5. Ratoncita

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Unos fuertes golpes en la puerta de mi habitación provenientes de afuera me hicieron despertar casi de inmediato, abrí los ojos de golpe gimiendo perezosa, cuánto odiaba levantarme en la mañana, posiblemente era la causa de mi mal humor matutino. Me senté en la cama cerrando los ojos sintiendo todo mi hirsuto cabello sobre mi rostro, resoplé para hacerlo a un lado, comenzaba a picarme.

—¡Marie! ¡Ya debes despertar! —gritó mamá desde el otro lado.

—¡Ya estoy despierta! —devolví el grito.

Mamá acostumbraba a despertarme todos los días para ir a la universidad, creo que lo hacía desde que era una niña, porque de lo contrario podría dormir el resto del día. Me levanté con los pies descalzos hacia la puerta, hice una mueca al sentir el frío piso chocando contra mi frágil piel, abrí la puerta e hice otra mueca ante la intensa luz que reflejaba en toda la casa, mamá estaba de brazos de cruzados.

—Pensé que ibas a quedarte entre las sábanas todo el día —ironizó.

—Mamá, ya no tienes que levantarme, estoy lo suficientemente grande.

Mamá me miró burlona.

—Ni siquiera mides 1.60.

Esta vez yo crucé de brazos.

—No me refería a eso, pronto seré una adulta. ¡Estoy en la universidad! —exclamé.

—Justamente por eso debo despertarte, porque es tu deber estudiar por la mañana y de lo contrario estarías todo el día en esa cama.

—Yo puedo despertarme por mi cuenta.

Mamá comenzó a caminar hacia las escaleras siendo seguida por mí, me estaba ignorando, odiaba que me hiciera eso a mí, me sentía como loca hablando sola mientras ella solamente hacía silencio.

—Marie, sabes que siempre serás una niña para tu padre y para mí —apretó los labios—. Y sé que algunas cosas han cambiado, como el hecho de que ya estés grande, pero siempre seguiré preparando tu desayuno para que lo lleves en esa horrible mochila de barbie.

—Mamá, esa cosa ya ni siquiera existe. ¡Y ya no tienes que hacer eso!

—Lo seguiré haciendo siempre que quiera.

Fruncí el ceño molesta.

—Lo hiciste una vez en secundaria, recuerdo que llegaste al colegio con mi almuerzo en esa mochila y todos se burlaron de mí, que vergüenza.

—¿Qué hay de malo en eso? Los jóvenes de ahora son tan extraños.

Me dejé caer en el sofá cuando llegamos a la sala, ella se dirigió a la cocina, tallé mis ojos con una mueca, tenía tanto sueño, me puse a pensar en que ahora mi vida sería más cansada, estudiaría como mula en las mañanas y trabajaría como caballo de carga por las tardes, sí, sé que fue un pésimo ejemplo de comparación, pero no me importa, al menos tenía un poco de diversión.

Trabajaría para Heart Stone, ahora juraría superar a Clara Evans de cualquier manera, iba a ser mejor que ella, aunque tuviera que quitarle el puesto, obviamente no tenía envidia de ella, claro que no, sólo iba a darle una lección, una pequeña venganza de parte de su querida Marie James.

—Mamá. ¿Que nunca fuiste adolescente? ¿Te imaginas que mi santa abuela que en paz descanse te hubiera hecho eso alguna vez? —continué con la tonta discusión.

—Mi mamá era de lo peor, ella sí se iba a lo antiguo, recuerdo que una vez arruinó mi uniforme lavándolo en una piedra de un río, falté como un mes a la escuela por eso.

Reí.

—La abuela era genial —musité nostálgica.

—Ah, no era genial cuando comenzó a vestirse juvenil, Dios mío todos la veían extraño.

¡Asistente! © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora