unknown boy ꒰✧꒱ minv

[✧]₁⁵: go to get funny

Jimin se encontraba con una brillante sonrisa con su azulado y delicioso algodón de azúcar en su mano derecha. Ese día todo parecía más nítido e iluminado al compás de la rueda gigante que giraba con personas sobre ella a solo unos metros del pequeño cuerpo del, en esos tiempos, castaño.

Admiraba todo con cierto vislumbrar en sus orbes y deseaba probar todo, desde el carrusel hasta la mismísima rueda. Era cierto que tenía miedo a las alturas, que se mareaba con facilidad debido a que no ingería alimentos con mucha frecuencia, pero no se podía esperar mucho de un niño. Aún no tenía los recursos para razonar de formas tan gigantemente asimétricas.

Así que simplemente se colocó en una de las filas del carrusel, para empezar a esperar a que llegara su turno.

Sus papis le habían dado un poco de dinero para que fuera a donde él quisiera. Lamentablemente no estaban sus papis con él, había sugerido la idea de ir juntos como la familia que eran, pero mami había dicho que su esmalte color rojo sangre aún no secaba y que a su papi aún le quedaban muchas cervezas que tomar. Y el hecho de que ellos tuvieron algo más para hacer, ya era suficiente para el pequeño Jimin para entender y saber que ese día lo pasaría solo.

Muchísimas veces —más de las que querría—, se había tomado los días para él solito. Había ido a lugares públicos y privados, incluyendo museos, parques, calles prohibidas o abandonadas, callejones con ciertas sorpresas, hoteles solo por las piscinas, una vez hasta había ingresado infiltradamente a una disco de noche.

No le había gustado en lo absoluto. Demasiada ropa corta y demasiado descontrol.

En sus pequeños seis años, Jimin había ido a más lugares de los que alguien podría ir en quince. Y eso le fascinaba, porque le encantaba conocer, cuestionar, curiosear, admirar, aprender.

Así que ese día estaba en un parque de diversiones, con los gritos tanto emocionados como asustados comiéndole los pies y la diversión recorriéndole la espalda. Sentía que todo era más grande de lo usual, porque realmente lo era.

—¡Siguiente! —anunció en un grito un señor alto, con un bigote gracioso y ropas rojas y azules. Para sus ojos, era extrañamente divertido.

O quizá estaba pasado en diversión y ya todo lo que viera podía sacarle al menos una pequeña sonrisa.

Jimin avanzó junto con un grupo de personas, en el cual habían más niños que adultos. Entre ellos una niña con cabello rubio y un vestido azul bebé que le gustó, de alguna forma. Otro chico con cabello castaño, como el de él, pero más claro y estaba vestido con un pantalón suelto de color negro y una playera simple blanca. Dedujo, o tal vez sólo adivinó, que ambos eran de su misma edad. Este último le dedicó una mirada curiosa, como si estuviera en un museo viendo una obra y quisiera saber más de ella. No solo eso, sino que le sonrió ligeramente, aunque no tenía idea de por qué lo había hecho.

Habían otros niños, por supuesto, pero no había nada que le relevara de ellos.

Trató de restarle toda la importancia que pudo y solo subió al juego. Había terminado hacía solo unos segundos su tierno algodón de azúcar y acabó eligiendo un caballo blanco con detalles en dorado, azul cielo y algo de verde. ¿Por qué? Porque Jimin soñaba con ser un príncipe y rescatar a alguien. No estaba muy seguro de a quién, ni en qué tiempo o espacio, pero al castaño oscuro le gustaba realmente ayudar a otros, y no creía en acto más noble que salvar a alguien de una terrible situación. Siendo este alguien una damisela u otro príncipe, no importaba, cada persona merecía la misma oportunidad.

Jimin se concentró en cerrar sus ojos durante unos pocos momentos solo para sentir que realmente estaba sobre un caballo y que el viento que golpeaba en su rostro podía ser real, por más que sabía que no lo era. Pero de todas formas se divertía igualmente, porque él tenía ese entusiasmo puro que intentaba convertir todo en algo realista como producto de su poderosa imaginación. Así que en esos momentos estaba en algún lugar de América, con su caballo llamado Chiquitín cabalgando en busca de alguna aventura en la que pudiera invertir su tiempo.