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Decidimos ir un día de fiesta.

A pasarla bien con todos nuestros amigos.

Fuimos al bar más cercano, no era una salida arreglada, era como algo más desesperado.

Todos necesitábamos alcohol. Aunque suene feo, lo necesitábamos.

Te sentaste a un lado, con una sonrisa triste, mirando las luces y paseando tus manos sobre el sillón.

Alex se fue a bailar y Guillermo estaba con Samuel.

Todo estaba genial, hasta Frank que era el menos fiestero del grupo, lo estaba disfrutando.

Pero te pasaste de copas.

Un trago. Dos. Tres.

Y yo me emborrache contigo, pero aún mi sobriedad podía gobernar.

En cuanto me di cuenta, estabas hecho polvo.

Bailabas con desgano, y a veces te perdías en las conversaciones, reías por cualquier cosa. Era hora de llevarte a casa.

Todos nos fuimos, sabíamos que era suficiente.

Te llevé a tu departamento, puse tu mano alrededor de mi cuello y ambos comenzamos a tambalear.

Fuimos a duras penas pero llegamos, me diste tu llave, abrí la puerta y fui a tu cuarto a dejarte.

Reiste en cuanto te tiré a la cama y tus labios rojos formaron una hermosa curva.

Estaba a punto de irme a dormir en el sofá. Pero algo me detuvo.

"Espera, Mangel, quiero hacer algo" dijiste somnoliento.

Me acerqué a ti, tus ojos casi estaban cerrados y parecías estar a punto de quedarte dormido.

Y sin previo aviso, me besaste.

Fue un beso pequeño, un trozo de labios efímero pero que se me hizo eterno.

Y después, cerraste los ojos poco a poco, con una sonrisa en tu rostro, y así, te quedaste dormido.

Yo... No podía creerlo.





Always in my heart.

Cartas para Rubén [Rubelangel]®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora