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Era un día soleado y tranquilo, de esos que no solía haber muy a menudo, pero Eyra y Neisha no podían disfrutarlo como el resto porque estaban castigadas sin salir. De nuevo. Todo por una broma tonta – pensó Neisha con una sonrisa algo maliciosa. Usar la magia para teñir el pelo de su hermano permanentemente no había sido para tanto. Aunque claro, había sido el efecto secundario lo que realmente había cabreado a su madre y lo que realmente las había hecho reír. Ese pelo naranja había ido cayéndose hasta dejarle completamente calvo. La culpa no era completamente de ellas. Al fin y al cabo Ivar había sido el que se había metido con su pelo rojo claro comparándola con una zanahoria. El recuerdo la hizo reír mientras se escapaba a hurtadillas de la habitación de su mejor amiga.

– ¿A dónde se supone que vas? – preguntó Eyra mientras corría para alcanzarla. Se supone que estaban castigadas sin salir de casa pensando en lo que habían hecho. Tenían 17 años por favor, ¿por qué las seguían castigando como niñas? Y además, por una broma inocente... Su madre había sido clara al respecto: Mientras te comportes como una niña, seguiremos tratándote como a una. La magia debe usarse responsablemente porque los dones.... – y ahí es cuando había dejado de escuchar.

– Al cobertizo.

– No Neisha, sabes que no podemos entrar ahí.

– Por eso es por lo que estamos yendo – se explicó de manera algo obvia. Para Neisha detrás de cada prohibición había una razón que quería descubrir. Y dado que esta prohibición no se debía a que sus vidas pudieran correr peligro, ella estaba absolutamente convencida de que había un secreto oculto – ¿no te apetece saber qué es lo que nos están escondiendo?

– Pues no, si no quieren que entremos será por un buen motivo – insistió Eyra sujetando a Neisha por el brazo para detener su avance.

Su amiga era muy cabezota y no tenía ningún respeto por las normas. Puede que ella tampoco, pero ya estaban castigadas y no había pasado el castigo cuando Neisha quería ir a por el siguiente. La fiesta de Eric se acercaba y ella no quería perdérsela. Pero para su desgracia, cuando a Nei se le metía algo en la cabeza, no había quien pudiera hacerla desistir. Nadie salvo ella misma. Y no siempre lo conseguía.

– Si no quieres venir conmigo, no lo hagas. Puedes esperar aquí fuera y vigilar que nadie viene.

Neisha se sacudió para librase de la mano de su amiga y entró decidida sabiendo que Eyra la seguiría por detrás. Por mucho que se quejara, no soportaba perderse ninguna aventura ni ningún misterio. El cobertizo estaba justo en medio de las dos casas. La de Eyra y la de Neisha.

Ambas chicas se quedaron absolutamente decepcionadas. No había más que cacharros viejos, baúles y unos cuantos libros. Todo estaba lleno de polvo como si nadie hubiese limpiado el lugar durante 20 años. Neisha frunció el ceño extrañada, con lo que era su madre con la limpieza... no se explicaba como permitía que esto estuviera tan sucio. Fue directa hacia los baúles mientras que Eyra iba hacia los libros.

– No son más que antigüedades. Me esperaba que hubiera alguna otra cosa, como cadenas o un laboratorio secreto o un...

– ¿Un cadáver? – sugirió Eyra con burla. No entendía por qué no podían entrar cuando no había nada interesante. Cogió otro de los libros, parecía muy antiguo y viejo, pero sus hojas estaban en blanco. Pasó la mano por ellas y frunció el ceño extrañada al sentir un cosquilleo en los dedos de las manos.

– No eres graciosa. Además, este no sería un lugar muy bueno para tener un cadáver. ¿Por qué no enterrarlo en el bosque?

– Dejando de lado el drama, lo mejor será que nos vayamos de aquí ya. Ya has comprobado que no hay nada – Dejó el libro de nuevo en la estantería. Aquel cosquilleo la había puesto nerviosa.

– No, ni hablar. Tenemos que seguir buscando – insistió Neisha – y no tenemos nada mejor ni más divertido que hacer.

Resignada ante la tozudez de su amiga, siguió mirando libros, hasta que vio uno que le llamó especialmente la atención. Era negro con diseños y dibujos en plateado. Lo sacó de la estantería con cuidado y en la portada leyó: Las memorias de Dahlia.

– ¡He encontrado un diario! – exclamó orgullosa. Neisha se levantó y fue a verlo emocionada. Un diario era mejor que nada.

Eyra abrió la primera página con cuidado e intentó leerlo inútilmente. Es como si sus ojos fueran incapaces de distinguir las letras que había en el papel. Neisha intentó leer en voz alta pero tampoco podía pronunciar ninguna palabra.

– No puedo leerlo – murmuró enfadada.

– ¿Crees que es un diario mágico? – preguntó Eyra dudosa frunciendo el ceño. Era la única historia que encajaba y creía haber oído alguna vez acerca de ellos.

– ¡Oh vamos! Muéstranos tu historia Dahlia – decretó Neisha moviendo las manos como si lanzara un hechizo.

– No seas maleducada – se burló Eyra mientras Neisha ponía cara de no entender nada. Eyra se carcajeó – Oh Dahlia, por favor, muéstranos tu historia.– repitió con la misma teatralidad de su amiga.

Por unos instantes nada pasó.

– Tendremos que buscar un hechizo de verd... – Inesperadamente, una corriente de aire las sacudió y un remolino las atrapó a ambas transportándolas a un mundo parecido y a la vez completamente diferente. 

El diario de DahliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora