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Corría el año 1991 en Oslo, capital de Noruega, un país rico y religioso situado en lo alto del hemisferio norte. En una de las calles menos transitadas de la ciudad, vivía una pequeña familia formada por una madre y sus dos hijos adolescentes. Aquella mujer era Amalie Eithun, viuda de Jonas Eithun, honrado médico el cual perdió la vida en un trágico accidente de coche un día cualquiera al volver del trabajo. La inesperada tragedia fue muy dura para ella y sus dos hijos, los cuales tan sólo tenían 10 y 12 años cuando sucedió, y no tuvieron más remedio que mudarse a un edificio pequeño y bastante antiguo porque Amalie no podía permitirse algo mejor para sus hijos. Ella trabajaba en un pequeño supermercado, mientras que sus hijos, no trabajaban. Bard, su hijo pequeño de 16 años, había dejado el instituto porque no tenía ningún interés de seguir estudiando a causa de sus malas calificaciones y su madre, le consentía estar sin dar un palo al agua hasta que supuestamente encontrara un trabajo. Sin embargo, Hera, su hija de 18 años, estaba estudiando en el instituto para poder acceder al siguiente año a la Universidad.

Bard y Hera eran polos totalmente opuestos. Él era un chico bastante pasota, diferente al resto de chicos, que se pasaba los días de fiesta, tocando la batería y quedando con sus amigos que compartían su mismo interés del momento: el Black Metal. Pero Hera, tenía todo totalmente claro en su vida, quería estudiar medicina para dedicarse al oficio de cirujana o simplemente se conformaba con ser médico como su padre. Con sus altas calificaciones en el Instituto, no iba a tener problemas para conseguir una beca y poder pagar sus estudios. Siempre había sido una chica aplicada, dulce, cariñosa... Toda una modelo a seguir. Sin embargo, por razones que ella desconocía, su madre mostraba más aprecio y consideración por Bard que por ella, por lo que, como era lógico, tenía mucha envidia de su hermano y a veces hasta parecía que lo odiaba de verdad. No se llevaban nada bien. Ya no sólo porque su madre no halagara a Hera por sus esfuerzos, sino porque no compartían en absoluto nada que los pudiera unir más aún como familia a pesar de sólo tener 2 años de diferencia. Aún así, seguía conservando esa faceta suya de hermana protectora que nunca parecía que se iría a disolver por más que Bard la hundiera, y él, daría su vida por ella si fuera necesario porque al fin y al cabo, eran hermanos.

 Aún así, seguía conservando esa faceta suya de hermana protectora que nunca parecía que se iría a disolver por más que Bard la hundiera, y él, daría su vida por ella si fuera necesario porque al fin y al cabo, eran hermanos

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-¡¡MAMÁ!!

Un grito resonó por todo el edificio a las 7 y media de la mañana. Provenía de Hera. Ella ya se estaba preparando para continuar con su rutina diaria: coger el autobús e irse al Instituto a estudiar, pero algo la incomodó bastante a la hora de su desayuno.

-¿Qué pasa Hera...?

Su madre apareció por la puerta de la cocina con su albornoz, unas ojeras que se podrían apreciar desde kilómetros y el rostro totalmente cansado a causa de lo poco que dormía por las noches y que también tuviera que madrugar para ir a trabajar.

-Bard se ha comido todos mis cereales.-cerró la puerta del armario de la cocina de muy mala manera dando un portazo.- Le dije que no los tocara... ¡¿Ahora qué desayuno?!

Freezing Moon (Lords of Chaos-Mayhem)Where stories live. Discover now