3. El empleo

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Observaba la pantalla de la televisión con una mueca de aburrimiento, tomé otra diminuta palomita de maíz y la arrojé a mi boca, así mismo repetí la acción durante los siguientes minutos, mamá apareció de la nada con el teléfono sobre su oreja, tenía el ceño fruncido en señal de que estaba muy molesta, me detuve a observarla fijamente.

—¿Cómo? ¡Yo hice los arreglos primero!

Me sobresalté ante su grito y dejé caer el tazón con palomitas al piso, el tapete nuevo que mamá había comprado se miró amarillo con mi comida esparcida en todas partes, mamá fijó sus rabiosos ojos sobre mí y su mirada pesó demasiado, hice una mueca de nerviosismo y comencé a recoger todo desesperadamente, los ojos de mi progenitora brillaron furiosos.

—¡Marie James! ¿Qué? ¡No le estoy gritando a usted! ¡Que no es a usted! ¿Por qué habría de gritarle yo a usted? ¡No me importa! ¿Ah sí? ¡Puedo conseguir más clientes en un abrir y cerrar de ojos!

Apreté los labios en un mal intento de no reír, terminé de recoger todo y proseguí comiendo, pero mis facciones sólo mostraban burla, mamá era una mujer muy enojada, solía enfadarse muy rápido, a pesar de tener un carácter fuerte era una mujer amable y bondadosa, pero cuando de verdad estaba molesta tenía muchos motivos para temerle, a veces le gritaba incluso a sus clientes, y no le importaba después, tampoco se disculpaba, era una mujer realmente cabreada.

—¡Pues bien!

Mamá colgó el teléfono para después arrojarlo hacia el patio, y al parecer lo lanzó con tanta fuerza que duró unos largos segundos en caer, lo confirmé viendo a través de la ventana como desaparecía entre el césped verde, apreté los labios más fuerte pero fue imposible, reí, me reí con tanta fuerza que mi estómago dolió, después de reír gemí cuando mi panza gritó con hambre, mamá se acercó a mí rápidamente, cruzó de brazos y me miró furiosa.

—Ay, madre mía, tengo hambre —me quejé.

—No me importa, Marie Ann James, te has estado burlando de mí desde que llegué, sólo te advierto que no estoy de humor.

—Ya lo sé, lo siento —solté una carcajada seguida de muchas—. ¡Mira que arrojar el teléfono por la ventana...!

Cesé mi risa cuando mamá me fulminó con la mirada, en ese momento sentí una de esas veces en las que quieres reír pero la ocasión no lo amerita, así que no queda de otra más que aguantar, esa sensación es horrible, siento que me ahogo, pero si en este momento me reía aún más mamá era capaz de darme con su sandalias, ella estaba tan enojada que ni siquiera había cocinado, y yo moría de hambre, y pereza.

—Mamá, tengo hambre, ve a cocinar—volví a quejarme.

—Ya basta, puedes hacerlo tú, tengo cosas que hacer.

—Pero es que tengo pereza.

—Entonces te morirás de hambre.

Mamá comenzó a caminar hacia su habitación de nuevo, antes de siquiera subir un escalón me puse de pie y caminé hacia ella, la detuve y le hice cara de cachorro, pero claramente mis intentos de verme adorable no funcionaron, no cuando mis horrendas espinillas no ayudaban, me quejé nuevamente.

—Mamá, tengo espinillas.

—Ni siquiera se notan, son tan diminutas.

—Mamá, tengo hambre.

—¡Ya me tienes cansada! ¡Quejumbrosa!

Iba por mi siguiente queja cuando mi vista se posó inconscientemente en la televisión, estaban reportando una nueva noticia sobre Heart Stone, literalmente empujé a mamá a un lado mientras corría y pegaba mi rostro en la pantalla, mi corazón se aceleró al verlos ahí tan atractivos, sentí las zancadas de mamá dirigiéndose hacia mí.

¡Asistente! © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora