Eucaliptos y dunas.

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Tras las ramas secas de aquellos arbustos, se hallaba un imponente claro. Compuesto de arena desértica y escasas rocas. En su epicentro, se exhibía erguida una gigantesca cueva rocosa.
El ambiente era extremadamente cálido. El contraste del paisaje que pisaban mis pies y el que tenía frente a mis ojos era asombroso y a la vez precioso. ¿En qué clase de lugar me encontraba?
La luz amarillenta de la Luna llena inundaba las dunas que rodeaban la cueva.
Sacudí la cabeza para volver a la realidad.
-Centrémonos Sangre Caudalosa , o cómo sea que te llames...
-¡Cauce Sangriento! - me corrige con arrogancia.
-Eso... ¿A qué te refieres con mi nuevo hogar? ¡Quiero irme a mi casa! -empezaba a perder los nervios.
-Lo siento, es imposible. Ahora vivirás aquí con nosotros. -parecía empático, lo cuál no aminoraba mi enfado. Un momento... ¿Nosotros? Preguntaría más adelante.
-¿En qué clase de lugar estoy? ¡Quiero que me cuentes que está pasando! ¡Todo! Empezando por quién narices eres tú.

Él notó mi estado agresivo y no tuvo más remedio que intentar calmar la situación.
-Bien, entiendo este ataque repentino de ira, por lo tanto, te prometo que si vienes conmigo te lo contaré absolutamente todo.

Inspiré y expiré varias veces, profundamente. Aquel muchacho era como esas cajitas de madera que parece imposible abrir,pero yo sabía que todas tenían algún truco ,y adivinaría el suyo.
Asentí.
Nos adentramos en el extraño desierto.
A medida que avanzábamos el silencio atenuaba. Comencé a percibir susurros que provenían del interior de la cueva, y en sus paredes deslumbraba parpadeante una tenue luz anaranjada. Seguramente emanaba de una hoguera.
Nos detuvimos justo antes de atravesar la entrada.
El chico me tendió la mano. Dudé unos instantes. Tenía tanto miedo que la acepté y la agarré con firmeza. En su rostro se dibujaba una ligera sonrisa. En el mío, probablemente, terror.
Entramos.
A escasos metros, cómo había supuesto había una hoguera. Lo que no esperaba fue encontrar a su alrededor cuatro individuos sentados en troncos y rocas.
Todavía no nos acercamos a ellos.
No me atraía demasiado la idea de hacerlo, pero sabía que esas eran intenciones del chico.
Apretó mi mano y tiró de mí.
La conversación al rededor del fuego cesó de golpe y sentí cuatro miradas clavadas en mi persona. Me sentía incomodísima. Tenía unas ganas inmensas de salir corriendo, pero no llegaría muy lejos. Uno de ellos alzó la cara intercambiando miradas con Cauce Sangriento.
-Chicos ella es la novatilla, tratadla bien, está asustada. -¿Novata?
-Espera , espera... - Me armé de valor.-yo no soy la novata de ningún sitio, no sé que clase de secta os habéis montado aquí. Estoy asustada, sí, pero no soy estúpida y quiero irme a mi casa. Si alquien es tan amable de indicarme el camino perfecto, si no, me las apañaré sola. -dicho esto dí media vuelta y salí de la cueva.
Encontré una roca en la entrada bastante grande y me senté. Intentaba ordenar las ideas alborotadas que recorrían mi mente. Cogí un puñado de arena y cerré fuerte el puño. Era tan fina que se escapaba entre mis dedos.
Aún estaba perdida en mis pensamientos cuando Cauce rarito se arrodilló frente a mí.

Laudon,el recolector de almas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora