficiente mayor no implica que tengas el derecho a cuestionarme. Soy la líder de este aquelarre y lo que hago es por el bien de todos, para protegernos. El fin, a veces, justifica los medios. Y a menos que quieras ser degradada de nuevo, te aconsejo que te vayas a dormir.
Asentí con la cabeza y me marché deprisa de allí. Para mí, el fin no justificaba los medios. Esa frase me había inquietado aún más. No tenía ninguna duda de que lo que movía a mi madre era la seguridad de toda la familia ya que era una realidad que había demostrado una y otra vez a lo largo de los años. A pesar de ello, mi madre siempre había respetado ciertos límites.

El diario de DahliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora