Capítulo 2

27 2 0
                                    


En su visión, había un hombre alto hablando con otro. El alto era un hombre lobo, podía sentirlo y estaba recibiendo una gran caja. Abrió la caja para comprobar la mercancía y sacó un arma, inspeccionándola. Satisfecho con el trabajo, le entregó unos papeles al otro hombre que le miraba con un profundo odio. Ese otro hombre, ese humano tenía una marca en el cuello, dos espadas cruzadas. Algo estaba terriblemente mal en esa imagen, algo malo iba a ocurrir pronto.

– ¡Evan cuidado! – Un gran lobo negro herido y rodeado de árboles.

– No te vayas – pensé atormentada.

– No lo haré. No ahora que eres mía – respondió su voz en mi cabeza.

Me desperté de golpe, sin saber si había sido un sueño o una de esas visiones que se terminaban haciendo realidad. Imágenes similares se habían sucedido los dos días siguientes a mi cumpleaños. No podía ser casualidad, quizá mi don estaba mutando. Nunca había tenido visiones en las que veía caras hasta el día del ritual.

Una vez, pasando por el mercado con mi hermana dije que teníamos que comprar manzanas. Cuando llegamos a casa mi madre nos dijo que debíamos ir al mercado a comprar manzanas puesto que se habían acabado y quería hacer una tarta. Nos ahorramos un viaje. Aquel incidente no fue el único.

Otras veces había predicho cuando iba a llover. Avisé a mi hermano que evitara una calle en la que luego había habido un robo. Pequeñas predicciones que sentía pero que era incapaz de visualizar. Centrándome en el presente me di cuenta de que las sábanas estaban tiradas por el suelo, aún era de noche, pero el amanecer estaba cerca.

Mi mano inconscientemente acarició mi cuello, habían pasado tres días desde mi cumpleaños y la marca seguía casi intacta. Se desvanecía demasiado despacio. Enfadada conmigo misma me puse la bata encima y bajé a la cocina para coger algo de comer. El reloj de la cocina marcaba una hora demasiado temprana, pero necesitaba algo que llenara mi estómago e hiciera desaparecer ese malestar.

El libro que había leído estaba desfasado, no tenía más que un simple valor histórico. Debía pedir ayuda a mi madre, no solo por ser mi madre sino también por ser la representante de nuestro aquelarre. No sabía lo que esta marca podía hacer, solo eran sospechas y no sabía si esto, de alguna manera, podía afectar de manera negativa a mi familia.

La mordida empezó a picarme y tuve un mal presentimiento porque ese picor no había venido solo. Sentía esa ligera atracción hacia el exterior, el mismo sentimiento que había tenido aquella noche en el claro. Atracción mezclada con estupidez que hizo que acabara acariciando a un lobo que terminó mordiéndome.

Con la piel de gallina me acerqué a la ventana y tras un tiempo, mis ojos empezaron a acostumbrarse a la oscuridad del exterior hasta el punto de distinguir una forma humana. Tragué nerviosa. Me agaché para que no me viera. Era él. Lo sentía en lo más hondo de mi ser. ¿Desde cuando era yo una niñata asustada? Por el amor de la Diosa, era una de las brujas más fuertes de mi edad y estaba agachada en el suelo de la cocina comportándome como un bebé. Tenía mi magia, mi ingenio y el cuchillo que acababa de coger de la encimera. Además de que había estado documentándome y practicando sobre distintas formas de atacar.

Respiré hondo y salí de casa con seguridad renovada en mi misma y llena de valentía. Le observé mientras me acercaba. Estaba parado, con los brazos cruzados y apoyado en un árbol como si fuera el dueño y señor del universo. Rebosaba confianza y estaba vestido. Lo que debió sentirse como un alivio, sonó más como una queja en mi mente. El aire movía su pelo negro despeinándolo aún más.

– ¿Qué haces aquí? Márchate – espeté manteniendo una distancia prudencial. Se mantuvo en silencio, analizando la situación y estudiándome, viendo hasta que punto iba en serio. – Me mordiste y ahora me estás acosando – reproché enfadada. Una mueca de arrepentimiento cruzó su cara y eso me descolocó por completo. Pero no quise dejarme engañar y me aferré con fuerza a mi arma.

El diario de DahliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora